Maria Beatrice Alonzi, experta en comunicación no verbal: «Los padres perfectos sí que existen»

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La humanista y analista de la conducta Maria Beatrice Alonzi, autora de «Tú no eres tus padres».
La humanista y analista de la conducta Maria Beatrice Alonzi, autora de «Tú no eres tus padres». cedida

«La generación Z no es la más frágil, es la más atenta a los sentimientos y a los demás. Son los hijos de una generación que no sabe manejar las emociones», señala la autora de «Tú no eres tus padres», bestseller en Italia. «Los hijos no atacan, se defienden de las expectativas y actitudes de sus padres», señala la analista de la conducta, que invita a girar el rumbo de nuestras relaciones distinguiendo esos modelos aprendidos que nos marcan

23 jul 2024 . Actualizado a las 08:48 h.

Si has visto el último éxito de Pixar, Inside Out 2, ya sabes un pellizco de lo que ocupa a la divulgadora científica Maria Beatrice Alonzi, superventas en Italia, ponente de la Universidad La Sapienza de Roma, analista de referencia de la conducta y el lenguaje no verbal. Alonzi nos invita a distinguir dolor y trauma, y a identificar esos patrones heredados o aprendidos a modo de coraza que seguimos de un modo más o menos inconsciente.

Bajarse del columpio mental de la disculpa, entender el propio sentimiento de culpa o liberarse del deseo de encajar en lo que esperan de ti son algunos de los pasos que se dan en Tú no eres tus padres, un libro en el que Alonzi revela las claves sobre el mecanismo de fight-or-flight, esa reacción instintiva de lucha o huida ante la percepción de un daño, ataque o amenaza.

—En los aprendizajes que quedan grabados a fuego en la infancia, a veces de manera inconsciente, escarba «Tú no eres tus padres». ¿En qué consiste el trabajo de una experta en lenguaje no verbal?

—Mi formación tiene dos facetas. Por un lado, tengo un grado humanístico en Filosofía y Letras, y otra formación de tipo técnico. Como humanista, me dedico a explorar el alma, a estudiar cómo nos comunicamos. Y una de las maneras claves en las que se comunican las personas es el lenguaje no verbal. Por eso, me formé en ello con varios másteres en el extranjero. Al final, he acabado trabajando en business márketing. A la vez he querido profundizar en los modos de comunicación. Para ello me he basado en los estudios de Paul Ekman, el reconocido psicólogo que asesoró la película Inside Out. Es la idea de que más del 90% de nuestra comunicación de emociones y sentimientos son lenguaje no verbal.

—La manipulación, el coraje, el no sentirse nunca suficiente o el sentimiento de culpa son cuestiones que despiezas como mecanismos en tus redes. ¿Cómo se consigue, ante el bum de terapeutas, marcar la diferencia y sumar 350.000 seguidores?

—Las redes son importantes. Me enfoqué en el estudio de la enfermedad mental y en la divulgación científica para diferenciarme. Y sobre esa base escribí primero una novela y el ensayo que hoy nos ocupa. La comunicación no verbal es fundamental cuando hablamos de niños, o de nosotros como hijos. Cuando la comunicación verbal de una persona es escasa o limitada, es muy importante fijarse en su expresión no verbal. ¿Qué hace un experto en comunicación no verbal? Sobre todo, analizar el rostro. Más que los gestos, lee la cara. Y ahí trata de ver las emociones. A través de una cara, se puede saber qué emoción está teniendo una persona, si es verdad lo que me quiere mostrar o mentira. Un analista de la comunicación no verbal detecta si alguien está mintiendo o no.

—Podría ser definitivo en nuestras relaciones cotidianas...

—Y en los departamentos de recursos humanos, saber mirando su rostro qué pasa por la cabeza de esa persona.

—Hablas de una maleta experiencial. ¿Cómo viene de cargada esa maleta y hasta qué punto nos pesa ese equipaje que viene de nuestros padres o principales cuidadores? ¿Qué margen de libertad tenemos en realidad, cuánto nos condiciona el contexto?

—Nos hemos hecho la pregunta de si es más determinante la genética o el ambiente. Ahora, ya no nos hacemos esa pregunta porque sabemos que pesa mucho más el ambiente. Con eso me refiero a una estructura, a esa estructura jerárquica que conoces en la infancia. Las figuras paternas pueden ser padre y madre, pero también puede haber una sola figura paterna, puede ser un progenitor biológico o no, un tío. Que alguien tenga ausencia de figura paterna lo que quiere decir es que tiene un hueco ahí. Pero hay otros elementos que son decisivos en el ambiente, la familia extensa, otras figuras en el colegio... A través de investigaciones, por ensayo y error, hemos llegado a ciertas certezas de cómo funciona la mente.

—¿Por ejemplo?

