Irene es «sisisí», sí estudia, sí trabaja y sí ayuda: «Mis padres me dijeron: 'Lo primero son los estudios', pero quería saber lo que cuesta trabajar a la vez. Me ha servido para sacarme valor»
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Irene divide sus 23 años entre la carrera de Trabajo Social y el ciclo de Producción Audiovisual, su empleo en una cafetería de un centro comercial y la colaboración en Protección Civil y la asociación Aspas de Santiago. Esta es la cara solidaria de la generación Zeta
24 feb 2025 . Actualizado a las 08:23 h.Un ejemplo para los que se sorprenden por la enorme respuesta solidaria de los jóvenes en catástrofes como la dana. Los 23 años de Irene tienen amigos y tiempos libres, siempre se buscan un hueco para desconectar, pero se dividen entre el estudio, el trabajo y la colaboración en dos asociaciones de voluntariado que le han permitido estar en grandes eventos, sobre el terreno en uno de los municipios más castigados por la dana y conocer de primera mano esa realidad que no suele mostrar la cara en la Universidad. Pero por más que divida su tiempo, a Irene le gusta sumar. Irene es «sisisí». Sí estudia, sí trabaja, sí saca tiempo para ayudar a los demás.
Para ella, las mañanas de los fines de semana son para trabajar. Durante la semana, las mañanas son para estudiar, y las tardes, para colaborar en casa y para hacer voluntariado.
Irene es de Cacheiras, de Teo, municipio que figura en el mapa de la crónica más negra de España por el crimen de Asunta. A Irene el caso que más sobrecogió el corazón de Santiago le tocó de cerca emocional y literalmente, porque el hallazgo tuvo lugar solo a unos metros de su casa. «En 23 años que tengo nunca he pasado por la pista forestal donde encontraron a Asunta. Y está a un minuto en coche. Fue muy duro», recuerda.
Irene estudia hoy el ciclo de Producción Audiovisual, está acabando la carrera de Trabajo Social y es voluntaria de Protección Civil de Santiago y de la asociación Aspas (Asociación de Padres de Personas con Discapacidad Intelectual). A los sisis (sí estudian, sí trabajan) que dieron la cara por toda una generación de jóvenes latemillennials, tras la crítica social a los ninis (ni estudian, ni trabajan), hay que sumarle un tercer sí, el de la ayuda desinteresada, pero interesante para formarse en un mundo complejo en el que es urgente aprender a desenvolverse para vivir, en el que la diferencia la marcan más las habilidades que las titulaciones que tengas.
La formación son los cimientos. «Lo primero fue la carrera. El voluntariado vino después, y me permitió ver de cerca el oficio de muchas trabajadoras sociales, el trabajo que hacen. Eso me sirvió para la carrera», para dar desde el principio un sentido práctico a la teoría. Su vocación no va en párvulos, tiene años. Desde pequeña, Irene sintió ya el pellizco de ayudar a otras personas. «Si se hacía algún tipo de recolecta de alimentos, a mí me gustaba estar ahí. Por eso pensé que Trabajo Social era una carrera para la que yo podía valer», cuenta.
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Entrar a formar su vocación en la Universidade de Santiago fue «satisfactorio», no dio al traste con sus primeras expectativas. En la USC hizo Irene sus dos primeros años de carrera y al tercer curso decidió continuar por la UNED, en parte por la flexibilidad que le ofrecía, «a un ritmo más lento», la universidad a distancia para organizarse mejor con su trabajo y el voluntariado.
Irene acabará su carrera, según lo previsto, el año que viene. Sí estudia y sí trabaja, en una cafetería del centro comercial de Compostela As Cancelas. Antes de su empleo actual, Irene estuvo empleada en otra cafetería en Milladoiro. El hecho de que Trabajo Social sea una carrera adscrita a la USC, lo que se traduce en el abono de una cantidad mensual «de unos 200 euros», la impulsó a buscar enseguida un empleo: «Pensé que ponerme a trabajar me iba a venir bien para poder pagarme ese extra. Con la matrícula me ayudan mis padres, pero yo intenté poner todo lo que podía».
«Llegar de trabajar y ponerte a estudiar a veces se te hace duro, pero quería probar esa experiencia, y al final me ha servido para sacarme valor. Después, cuando consigues las cosas te sientes más orgullosa...»
Además de por una cuestión práctica, Irene quería conocer en primera persona lo que era estudiar y trabajar al mismo tiempo, «para saber lo que cuesta». «Si trabajas cinco horas por la mañana, a lo mejor lo que te apetece al llegar a tu casa es ponerte a descansar. Llegar y ponerte a estudiar a veces se te hace duro, pero quería probar esa experiencia, y al final me ha servido para darme valor. Después, cuando consigues las cosas te sientes más orgullosa», asegura esta defensora del esfuerzo.
