«El seductor invasivo ya no se lleva», dice el chico que despegó fuerte con «Los hombres de Paco» y rueda ahora la esperada serie de Almodóvar. Este viernes, día 22, estrena en cines «Un novio para mi mujer». «Estoy deseando volver a Galicia desde que rodé 'Agallas'», confiesa
01 may 2024 . Actualizado a las 11:46 h.A sus 45, el chico que le estará «la vida entera agradecido» a Los hombres de Paco, se da un aire con El Gran Lebowski, al menos en pantalla. El Nota (que borda Jeff Bridges) ha sido uno de los modelos de Hugo Silva (Madrid, 10 de mayo de 1977) al ponerse en la piel de «un seductor de los de antes» en Un novio para mi mujer. En esta comedia, de Laura Mañá, Hugo Silva nos altera con Belén Cuesta, Diego Martín y Joaquín Reyes. El verano para este seductor dorado por los años se presenta con trabajo. Hugo, que no olvida su paso por Galicia con Agallas, graba junto a Elena Anaya, Quim Gutiérrez y Pilar Castro la serie Mentiras pasajeras, de Almodóvar.
—¿Cómo es el seductor en que te metes en «Un novio para mi mujer»?
—Es un personaje que tiene un punto de partida muy divertido, que está encallado, que vive mirando al pasado, un seductor pasado de moda.
—Estará pasado de moda, pero las parejas recurren a sus consejos, ¿no?
—Sí, pero ya verás qué desastre...
—Te vemos transformado. ¿Cómo te has metido en el papel, de qué vivencias o influencias has echado mano?
—Quería inspirarme en otros personajes por los que hubiera pasado el tiempo y hecho mella, que también tienen esa forma de ver la vida por la que ha pasado el tiempo, y las cosas ya les dan un poco igual, el pasado es lo que mola, cuando las cosas les iban bien. El Gran Lebowski fue una inspiración.
—¿El Nota? Tan atractivo a pesar de su patetismo.
—El Nota, sí. Ese patetismo lo hace atractivo, porque lo hace vulnerable.
—¿Ese seductor de los de antes es un Julio Iglesias?
—No, no, no. Es un seductor profesional al que se recurre para desestabilizar parejas.
—Pero igual patina en eso...
—Sí. En los 90 le iba bien, era joven y en esa época el concepto del seductor funcionaba, pero a día de hoy no.
—¿Ya no seduce tanto el seductor?
—Desde mi punto de vista, no. Ese tipo de seductor invasivo de los 90 no se lleva.
—¿Qué dirías que nos seduce hoy y qué te seduce más a ti?
—A mí lo que me seduce es un buen arroz con carabineros... y reírme y estar bien. Eso es lo que más me seduce. Antes me seducían cosas intensas. Ahora me seduce, sobre todo, estar bien, estar a gusto.
—Me seduce bastante el perverso Enrique de Arcona, de «La cocinera de Castamar». Ya sé que es terrible, él sí es un seductor de los de antes...
—Jajaja. Bueno, tiene esa cosa felina, pero no es que sea un canallita, ¡es un cabrón! Es un tipo despechado que lleva el desamor muy mal. Fue divertidísimo hacerlo, rodarlo, me lo pasé muy bien.
—Hemos tenido la oportunidad de entrevistar a la auténtica cocinera de Castamar, Sonia Jabalera. ¿Comíais mucho durante el rodaje?
—Algunas veces sí comíamos, y muy rico todo. Había un gran trabajo ahí, y el trabajo de arte y vestuario de la serie me parece una pasada. Entrar en peluquería era alucinante... ¡Las cosas que hacían!
—¿Cuál dirías que es tu gran arma de seducción?
—Pienso que el gran arma de seducción, mía o de cualquiera, es el humor. Es saber relativizar las cosas y reírte de ti mismo. Reírte te da mucha libertad y la libertad es siempre atractiva.
—Más allá de personajes, siempre te he visto un parecido con Jordi Mollá, y ahora se acentúa...
—¡Ah, Jordi Mollà! Ya me lo han dicho y es todo un honor.
—Tiene esa mirada, y esa cosa visceral a la hora de interpretar.
—Él es una bestia. A Jordi Mollà se lo rifan en el extranjero. En mi personaje en Agallas me inspiré mucho en él en La buena estrella.
—No olvidamos a ese delincuente que busca empleo en Galicia. El rodaje de «Agallas» a algunos nos tocó de cerca en A Coruña. ¿Cómo lo recuerdas tú?
—Disfruté muchísimo. Fue una inmersión total en Galicia. Y además era una de las pelis que se hacían antes, que duraban dos meses y medio, hechas con celuloide. Le tengo mucho cariño a esa peli y ese es el personaje del que más me ha costado despedirme. Estuve un mes y medio haciendo un trabajo de composición del personaje, aunque se inspiraba mucho en personas con las que yo había coincidido en mi infancia en mi barrio y tal, pero quería hacer una cosa muy distinta. Rodar con Carmelo Gómez... y en Galicia.
