Luis Sala, especialista en moda y arte: «Ahora no interesa que haya supermodelos»

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Acaba de publicar un libro, en el que aborda el lado humano de seis mujeres: Judit Mascó, Laura Ponte, Nieves Álvarez, Verónica Blume, Martina Klein y Laura Sánchez, que transformaron el mundo de la moda en los años 90

25 feb 2025 . Actualizado a las 09:23 h.

Nació a principios de los 2000, pero desde que tropezó con una colección cápsula de David Delfín en la que aparecían esas mujeres a las que se les había otorgado la etiqueta de «supermodelos», Luis Sala, que estudió Diseño de Moda y se especializó en Arte Moderno, Contemporáneo y Diseño en el MoMA de Nueva York, y en Transformación del negocio de la moda en Parsons School of Design, descubrió «una película en blanco y negro, que te insisten en que tienes que ver, pero nunca tienes tiempo». Esas imágenes lo hipnotizaron y quiso saber más sobre ese fenómeno que se dio en el mundo de la moda en los 90. Le impactó tanto que decidió contarlo en un libro, que acaba de publicar, SUPER modelos, para el que ha contado con la participación de seis de ellas: Judit Mascó, Laura Ponte, Nieves Álvarez, Verónica Blume, Martina Klein y Laura Sánchez. «Judit es arrolladora, en el buen sentido de la palabra; Nieves es divina, sutil al hablar, magnífica; Verónica es etérea, está entre el cielo y la tierra; Laura Ponte es cercana y natural; Martina es única, y creo que para contar esta historia tenía que estar la Klein; y Laura Sánchez, divertida, se puede comer el mundo con esa sonrisa». 

—Dices que para ser supermodelo es necesario que te reconozcan por tu nombre de pila.

—Una cosa es ser modelo, y otra, supermodelo. Puedes ser una muy buena modelo, y no tener un nombre reconocido. Hay muchísima gente que trabaja como modelo, incluso muy famosas que, sobre todo, se han generado en estos últimos años, pero no nos sabemos el nombre. En cambio, hubo una época, aquellos años 90, en la que agencias como Elite, en las que trabajaban estas supermodelos, que pedían a las cabeceras como Vogue, Harper´s Bazaar o Elle, que el nombre saliera en la portada. Leías Laura Ponte y la veías. Eso ya no existe.

 —¿Qué representa una supermodelo?

—Son el recuerdo de aquellos maravillosos 90. Maravillosos, porque en la moda hubo un cambio grande. También cosas malas, como esa delgadez extrema que se nos vendió, porque el 90-60-90 hasta ellas dicen que no existía. Pero también pasaron cosas muy guais: llegó esa cultura pop, se asentaron las tribus urbanas, llegó Galliano, cambió la moda, McQueen... También creo que lo que generó las supermodelos fue la pasta que se movía en la moda en aquellos años. Ellas cuentan que se cobraban unas cantidades desmesuradas; a día de hoy sería imposible, y se dejaron de cobrar. Todo aquello terminó por la crisis.

 —Además del físico, ¿era importante la personalidad?

—Sí, lo que tenían ellas era diferente a cualquier otra persona, cada una tenía su forma de ser, y por eso unas cuadraban tan bien con Vogue, otras con Elle... Eso era aparte de su físico. Elle quería niñas más rubitas, más aniñadas, mientras que Vogue quería rostros más agresivos, algo novedoso.

 —¿Cuál es la supermodelo que más ha roto tus esquemas?

—Yo pensaba que Judit Mascó era muy seria, pero luego es encantadora y divina. Pero la que más me rompió fue Verónica Blume. Yo llegué a la moda en un momento en que, a lo mejor sus compañeras estaban más activas, pero ella estaba ya en su época de yoga, una vida muy espiritual... Yo desconocía prácticamente todo de ella, aunque es verdad que desfila y sigue trabajando, eso ya ha quedado en segundo plano.

