En esta subasta de arte si no pujas por la obra, arde

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¿Dinero o mechero? Bajo esta premisa se produce toda la acción de esta subasta que es, a su vez, una «performance» artística. El próximo sábado 14 de diciembre llega a Galicia por primera vez

06 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Si conoces el funcionamiento de una subasta artística, olvídalo. De lo que vamos a hablar no tiene mucho (o nada) que ver con la clásica puja de arte, más allá del nombre. Si en una subasta convencional la gente ofrece dinero al alza, aquí es a la baja. Si en las clásicas, las piezas de arte se conservan con gran cuidado, aquí se queman. Arden por obra y gracia de Le Frère, el ideólogo detrás de Subastas Suicidas, en una mezcla de espectáculo, exposición y mercado que celebrará en A Coruña su decimonovena edición el próximo sábado 14 de diciembre a las 19 horas en Atelier Rabuda (calle Sinforiano López, 6).

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El artista madrileño Le Frère, en colaboración con Tania Aristi, empezó con este incendiario proyecto en mayo del 2018 y, a pesar de que en su mayoría se celebra en su ciudad natal, ha viajado por otras ciudades como Estocolmo y Málaga. Ahora es el turno de A Coruña, donde aprovecharán la inauguración del Atelier Rabuda para realizar sus Subastas Suicidas. «Rosalía [la dueña del local] nos dijo que quería inaugurarlo por todo lo alto y nos invitó a venir a hacer una edición en A Coruña», desvela el creador del proyecto.

El funcionamiento

Lo poco convencional de este evento hace que necesite prácticamente un manual de instrucciones. En primer lugar hay que asistir. Para ello desde la web www.subastassuicidas.com ponen a la venta chapas por 11 euros. Ese es el precio del acceso y la propia entrada. Una vez que llegas al local, identificándote con tu nombre, te ponen el pin y podrás acceder al evento. Una vez dentro, para iniciar la velada, se celebra una exposición durante una media hora de las obras que saldrán a subasta. «En ese momento puedes consumir algo y se va calentando el ambiente, y cuando ya hemos visto que ha llegado todo el mundo, recogemos las obras entre los artistas y seleccionamos cómo van a ir saliendo», comenta Le Frère. Él siempre es el encargado de inaugurar la velada con una de sus obras para romper el hielo. «Como yo estoy acostumbrado a ver arder mis trabajos, les quita un poco el miedo al resto de artistas», apunta. En ese momento empieza la puja. Cada artista sube a presentar su obra y se pone el precio de salida que «es muy bajo, pueden ser 20 euros, 40 como muchísimo», para fomentar el arte accesible.

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Hasta aquí todo parece normal, pero a partir de este punto es cuando entra en juego el mantra del evento: ¿dinero o mechero? Una vez presentada la obra y puesto el precio, se realiza una puja a la inversa, es decir, el precio de la obra va bajando y mientras el tiempo pasa... la obra va ardiendo. El público decidirá con sus ofertas cuánto quieren quemar la pieza por conseguir un mejor precio. Pero ¿qué pasa si dos personas quieren lo mismo? Aquí el dinero es lo de menos. Cada uno de los interesados deberá subir al escenario a intentar convencer a los asistentes de por qué ellos lo merecen más que los demás, lo que en el proyecto llaman subasta emocional. En este punto, es el público el que decide quién merece más quedarse con el disputado objeto.

El origen de la idea

Lo poco convencional de este evento va en línea con la misma cualidad del artista. Le Frère está detrás de obras que trascendieron al ojo público como su colección de retratos a boli sobre papel higiénico de grandes figuras españolas como Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre, Jorge Javier Vázquez o Alfredo Pérez Rubalcaba. En el 2014 acaparó titulares con esta peculiar muestra y volvió a hacerlo cuatro años más tarde al retratar con casi un litro de su propia sangre a Francisco Franco en un lienzo de dos metros.

Al igual que los dos ejemplos anteriores nacían desde la crítica política y social, Subastas Suicidas también surge como reflexión ante una situación controvertida. «Se me ocurrió pensando en la forma que tenemos de consumir en la actualidad, que ya se traslada también al arte», apunta Le Frère, que percibe que en los tiempos en los que vivimos «la gente quiere que se lo des todo rápido». La inmediatez del consumo cultural la ha transformado en una experiencia en la que las obras «directamente se iban a consumir delante de las narices de los espectadores». Para el artista madrileño esto también es una forma de «reivindicar que la cultura hay que cuidarla» y a su vez de poner en valor el carpe diem y aprender a no aferrarse a lo material. Fue así cómo propuso a varios artistas de su entorno realizar esta idea en la calle. Tal fue el éxito que decidió convertirlo en una performance recurrente y así hacer este espectáculo cada tres meses aproximadamente.

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Quizá mientras lees estas líneas estés pensando: ¿a qué artista le gustaría trabajar durante horas en una obra para luego verla envuelta en llamas? El propio Le Frère reconoce que «no todos se atreven a participar» y que, de hecho, a algunos de los que han aceptado «casi se les sale la lagrimilla» al ver su trabajo destruirse bajo las llamas. Sin embargo, el madrileño reconoce que, a pesar de ser duro para los creadores, «todos acaban diciendo que les encantaría repetir la experiencia».

En la edición que tendrá lugar la próxima semana en A Coruña los valientes que pondrán sus obras encima del mechero serán Elchano, La Mapache, Gemmi, Rosalía Varela y Suso Basterrechea, además del propio organizador del evento: Le Frère. Desde Subastas Suicidas piden a los participantes que impriman un carácter crítico a sus piezas, «que sean una sátira». Más allá de la performance, buscan también hacer el arte más accesible para el público. «En realidad, se están exponiendo obras originales, y si hay algunos microcoleccionistas que las quieran comprar, queremos que sean asequibles para ellos», apunta Le Frère. «En el mercado es más caro, y hay gente que no puede permitírselo y va a venir por eso», añade.

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Para el ideólogo, lo más importante de esta experiencia es crear un espacio de reflexión y diversión a través del arte. Por un lado, «el público está muy entregado y luego tienen la posibilidad de hablar con los creadores de forma muy cercana», comenta Le Frère. Además, para el artista también supone un reto creativo y «es muy guay ver cómo la gente lo da todo».

El concepto resulta muy atractivo para los asistentes, tanto que el fuego acaba revalorizando la obra. «Hay gente que se lleva piezas que no han llegado a arder y que luego se acercan a pedirnos si las podemos quemar, aunque sea una esquinita», comenta entre risas Le Frère. Al final, y como reconocen desde el proyecto, el arte, como la energía, ni se crea ni se destruye, solo se transforma.