—Rodar en Galicia «is different»?
—¡Bueno! Es que yo me tenía que ir a correr todas las tardes. En cada pueblo había algo típico que había que probar. Y me acababa llevando comida al apartamento... ¡Qué maravilla! Tengo muchas ganas de volver a Galicia, llevo muchos años sin ir. No olvido aquellos dos meses y medio...
—¿Es mucho tiempo para un rodaje?
—¿Dos meses y medio? Ya no se hace. En dos meses y medio lo que te haces es una temporada de una serie. En una peli se tarda mucho menos, porque ahora la técnica es distinta (ruedas en digital, antes en celuloide), antes se rodaba con una cámara y ahora con varias. El ritmo es muy distinto.
—¿Ha sido fuerte la crisis de los 40?
—Sí, pero es normal, es algo existencial. Te pasa que hay cosas que ya no las recuerdas como ayer, sino que las recuerdas con más melancolía. Hay algo instintivo que te dice que eso ya no va a pasar más o no va a pasar tanto.
—¿El vértigo del «ya no será»?
—Vas a vivir cosas, pero no será igual de intenso.
—Las primeras veces están sobrevaloradas, ¿no?
—Las primeras veces las tengo hasta idealizadas.
—Pero con los años te conoces mejor.
—Sí y, vaya, que yo estoy encantado de cumplir años, pero hay momentos puntuales. Esos momentos en que llegas a un sitio y dices: «Joder, ¿esto es así?». Y hay pensamientos catastrofistas a veces, como: «Esta cosa ya no me da tiempo a aprender a hacerla», cosas que antes ni te planteabas. No es que yo diga: «Me queda poca vida», pero pienso en dentro de diez años y... Ahora mido el tiempo por la edad de mis hijos. Pienso: «Cuando ellos tengan 20, ¡ya tendré tantos!».
—¿Te cambió mucho ser padre, y de dos de golpe?
—Sí, te cambia. Y no sabría decirte exactamente en qué. Es un cambio muy profundo, en muchas cosas. Pero me da pena que crezcan tan rápido... Tienen 12 y ya no son niños. Me tengo que hacer a la idea de que a esos niños que eran ya no los tengo.
—¿Enfocas igual hacer una serie que una peli?
—Igual. No hay diferencia ahora mismo en hacer una serie que en hacer una peli.
—Han pasado 20 años desde que empezaste en «Al salir de clase». ¿Cómo ha cambiado tu visión del trabajo en este tiempo?
—Cuando entré en esa serie había hecho poquísimas cosas. Era un novato en todo, pero a la vez estaba muy ilusionado, con muchas ganas, con mucha idealización de la profesión... Tengo un recuerdo superdulce.
—¿Tu idilio con el cine ya no idealiza, no tiene ya la chispa del principio?
—Sí la tiene. Han pasado 22 años, tengo una relación distinta. He descubierto cosas que no conocía y que me han gustado más de lo que yo pensaba. Sigo enamorado de mi profesión, pero la veo desde un punto de vista más realista.
—¿Qué es lo mejor que te ha dado?
—Sobre todo, viajar y los compañeros. Hay gente maravillosa en esta profesión, que te obliga a mirar, a probar, a leer, a buscar sin prejuicios, a empatizar con la gente... Viajar y conocer otros países, conocerlos trabajando (es distinto).
—¿Es un trabajo como cualquier otro, actúas para ganarte la vida?
—Es un trabajo muy creativo, pero tu personaje tiene que encajar con la historia que estás contando. Pero una vez que empiezas la peli, es un trabajo como otro. Cuando estoy en proceso de creación, estoy muy metido, pero cuando eso acaba me gusta distanciarme. Yo necesito mi espacio.
—¿Cómo ves la comedia española?
—Somos un país que lleva la comedia en la sangre. Nuestra forma de defendernos de las cosas malas que nos pasan en la vida es reírnos. Enseguida que pasa una desgracia, hay un meme. Va en nuestro ADN. Berlanga es un maestro en eso. Ves algo dramático, tremendo, pero te está haciendo reír.
—¿Sientes que les debes mucho a «Los hombres de Paco»?
—Todo. Mi carrera continúa gracias a Los hombres de Paco. Les estoy muy agradecido. Lo estaré toda mi vida.
—¿Quiénes son tus referentes?
—Urbizu, Almodóvar, León, Carla Simón... Hay mucho talento y muy dispar.
—¿El peor momento que recuerdas en 22 años de oficio?
—No recuerdo, se diluye, de verdad. No sé si se olvida como un resorte de protección propio, pero no recuerdo haberlo pasado mal. Creo que, si te dedicas a esta profesión, eres una persona con suerte. He trabajado en otras cosas (de camarero, de electricista, vendiendo colonias...) y de todos los trabajos que he tenido, este es el mejor con diferencia.