—Si tenemos un niño con una herencia genética inmaculada, y no hay nadie en la familia (abuelos, bisabuelos...) que tenga un trastorno mental, una neurosis o algo de ese tipo, si ese niño con un árbol genealógico inmaculado es maltratado o es víctima de abusos o se niegan sus necesidades afectivas en la infancia, ese niño va a tener de adulto problemas graves. En cambio, un niño que nace de padre drogadicto y de madre alcohólica, que no tiene una red social de personas de apoyo, ese niño si luego lo adopta, lo acoge y lo cría una familia que lo quiere y lo cuida bien, es muy probable que salga adelante y que le vaya bien. ¿Quién gana en la vida? El hijo de madre alcohólica que es criado con cariño por una familia que se ocupa, que cuida. Sin embargo, el niño que no es cuidado en la infancia, por más que tenga la genética a su favor, es probable que desarrolle un trastorno de la personalidad de un trauma de la infancia. Esa es la maleta de la que hablo en el libro.

—¿Qué ocurre los primeros seis o siete años de vida?

—El niño aprende por espejo. Lo que ve, siente y percibe en sus primeros años lo interioriza de una forma absoluta. Por ejemplo, en la generación Z, se habla mucho de ansiedad, depresión... ¿Tiene más la generación Z? No necesariamente. Pero los de la generación Z son hijos de unas figuras parentales que no tienen una conciencia emocional, que no saben qué son las emociones... Y hablamos de los padres por no hablar de abuelos, que son más ignorantes en lo emocional.

—¿El analfabetismo emocional provoca dolencias mentales?

—Durante siglos se ha manejado la educación de una forma incorrecta. En el siglo XIX, e incluso en el XX, se decía que no hay que tocar al niño. Es al revés, está probado que a un niño cuando no le toca, si no se le comunican emociones, al final muere. Todos somos hijos de generaciones con traumas, que no saben cómo lidiar con las emociones. Eso influye en las neurosis y en el desarrollo de trastornos de la personalidad. Nuestras relaciones se basan, sobre todo, en las manifestaciones de amor que hemos recibido en las primeras etapas.

—¿Somos el reflejo de los padres?

—No tanto el fruto de nuestros padres como el reflejo del amor con que nos han criado las figuras parentelas. La segunda idea fundamental de mi libro es que para un niño un padre es Dios, ¡no puede cuestionarlo! Es su fuente de supervivencia. Si el niño depende de un padre que lo trata mal, va a interiorizar esa agresión y eso le va a llevar a pensar que carece de valor.

«Un trauma no es un dolor muy grande, sino que es algo que el cerebro no puede procesar»

—¿Los primeros siete años de vida son entonces definitivos?

—Ahí se forma la estructura de nuestra personalidad. Pero no es A causa de B siempre. Hay situaciones que en el 99 % de los casos van a ser traumáticas (abuso, abuso sexual). Cuando sufres un trauma en la infancia, el ego se disgrega porque el cerebro no puede entender que la figura paterna, que debe proteger, le haga mal. En estos casos se necesita psicoterapia. Una madre ausente, o la que proyecta muchos deseos o expectativas sobre la hija, es probable que provoque una hija que se aferre a la madre y trate de demostrarle a toda costa que vale, desarrollando una dependencia. Otras personas, ante lo mismo, desarrollarán una personalidad excesivamente empática. Son niños hipervigilantes que debían ocuparse de pequeños de cosas de adultos.

—¿Un duelo es un trauma?

—No. Es importante entender que cuando alguien tiene mucho dolor psicológico, mental, no tiene hueco en su cabeza para nada. Si ve a alguien caerse en la calle no le va a ayudar porque no tiene espacio en su cerebro para atender ese dolor social. Somos jerárquicos en la forma de sentir los dolores. ¿Qué es un trauma? Es una situación que el cerebro no puede procesar y soportar. Pudo ser doloroso que murieran tus padres, pero todo es normal si supiste con el tiempo salir de ahí. Un trauma no es un dolor muy grande, sino que es algo que el cerebro no puede procesar. La forma de tratarlo es con la psicoterapia.

—¿Es la generación Z la más frágil, como dicen, o es una generación que absorbe unas expectativas paternas exigentes, más centradas en el éxito que en el bienestar y el cuidado?

—Es un clásico criticar a la generación que va después. La generación Z no es la más blandita, al contrario. Son una generación muy atenta a los sentimientos y a los otros. Vive en un mundo muy complicado, que acusa un abuso de los recursos, ciudades llenas de coches, abuso de carne, alcohol... La generación Z lleva un peso como el de ninguna otra. Es una generación muy consciente, sobre todo en Occidente. No quieren ponerse en el centro. Tienen menos ego. Son conscientes de qué es tener privilegios, son hijos de una generación inconsciente de eso. La maravillosa generación Z.

—¿Existen los padres perfectos?

—De hecho, es una frase del libro. Los padres perfectos sí que existen. Son los que cuidan a los hijos (no beben ni fuman en el embarazo, se cuidan y cuidan la alimentación del hijo...) sin exigir amor o reconocimiento a cambio. ¿Un padre disfuncional? Por ejemplo, es el que hace silencios punitivos o se enfada por una rabieta a los 3 años, o esa madre que recurre al chantaje del tipo: «Si haces esto, mamá sufre, lo pasa mal». Un padre lo que debe hacer es dar amor sin pretender amor a cambio. El amor paternal no es recíproco, no funciona así. Es el padre el que tiene que amar al hijo, no al revés.