Mateo, de fracaso escolar a emprendedor de éxito: «Renuncié a un contrato indefinido y empecé de cero el día de mi cumpleaños»

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Mateo Martínez, emprendedor en Santiago.
Mateo Martínez, emprendedor en Santiago. Sandra Alonso

«Yo fui un fracaso escolar», comienza Mateo su historia, de inspiración para aquel que siente que no encaja. Él entró en la universidad a los 25 años, ahí despertó su vocación, y triunfó al cambiar inercia y confort por el riesgo. Hoy es especialista en fisioterapia invasiva ecoguiada

30 ago 2024 . Actualizado a las 14:08 h.

Su infancia no fueron lo que se dice unas vacaciones de verano ni ese paraíso perdido al que muchos quieren volver. Sus padres siempre le apoyaron y no tuvo problema en casa, pero fue en su peripecia escolar un coleccionista de suspensos al que llegaron a echar del colegio por repetir varias veces curso. «El bachillerato me costó Dios y ayuda. De hecho, en la facultad no entré por la vía tradicional, entré haciendo la prueba de acceso para mayores de 25 años», cuenta Mateo Martínez, al frente del Estudio de Pilates y Fisioterapia que lleva su nombre en Santiago, en alusión a ese examen que permite a la gente que ha superado ya los 25 estudiar un grado universitario sin tener el bachiller y haber pasado la selectividad.

Lo que sí tenía Mateo a sus 25 era coraje, una vocación y disciplina deportiva. En casa, el deporte siempre fue el rey. «Cuando empecé a estudiar la carrera, me pareció fácil pasar de entrenar triatlón ocho horas a estudiar ocho horas diarias en la biblioteca. Porque estaba muy metido en la materia», ilustra.

Para Mateo, que empezó a correr con su padre cuando tenía solo 6 años, el estudio iba a exigir la misma entrega que conocía del deporte. «Yo el deporte siempre lo identifiqué como una parte importante en la educación. Cuando veo a algunos padres que, al suspender los chavales, les dicen: ‘Vas a dejar de ir a entrenar’, no lo entiendo, siento que les privan de algo esencial», opina Mateo. Castigar a un niño sin hacer deporte es como dejarle sin comer.

Mateo no duda en cómo empezar su historia. No teme el titular. «Yo soy un fracaso escolar. Me echaron de colegios, no fui capaz de entrar en la universidad por la vía habitual y con el sistema que tenemos creo que no lo habría conseguido nunca», dice el hoy fisioterapeuta, que acaba de abrir su segunda clínica en Compostela tras dejar atrás una época en la que sintió ir rodando a la contra, perdido, «en la que lo único que tenía claro era seguir vinculado al deporte».

De los 17 a los 23 años, estuvo muy involucrado en triatlón. Pero atravesó esos años sin saber bien cómo dirigir su vida en lo profesional. La fisioterapia siempre le pareció, eso sí, una profesión «bonita, que tenía un punto emocional importante» por explorar.

Siempre hay relación entre una lesión y el estado anímico, advierte. «Cuando tienes un dolor, hay que averiguar por qué aparece, la causa. Y no es fácil. Nosotros a los pacientes siempre les preguntamos: ‘¿Cómo es tu vida?, ¿qué te hace sentirte ansioso o ansiosa?’». Pueden parecer preguntas que no vienen a cuento cuando hay una lesión de espalda, pero es necesario «rebuscar» para encontrar respuestas que no alivien el dolor, sino que lo resuelvan. «No siempre es fácil encontrar esa sinceridad en las personas, que sean capaces de abrirse...», dice quien explica que con un fisio pasa como con un psicólogo. «No vale cualquiera, tienes que encontrar uno adecuado para ti. La empatía es fundamental, y aun así no siempre eres capaz de leer a la persona que tienes delante». Lo que nos cuesta incluso contarnos a nosotros mismos, lo que nos duele, lo que está a varias capas de la piel.

