Cuando nos llamamos zorras entre nosotras

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

MABEL RODRÍGUEZ

17 feb 2024 . Actualizado a las 08:56 h.

Asaltar el diccionario. Con ese propósito involuntario hemos vivido muchas que al reasignar palabras con las que nos insultaban conseguimos apropiarnos de ellas y arrebatárselas a quienes nos las arrojaban.

No ha tenido que venir Nebulossa con su versión machacona del universo Rigoberta Bandini a decirnos que podemos utilizar la palabra zorra para describirnos porque esto hace ya tiempo que sucede entre nosotras. Entre las íntimas, entre las hermanas un «serás zorra», un «¡qué zorra!» en el tono adecuado, en el momento oportuno, en el contexto correcto es un código de camaradería y un tirabuzón humorístico que te protege contra quienes te arrojan palabras a la cara como si fueras basura. Es un juego dialéctico similar al del «maricón» con el que tantos gais reescriben cada día ese término que muchos escucharon por primera vez en el colegio antes de que supieran lo que significaba o al del «bollera» con el que las propias chicas gais mencionan al colectivo. Quizás se busca también un punto de provocación para que el radar detecte a quienes están con la vara de medir siempre enhiesta y dispuesta a sentenciar quién se comporta como debe y quién anda descarriada.

Así que, nada nuevo con llamarnos zorras, si no fuera por el escándalo y el tono del debate de estos días en los que una canción vulgarcita ha sido editorializada, destripada y comentada, unas décadas después de que la interpretación de Quiero ser una zorra de las Vulpes provocara la cancelación del programa en el que se estrenó, el Caja de ritmos de Carlos Tena. En aquel mes de abril de 1983 el diario ABC entendía que la canción «degrada a la sociedad española, subleva al padre de familia, indigna al ciudadano responsable, quebranta la intimidad del hogar». Y añadía: «Sin duda hay campañas en marcha de descristianización de la sociedad y corrupción de la juventud».

Cuarenta años han tenido que transcurrir para que aquel ejercicio de voluntarismo reflejado en el «quiero ser» haya quedado resuelto en un soy.

Como dice un querido amigo, noche de borrascas, noche de zorrascas.