«Demandé a mi ex y fui de los primeros en conseguir la custodia compartida de mi gato»

YES

Tomás Mugueta

Tras su ruptura sentimental, Manuel Gutiérrez Rozos demandó a su expareja. El juez falló que su gato, Melenas, estuviese 15 días con cada uno en una sentencia anterior a la ley de bienestar animal. Hoy disfruta de su custodia en exclusiva

29 nov 2023 . Actualizado a las 18:19 h.

Melenas no es lo que uno se espera de un gato. A sus 6 años, pesa 15 kilos y mide más de un metro de la cabeza a la cola. Cariñoso y sociable, recibe cada día en la puerta a su cuidador. «Para mí no tiene precio. Es una cucada, una belleza. Cuando lo llevo por la calle, la gente se queda estupefacta», dice el asturiano Manuel Gutiérrez Rozos de su impresionante Maine Coon, con el que posa tras sufrir un inoportuno accidente doméstico. A los gatos de esta raza, dice, los llaman perrogatos. Basta con ver a Melenas para entender por qué.

La relación con el felino es tan especial que Manuel dio la batalla legal por él tras su ruptura sentimental, al intuir que podría tener problemas para estar con Melenas. Y lo hizo en el 2020, en un momento en el que el anteproyecto de la ley de bienestar animal no era más que un bosquejo. La suya fue una sentencia pionera, de las primeras en fallar la custodia compartida de un animal doméstico. Él, que es abogado, sabe que en aquel momento el suyo era un caso prácticamente insólito. Pero no se detuvo.

«Las desavenencias comienzan porque mi expareja se fue a otra ciudad durante seis meses, y yo me quedo con el gato. Cuando ella vuelve, se lo devuelvo y le digo que en 15 o 20 días deberíamos hablar para regularizar esto de alguna manera, pero tras intentar contactar con ella muchas veces, me dice que el gato es suyo. En definitiva, me obliga a demandarla», relata Manuel, que asegura que en un principio tenía todo en contra, «pero la criadora, que fue a testificar al juicio, declaró que ella entendió en todo momento que el gato era para los dos».

Si bien los pasaportes, las cartillas veterinarias y el contrato de bienestar están firmados por su expareja, el juez considera en la sentencia que los papeles «en modo alguno resultan demostrativos de la propiedad, siendo meramente indiciarios», ya que en este tipo de documentación únicamente es posible que figure el nombre de una persona. Eso, junto al hecho de que su expareja no hubiese tenido problemas en dejar a Melenas durante seis meses al cuidado de Manuel, convencieron al juez de que la mejor opción era fallar la copropiedad del animal. Un concepto hoy obsoleto con la ley de bienestar animal, que los considera seres sintientes y no objetos, pero que en su día sirvió para dictar una custodia compartida que rompió moldes.

«[...] Declaro que el gato Melenas, [...], es propiedad de Manuel Ángel Gutiérrez Rozos y de (nombre de su expareja). En defecto de acuerdo entre los litigantes, se dispone la posesión por cada uno de ellos, por períodos de quince días. Habiendo de asumir cada uno de ellos los gastos ordinarios en correspondencia con su período de posesión, habiendo de asumirse al 50 % los gastos extraordinarios. Los cuales habrán de ser previamente comunicados al copropietario a fin de su autorización, salvo caso de urgencia para la salud del animal», reza la sentencia, dictada por el titular del Juzgado de Primera Instancia número 8 de Oviedo el 14 de septiembre del 2020. La medida deja fuera a Sasha, otro gato de la misma raza por el que también litigaron en el mismo procedimiento, pero que se quedó su ex en exclusiva al haberse probado que fue un regalo de cumpleaños de su hermana únicamente para ella.

La tregua duró poco, y Melenas pronto acabó viviendo con Manuel de forma permanente. Solo dos meses después de la sentencia, por diversas desavenencias, la expareja de Manuel renunció a la copropiedad del felino y se lo cedió a él: «Mi ex y yo hicimos un contrato privado de extinción de copropiedad para que esos 15 días suyos quedaran anulados. A mí el gato me salió por un pico, pero no me importa nada. Los gatos siempre te eligen, y Melenas, no sé por qué razón, me eligió a mí», explica Manuel, que estableció un vínculo aún más profundo con él tras la leucemia que sufrió: «Yo lo atendí cuando estuvo mal, y se recuperó. Es un gato tremendamente cariñoso y mimoso».

Un vínculo así, dice el abogado, «no tiene precio». Por eso siempre reclamó que la ley dejase de tratar a los animales como una propiedad más. «Ahora se apela a los sentimientos del propio animal, a su bienestar social, pero antes eran considerados como un mueble de la casa, como una silla», indica el letrado, cuya sentencia supuso una de las primeras piedras hacia la consideración de los animales de compañía como seres sintientes sobre la que se cimienta la ley de bienestar animal actual. Una ley que, no obstante, el abogado considera que no aporta demasiadas novedades con respecto a los gatos. Incluso le hace alguna crítica: «Son animales que, lógicamente, tienen que estar en casa. Dicen que no pueden estar solos más de dos días, pero eso es todo una patraña. Mi gato pasa tres días solo cuando estoy fuera, y no pasa nada». Eso cuando no se lo lleva, porque el felino ya ha cruzado el charco. «Me lo he llevado en un transportín aéreo a Argentina, donde tengo familia y negocios. Y la última vez que viajé con él, hace tres años, fue solamente montar en el avión y el gato ya desapareció. No es que se fuera, es que vino la tripulación y se lo llevó. Es que Melenas es muy sociable, no rechaza nada», asegura

Con él al juzgado

Su pasión por los gatos no es casual. Nace del contacto que Manuel tuvo desde niño con ellos por el trabajo de su abuelo, que tuvo un almacén de piensos. Pero, sin ninguna duda, Melenas es el más especial. «Mientras estuvo enfermo me lo llevaba a todos los lados. A otras ciudades e incluso a los juzgados, donde estaba con todo el mundo, con los secretarios... y no se movía», indica Manuel, que no lo lleva por la calle de cualquier forma. «Yo tengo unas mochilas acústicas para sacarlo de paseo, que la gente ve eso y dice: '¿Qué narices es?'».

Lo que no contempla es dejarlo en otro sitio que no sea su casa. «Hay lugares para eso, y hoteles, pero tienen que ser muy grandes y cumplir con un montón de condiciones. Además, las personas que tienen el hotel tienen que conocer un poco el carácter de cada gato, y si tienen a treinta, ya me dirás cómo los van a conocer a todos. Darles la comida está muy bien, pero hay que saber qué les gusta. Unos la prefieren de gelatina, otros seca, otros quieren lo que comes tú... A Melenas le encantan el melón y la mermelada, por ejemplo», señala.

Y así, con semejante implicación, es como disfruta de su custodia exclusiva Manuel, que reflexiona sobre la cantidad de abandonos que se producen cuando una pareja se rompe. «La gente, cuando se separa, abandona al gato o al perro. Muchos los llevaban a la perrera directamente, y eso ya no se puede hacer. Si tienes un gato, no es que sea un hijo, pero tienes una responsabilidad con él. Y si las parejas se disuelven, pues lógicamente tienen que regularlo», afirma. Para ejemplo, el suyo.