Daniel Bóveda, responsable de ACCEM en Galicia: «Aún hay la creencia de que los hombres van de putas porque tienen que desahogar»

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«Hay gallegas que han sido engañadas para ejercer de prostitutas en Europa», apunta Bóveda, que conoce de cerca el sufrimiento de las mujeres que son explotadas: «Muchas se disocian y para soportarlo mientras practican sexo piensan en la compra»
16 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Daniel Bóveda es el responsable territorial de ACCEM en Galicia, una oenegé que se dedica principalmente a velar por las personas en riesgo de exclusión social, migrantes y víctimas de trata. Su atención es integral a las mujeres, a las que acompañan en el proceso de salir de la prostitución. Desde el 18 de octubre, Día Europeo contra la Trata de Seres Humanos, al 17 de noviembre harán diversas actividades por toda Galicia para sensibilizar a la sociedad. «Los hombres aún no identifican la prostitución como violencia contra las mujeres», asegura Bóveda.
—La expresión «trata de blancas» no parece responder a la realidad y oscurece el auténtico significado. Le quita hierro a un asunto terrible.
—Sí, y es uno de los problemas más graves que afronta tanto la comunidad internacional como España. Hay que desterrar expresiones como trata de blancas, porque invisibiliza, solo identifica un tipo de trata, cuando precisamente no es la mayoritaria.
—¿Qué entendemos por trata?
—Personas que son obligadas, captadas y trasladadas con un fin: principalmente el sexual. Pero también puede ser laboral, la extracción de órganos o la mendicidad. Casi siempre son mujeres, pero no siempre se da en países empobrecidos. La trata se puede dar también en España. Nosotros hemos tenido casos de gallegas, en la crisis inmobiliaria, que tenían una profesión normalizada y acabaron tratadas en Centroeuropa, en países donde está legalizada la prostitución.
—¿Hay gallegas que han sido engañadas para ejercer la prostitución en Centroeuropa?
—Sí, sí. No es algo lejano. Sí, y tras la pandemia se ha invisibilizado más, porque el ejercicio se hace en pisos privados, no en clubes o en calles, que para los agentes sociales nos resultaba más fácil a la hora de informar o de ver cómo estaban esas mujeres. A día de hoy la prostitución se ejerce en pisos.
—¿Cómo las engañan?
—Hay diferentes tipos. Uno es el lover boy, alguien que se hace pasar por su novio y, una vez aquí, la explota sexualmente. Se da sobre todo con mujeres de Europa del Este, juegan con su confianza y les prometen una felicidad en España a través de una relación afectiva. Otro tipo de engaño suele ser prometerles trabajos que luego no son tal: ‘Vente a España que vas a trabajar en hostelería’ y luego al llegar aquí les quitan la documentación y las prostituyen. Y también hay algunas que saben que van a ejercer posiblemente la prostitución, pero el engaño viene de las condiciones que tienen.
—¿Por ejemplo?
—Pues si un día no puedes ejercer, te multan. Si estás enferma también. Luego está el tema de las plazas. Los clientes lo que valoran es sobre todo la novedad y la edad: cuanto más jóvenes más valoradas están las mujeres.
—¿Qué es eso de la plaza?
—Dura normalmente 21 días, el tiempo del período menstrual, entre regla y regla. Ellas cogen una plaza de prostituta y tienen unas normas del mal llamado servicio. La mitad de lo que ganan por servicio va para el piso (o el club) y la otra mitad para ellas.
—¿Cuánto cobran?
—Depende muchísimo del mercado. En pandemia se pagó más por saltarse el confinamiento, por ejemplo. Y en A Coruña hay servicios desde 15 minutos, porque a lo mejor el hombre le dice a su mujer en un centro comercial: ‘Espera un momento que me olvidé algo en el coche, y se va con una prostituta a un piso’.
«Los hombres no identifican prostitución con violencia contra la mujer»
—¿En tan poco tiempo?
—Sí, porque se mueven en función de las zonas de ocio. Ellas nos cuentan que en 15 minutos ellos les ponen esa excusa a sus mujeres, date cuenta de que las prostitutas son absolutamente un objeto de consumo. Es solo satisfacer las necesidades del putero. También hay más consumo de prostitución cuando hay algún éxito deportivo, el entramado es muy heterogéneo.
—¿Pero cuál es el precio?
—Puede ser desde 30 euros a 100.
—¿Hay un perfil de putero?
—No. Y está bien que los llames así, porque lo de cliente los blanquea. Hay de todo, sí existe un sector de población joven que se inicia en el sexo en este sector. También personas mayores, al final es un problema social, porque los hombres aún no identifican la prostitución como violencia contra las mujeres.