 —Nos imaginamos un mundo de envidias y rivalidades, y al final, nos descubres todo lo contrario.

—Piensa que eran muchas horas, y mucha soledad. No había teléfonos. Tenías que montarte tu pandilla fuera de casa, y te ibas cruzando con Naomi Campbell, Christy Turlington... y luego estaban las españolas, que, igual por carácter, coincidían más. Me lo dice mucha gente, que Naomi Campbell y las españolas iban todas juntas.

 —¿Cuál es el mayor mito que nos han vendido sobre las supermodelos?

—Un poco la inaccesibilidad, que eran figuras distantes, como un mundo de lujo, pero cuando te vas acercando a ellas, ves figuras normales, cercanas, te abrazan... Yo, por lo menos, me sentí superbién recibido cuando les mandé la propuesta, cuando me iban contestando, y luego, cuando ha pasado el tiempo, hemos seguido con el trato. Y sobre todo, la sororidad entre ellas, en un mundo en el que todo eran envidias, todas iban en contra de todas, pero no era así, estaban estos grupos que se apoyaban entre ellas, eran como ejércitos de amistad, si se puede decir así, de buen rollo. Estas seis mujeres iban un poco a la de una. A lo mejor no se ven en años, pero cuando se ven es una alegría.

 —«Con ellas nacen las supermodelos».

—Siempre ha habido modelos conocidas, desde los 40 y 50 con Dovima; en los 60, Twiggy... pero llegan los 90, y con una no tenían suficiente, tenían que generar más. En los 90 se crearon tantas tribus, tantos estilos, tantos rollos, que a lo mejor una encajaba muy bien en la moda de Vivian Westwood, y la otra en Tommy, pero al revés no. O la que hacía Chanel no hacía Chloé... Es el momento de agencias como Elite, que tienen muchas caras... Se están formando estrellas del rock, actores, actrices, como que todo pega un pelotazo de mitos, y el mundo de las modelos no va a ser menos.

 —Y el concepto muere...

—A lo mejor dentro de 10 años se vuelven a generar, pero ahora no se están creando, porque no interesa. No interesa que una persona sea más mítica que la ropa que lleva, no le interesa al diseñador, ni al editor, ni al fotógrafo... Esto es una industria, se trata de vender ropa, pero ellas llegaron en ese momento en el que todo era proclive a la creación de la supermodelo.

 —Dices que también por la instantaneidad que traen las redes sociales.

—Al final, ahora tenemos acceso a todo muy rápido. Antes, si querías saber de moda, tenías que ir a Vogue, ¡Hola! Fashion, ahora uno puede dar una exclusiva grabando un vídeo, presentar una colección en un directo de Instagram... Está todo visto. El hecho de que fuera más inaccesible ayudaba a crear el mito.

 —Ninguna de las supermodelos de tu libro querían ser modelos.

—Mira lo que te digo, conforme he ido viéndolo, creo que si quieres ser modelo, no lo consigues. Es algo que te pasa, y a ellas les pasó, no lo estaban buscando.

 —Y a edades muy tempranas.

—En Francia se ha regulado, y no se puede hasta los 16, pero con 16 todavía eres una cría para moverte en ese mundo en el que hay tanto dinero de por medio, gente muy mayor, que te va a ayudar, por supuesto, y gente muy mayor que se quiere aprovechar. Era peligroso, se dio en aquel momento, pero no va a volver a pasar. Ver a una persona de 14 o 15 viviendo en Manhattan es como ¡guau! Me lo contaban y parecía fantasía.

 —¿Siempre tuviste claro el grupo?

—Fue un poco a ver quién se une. Como en todo, encontrabas gente que te ayudaba y otras que decían: «Yo ahí no me meto». Nunca fue un grupo cerrado. Seguro que hay más historias por contar maravillosas, y me hubiera gustado contarlas, pero, bueno, estas fueron mis seis supermodelos y muy orgulloso de ellas, y de que me lo contaran a mí.