Él admite que era incapaz de escuchar a nadie cuando vivió la dura enfermedad de su padre. Pensar que podía perderle fue una de las experiencias que le hicieron cambiar el foco, y pensar: «Somos frágiles. Hay que darse cuenta de que las cosas cambian de un segundo a otro y algo con lo que cuentas de manera permanente puede desaparecer». Saber es ganar.

VOLVIÓ DEL PARAÍSO

Mateo aprendió yendo al psicólogo que «el psicólogo no es alguien que te soluciona los problemas, pero sí alguien que te ayuda a darte cuenta de lo que estás pasando y cómo podrías solucionarlo». Con 25 años, tras la complicada travesía por la etapa escolar, se fue a Pontevedra a estudiar Fisioterapia tres años. Allí se quedó ocho meses más trabajando. Después, hizo las maletas y se fue a Francia «guiado por el corazón». «Allí no encontré lo que esperaba, pero sí un paraíso...». Mateo se fue al paraíso y no encontró su lugar, así que recuerda a Izal cuando dice eso de que si llegara al paraíso seguiría buscando algo mejor...

Trabajó un par de meses en las termas de Bareges, zona de baño en el corazón de la montaña, a los pies del Tourmalet y del Pic du Midi. «El último pueblo antes de coronar el Tourmalet», sitúa. A ese lugar que lo acogió dos meses no pudo volver ¡en seis años! «Para mí, los Pirineos son un hito, un enganche emocional. Desde el 2006 al 2012 no quise volver, pero en el 2012 regresé con la que luego fue mi mujer, con la bicicleta, a subir puertos». No fue el último regreso de Mateo al cantón de Luz. A él volvió en el 2019, en compañía de sus padres, grandes compañeros de viaje para él. «Quería llevarles para tuvieran el privilegio de ver lo que yo vi. El paisaje es tan grande que hace que te sientas muy pequeñito. Nunca vi una cara de emoción igual en mi madre», enmarca.

Justo después de volver de su experiencia en Francia, en el 2006, Mateo empezó a trabajar en una clínica en Vigo. Luego se desplazó a Santiago, para dar, durante ocho años, clase de pilates. Y en esa etapa se formó en tratamiento de patologías complicadas. «En esa empresa de Santiago aprendí muchísimo, sobre todo lo que no había que hacer, con lo cual les estoy sinceramente agradecido», manifiesta Mateo. Escuchar a la gente, no despacharla, y cuidar a los trabajadores son cualidades que ve esenciales para llevar el timón de una empresa.

Hubo un momento, en el 2014, en que se plantó consigo y se dijo: «Esto no puede seguir así». Le ofrecieron «la seguridad de un contrato indefinido». Y Mateo echó a volar. «Cuando me marché faltaban 15 días para que terminasen las obras para poder inaugurar mi clínica. El 18 de mayo del 2015 abrí mi empresa. Justo el día de mi cumpleaños, cumplí mi sueño», revela.

La satisfacción de ser capaz de montar su empresa y ver además que las cosas van saliendo bien es reconfortante. «Después de años de que te digan que eres ‘el tonto’, sientes que lo que has conseguido, fiándote de ti mismo, es un éxito», refleja.

En enero del 2021, empezó a hacer un posgrado en fisioterapia invasiva ecoguiada (un método de trabajo pionero para tratar patologías de origen musculoesquelético). Durante ocho meses, se desplazaba de Santiago a León todos los fines de semana para formarse en esto, en pleno cierre perimetral por el covid. «Los miles de euros invertidos en aquel posgrado fueron los mejor invertidos de toda mi carrera profesional. En el momento en el que entré en ese camino, crecí un 200 ?%», asegura. Y lo que aprendió impulsa a Mateo a seguir creciendo a sus 46 años, como emprendedor en Galicia en fisioterapia ecoguiada y como persona que sabe que es un profesor exigente el fracaso. Un hueso que hay que saber dejar a un lado del camino.