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Maribel y Miguel, abuelos a los 40, cuidan en casa de sus nietos desde que nacieron
18 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Maribel y Miguel fueron abuelos a los 40 y 42 años respectivamente, una edad en la que las últimas generaciones dan el paso para ser padres. Con el comienzo del siglo nació Paula, y dos años después, Gabriel. Estamos en una casa de la parroquia de Ois, en el municipio de Coirós, a unos 10 kilómetros de Betanzos y a más de 35 de A Coruña. Las distancias son importantes por lo que luego se dirá. Los padres de Paula y Gabriel se separaron cuando la hermana mayor tenía 10 años. Ana, la madre, se quedó en la casa familiar, pero no tardaría en buscar su sustento económico y profesional en Canarias, atada a sus hijos vía telefónica cada noche.
«Era una situación rara, la echábamos de menos, pero tanto mi madre como nosotros vivíamos tranquilos porque estábamos con los abuelos, ellos nos han cuidado siempre», relata Paula. Y hasta llegar a un grado de complicidad imposible de imaginar entre padres e hijos.
Estos jóvenes abuelos, que aún no han entrado en la edad oficial de jubilación, han quemado muchísimo asfalto por la felicidad y la formación de sus nietos. Recordemos ahora que esta casa está a 35 kilómetros de A Coruña. «Mi abuelo me llevaba todos los días a la ciudad para que pudiera ir a los entrenamientos de fútbol», relata Gabriel. Y los fines de semana, sus compromisos deportivos los dirigían a otros puntos de Galicia para presenciar sus partidos con los correspondientes madrugones dominicales. A mayores, hubo un tiempo en el que Gabriel estudiaba en la Universidad Laboral de Culleredo, «y el abuelo me llevaba y me traía todos los días» (solo en este apartado calculemos unos 120 kilómetros diarios). Cuando el nieto se sacó el carné de conducir, Miguel le cedió el coche para viajar a Curtis a estudiar el ciclo medio de mecánica. «Y yo me puse a caminar», ironiza el abuelo. Paula también motivó infinitos desplazamientos a A Coruña para sus clases de baile en A Grela y Monte Alto. Maribel levanta la mano: «A ella generalmente la llevaba yo». Estos chavales no paran.
Pero ser padres-abuelos no es una mera cuestión logística para hacer desplazamientos y preparar comidas. Aquí también fluyen sentimientos, riñas y, sobre todo, mucho apoyo. Habla la abuela: «Tuve que montar un armazón emocional con Paula cuando sufrió graves problemas con una profesora del instituto, fui varias veces a hablar con ella, incluso mi hija llamaba desde Canarias al colegio, esa profesora [mientras lo relata, Paula hace señales de victoria acompañados de un ‘ya se jubiló’] la amargó mucho y tuvimos que pelearnos bastante». Pero hay más, según la nieta, porque sus abuelos también se preocuparon de que aquel episodio no minara su autoestima. «Me llevaron a hablar con una asesora del Ayuntamiento de Coirós, quien me dio otras soluciones académicas, me abrió los ojos, me dijo que el bachillerato no era lo único que se podía estudiar en esta vida, me volví a sentir bien conmigo misma, me di cuenta de que no era una inútil», explica. Y hoy Paula, que trabaja de monitora de tiempo libre, ya tiene un ciclo medio de Farmacia con matrícula de honor y está a punto de concluir otro de Educación Infantil.
HISTORIA DE HOSPITAL
Entre su trabajo y su formación, Paula lleva meses viviendo en A Coruña. «Pero los fines de semana vengo a por los huevos caseros», ríe. En la pierna luce una cicatriz en forma de triángulo y la marca esconde una curiosa historia vinculada a su abuela. «Me rompí el ligamento cruzado en un local de saltos y la abuela me llevó a Urgencias, al traumatólogo, a todos lados por culpa de la pierna». Y el día que la operaron, también Maribel pasó por quirófano para una cirugía programada en su mano. Una curiosa coincidencia familiar. «La abuela vino a mi habitación a sentarse junto a mi cama y cuidarme cuando estaba con la mano recién operada», recuerda la joven, que enternece la mirada hacia su abuela mientras lo relata.
¿Qué es un padre-abuelo en esta casa? «Pues un término medio, ellos me riñen porque no están mis padres para hacerlo —explica Paula—, pero también nos dan la confianza para que les contemos las cosas. Si salía de marcha y volvía algo mareada mi abuelo me reñía por no haberme tomado un Omeprazol antes de beber, ¿qué padre te dice eso?». No dejen de leer porque aún hay más: «Yo podría hablar de sexo con mi abuelo sin ningún problema», espeta Paula mientras Miguel asiente con la cabeza. «Él me dio mi primer cubata, decía que si tenía que probar ese tipo de cosas, como el tabaco, mejor que lo hiciera en casa, entre sus propios consejos». Maribel la interrumpe: «Y cuando quieren hacer alguna fiesta con amigos saben que no tienen problema, aquí han dormido amigas de Gabriel y amigos de Paula». «El problema es que mis abuelos también se suman a las fiestas», y todos estallan en una carcajada.
Y LA BISABUELA
En esta casa de Ois, con una amplísima parcela y muchísima tranquilidad, a pocos metros de la cascada del Xora, también vive Arsilia Pérez, la madre de Maribel, encamada con 89 años. Ella también forma parte de la infancia de estos jóvenes. «Añoro mucho las tardes en las que veía la telenovela con la bisa mientras me comía un bocadillo de Nocilla», indica Paula.
Dos días después del encuentro en Ois contactamos con Ana, la hija de Maribel y Miguel, y la madre de Paula y Gabriel. Reconoce que cuando regresó de Canarias tras año y medio percibió que había un pegamento extra entre sus padres y sus hijos. «Eran cosas cotidianas, pequeños detalles, había una inercia por la que al llegar a casa del instituto les contaban las cosas a ellos antes que a mí, y en absoluto me importó, era lógico, aunque hablaba con ellos por teléfono todas las noches no es ni remotamente lo mismo», explica Ana.
En la entrevista de Ois pudimos comprobar que Gabriel tiene una clara tendencia a la timidez. «Pero con su abuelo se abre muchísimo, creo que se lo cuentan todo», indica Ana. De hecho, el propio joven no quiere oír hablar de independizarse como ha hecho su hermana. «Si un día me tengo que ir de esta casa me mudo a un cobertizo de al lado», dice jocoso.
«SI FUERAS TÚ...»
Ana siempre recurre a una frase de su padre para hacer entender a su entorno la relación diferente que existe con sus nietos, a pesar de que, por edad, bien podrían ser considerados sus hijos, a lo que hay que añadir una convivencia bajo el mismo techo desde que nacieron (a excepción de los días que pasan en la casa del padre). «Cuando vemos algo que hay que corregir en Paula o en Gabriel, mi padre siempre me repite las mismas palabras: ‘Si fueras tú te daba un bofetón, pero son mis nietos y me tengo que sentar a razonar con ellos’».