 —¿Hubieras contado con Eugenia Silva o Vanesa Lorenzo?

—Sí, las tenía a ellas igual que a Esther Cañadas, pero no hubo posibilidad. Pero claro que son supermodelos, solo hay que ver la relación de Eugenia con Armani, o lo que hizo Esther Cañadas, retirarse, volver a los 48 y comerse prácticamente el mundo. No es que conquistase París, o Italia, conquistó el mundo.

 —¿Cuál tuvo la carrera internacional más exitosa?

—Es muy complicado, porque unas destacaban más en fotografía, otras eran más de pasarela... Tenemos a Laura Ponte como la mejor pagada del año 96, en los años 95-96 invadió el mundo, eso lo dicen todos. Pero está la carrera de Judit o la de Nieves, que no hay que perderlas de vista, igual que la de Martina, Laura Sánchez o Verónica.

 —Laura Ponte dice que no se acuerda ni de que fue modelo... ¿Crees que su particular estilo la diferenció del resto?

—No se acuerda, pero yo creo que porque no mitifica, ella es pa´lante, pa´lante, currar. No se considera una supermodelo, le dices que lo era, y pone una cara de «yo no, yo no era». Y creo que, por supuesto, su estilo la ha diferenciado. Al final, los 90 fueron estéticas muy diferentes, no había que ser perfecta, me refiero a la idea de perfección que teníamos en ese momento para ser modelo, acuérdate que llegó Kate Moss y dijo: «Aquí estoy yo, bajitas del mundo, alzaos». Laura dio una estética muy diferente, y ella lo dice, se sentía una tía normal. Lo que la hace Laura Ponte es que nunca se lo cree, habla de las supermodelos en tercera persona.

 —¿Crees que a Judit la marcó a nivel internacional la portada de «Sports Illustrated»?

—Ya había trabajado mucho, pero es verdad que aquello fue un buen pelotazo. Esa portada era lo que querían ser todas las niñas en aquel momento: eso o presidentas.

 —Nieves dice que «el señor Saint Laurent nunca la vio sin rojo en los labios y el pelo repeinado hacia atrás».

—Era como la religión Yves Saint Laurent, igual que estaba la religión Armani. Para que te viera Armani tenías que llevar el maillot color carne, la blazer negra, el moño y el labio.

 —Me sorprende Verónica cuando dice que nunca disfrutó de la moda.

—Tiene historias muy guais, pero es verdad que le faltaba algo, se vio un poco arrastrada. Empezó muy joven, y yo creo que verte tan pequeña solita en medio de Nueva York debe de ser un shock grande. Si le sumas, que empiezas a currar, a conocer gente, a ganar esa cantidad de dinero y que tampoco lo puedes disfrutar porque estás allí sola, tiene que ser desconcertante. Dice que se veía completamente fuera del agua. Que prefería ser de las de atrás en la foto, y cuando pudo eligió su camino hacia el yoga.

 —¿Cómo crees que Martina logró romper con esa imagen clásica de supermodelo y convertirse en alguien mediático, pero cercano?

—Lo de Martina pasó de una forma orgánica. Hasta la forma que tiene ella de contarlo. Cuenta situaciones muy heavies que le pasan, como cuando le decían que no entraba en el canon. ¿Cómo le puedes decir eso a una niña? Con 16 años tiene que costar afrontar todo eso.

 —¿Y a Laura Sánchez crees que la interpretación le ha dado más que la moda?

—El día que estuve con ella, la gente le decía: «Mira, la Pepa», por el personaje que hizo en Los hombres de Paco. La moda le dio muchos años, lo que pasa es que es verdad que en España se le reconoce por ese personaje, que fue mitiquísimo por dar voz a un colectivo que en aquel momento no había en la televisión. Ella está orgullosísima. Pero tiene una carrera en la moda que yo desconocía.