—Y es lo que es.
—Sí, cuando la ley gallega ya establece la explotación sexual como un tipo de violencia de género, es una de las pioneras.
—¿Cuántos pisos puede haber en una ciudad como A Coruña o Vigo?
—Nosotros el año pasado visitamos 17 entre las dos ciudades. Pero las cifras en estos casos son relativas, porque al ser una actividad alegal y clandestina invisibiliza adónde podemos llegar. Nosotros lo hicimos a través del mapeo de foros, de anuncios... Desconocemos lo más clandestino, que nos consta que existe.
—¿Cómo son esos pisos?
—Suelen estar en barrios normalizados y, bueno, depende. Van desde el confort y venta de masajes hasta lo más cutre que puedas imaginar, con solo una cama. Suelen estar una media de cinco mujeres por piso. Hay gente que paga la plaza...
—¿Y cuánto cuesta pagar la plaza?
—Lo que suele pasar es que la mitad del servicio se va para el piso y la otra mitad para la mujer. Si hace cuatro servicios en el día, el piso se lleva la mitad de esos cuatro. Es decir, si cuesta 30 cada servicio, se irían 15; si son 50, 25, en función de los que haga en el día multiplica.
—¿Cómo salen esas mujeres de ahí?
—A nivel psicológico y físico muy dañadas. Y a veces el proceso no es lineal, cuando pueden por fin hablar y dar el paso, a veces las oportunidades se les cierran y tienen que volver a la prostitución. Si no hay una buena respuesta desde la Administración pública y los agentes sociales, se ven abocadas a regresar. El proceso es lento y tienen recaídas, pero yo siempre me quedaré con una frase que me dijo una mujer: «La prostitución nunca se cura».
—¿Eres partidario de regular la prostitución o de abolirla?
—Soy abolicionista, desde el enfoque de los derechos humanos. Es un debate con mucho ruido y pocas soluciones, pero yo creo que una sociedad justa, feminista e igualitaria no puede concebir la prostitución, igual que otros tipos de explotación. Pero esto es a título personal, nuestra organización trabaja por velar por los derechos de estas mujeres y su integridad.
—¿Hay menores?
—Hay, es difícil de detectar, pero lo que hay es sobre todo una respuesta institucional rápida. Por eso quizás ya no sea tan común la prostitución con menores, porque aquí la ley es punitiva. Da igual el consentimiento. Hay persecución y es un delito penado. Tal vez por eso las redes no se arriesguen tanto.
—En cambio no se pena ni se persigue a los «clientes».
—No, solo se pena la explotación sexual, pero es muy difícil establecer ese límite con la libertad. Cuando hay vulnerabilidad y necesidad, ¿dónde está tu libertad?
—¿Realmente los hombres que van con prostitutas no tienen conciencia de lo que están haciendo?
—Hay diferentes perfiles, de hecho Silvia Pérez Freire, una socióloga gallega tiene un libro, El putero español, que refleja los tipos. Van desde el misógino, al que no le importa porque paga, hasta el que romantiza la relación y dice: ‘Yo la trato bien’. Eso ellas nos lo confirman: hombres que van a hablar con ellas porque tienen una falta de relación afectivo-sexual. El perfil es heterogéneo, pero muchos no tienen conciencia de que se están aprovechando de una mujer vulnerable.
—Son hombres muchas veces casados, padres de familia, con buenos puestos, que podrían tener relaciones con otras mujeres libremente. ¿Por qué pagan?
—Pagar les exime la culpa de algo mercantil: esto es por placer. Y porque muchos te dicen que les sale más barato que pagarle una copa y una cena a una chica. También la gente cree que por pagar ya puede hacer lo que quiera. Y otros prefieren irse de putas a exponerse al tema del consentimiento y a una denuncia falsa.
—¿Las prostitutas temen por su vida?
—Es un ambiente violento, muchos clientes consumen y van hasta arriba, o las obligan a consumir con ellos. Un discurso común que hay en ellas es la disociación: ‘Yo no puedo pensar que estoy teniendo relaciones sexuales, en ese momento pienso en la compra o en lo que sea’. Esto tiene consecuencias psicológicas en ellas. Otro problema que encontramos es que dicen que no pueden tener pareja porque no son capaces después de disfrutar de una salud afectivo-sexual.
—¿Hay más prostitución ahora?
—Sí, aumentó la trata, los datos de Eurostat así lo confirman, subió un 10% con respecto al 2021. La prostitución se ha invisibilizado más y se justifica en perfiles patriarcales del deseo del hombre. Parece que a los hombres nos viene un deseo sexual imperante y tenemos que desahogar. Y no es así.