El «todo hecho» a la larga ayuda menos que el «me busco la vida». Que la vida cuesta ganarla es una idea fija en la cabeza de esta joven, que pronto entendió la independencia como una carrera que uno hace en solitario, aunque se arrope de buenas compañías y manos tendidas. «Mis padres me dijeron siempre: ‘Lo primero son los estudios, hay que tener prioridades’, pero después veían que probar esta experiencia de compaginar las dos cosas iba a estar bien. Y así fue», sonríe esta hija de padres trabajadores, madre documentalista en TVE y padre comercial.
«De cada cosa sacas un aprendizaje nuevo. Si no hubiera sido voluntaria de Protección Civil, no habría podido vivir muchas experiencias que han sido importantes para mí, como ayudar en la dana»
LA EXPERIENCIA MÁS FUERTE
Su parte solidaria se activó del todo «cuando terminó la pandemia». Hacia febrero del 2021, recuerda que quería colaborar ayudando desde la Cruz Roja, «pero en aquel momento no aceptaban voluntarios» y ella se puso a investigar otras opciones. Y le salió Protección Civil en Santiago. «Yo iba a estudiar a la biblioteca de la Cidade da Cultura y en aquel momento había vacunaciones. Allí veía todos los días a gente de Protección Civil y me llamaba la atención. Dije: ‘Voy a probar’... Mandé el formulario y quedé encantada. Fue todo muy profesional», valora quien explica a continuación que recibió como respuesta un correo en el que la invitaban a conocer las instalaciones del cuerpo y la informaban del curso de preparación al que debía asistir para poder empezar a colaborar. «A medida que vas, vas haciendo amigos dentro de la agrupación y te acabas sintiendo como en casa. Así empecé yo y así lo siento», comparte.
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Irene ha estado ya en numerosos eventos. «De cada cosa sacas un aprendizaje nuevo. Si no hubiera sido voluntaria de Protección Civil, no habría podido vivir muchas experiencias que han sido importantes para mí. Poder ir al Circo del Sol fue una de ellas. Una de las cosas que más me llenaban era hacer reparto de alimentos a personas y familias en situación de vulnerabilidad, y era aquí donde encontraba yo la conexión con lo que vi en las trabajadoras sociales. Llena mucho ver cómo la gente agradece lo que le das», dice.
De las familias vulnerables a las que conoció recuerda en grande «esa gratitud» con la que te reciben. «Me acuerdo que fuimos a un piso donde vivían unos niños pequeños, que en cuanto nos recibieron avisaron contentísimos a su madre de que llegaba la comida. Ver que hay una necesidad en esa familia que tú puedes ayudar a cubrir o a aliviar es muy gratificante. Lo ves un regalo para ti», asegura. Pero quizá lo que más ha impactado a esta curranta en cuatro años de actividad solidaria fue desplazarse a Valencia tras la dana.
¿Fue aquel el peor escenario al que te enfrentaste en tu vida? «Fue de las experiencias más fuertes que viví... —matiza—. Lo ves en la tele, en las redes, pero llegas allí y es diferente. Lo primero que visitamos fue Paiporta y en cuanto llegamos una señora se lanzó a abrazar a mi compañera. El poder hablar con la gente, estar allí, fue fuerte. Ves la vida de otra manera».
En momentos de flaqueza se sacan fuerzas «priorizando». Irene era parte de un equipo que repartía por las calles de la zona castigada por la dana agua y alimentos de primera necesidad. «Si vas con esa misión, priorizas el dar a la gente un mensaje de esperanza y mantenerte fuerte para que vean que la hay. En el momento de darles ese alimento es importante estar fuerte. Y si necesitas desahogarte lo haces después, en un momento en el que estés sola», indica Irene, que dice que la situación te va pidiendo la actitud. Ver en vivo lo que pasa, «escuchar cómo te lo cuenta la gente», te despierta «empatía». Irene no olvida, entre otras personas, al señor que por la riada perdió un taller de artesanía que era su vida entera. «Te llevas el recuerdo de esas personas, de historias que te hacen reflexionar y sentirte afortunada», afirma. ¿Cómo saca tiempo para todo una «sisisí»? «¡No lo sé! Supongo que organizando... Sé que tengo estas horas para trabajar y estas para estudiar o para esto otro. La clave es hacer el esquema y planificar bien... A veces tienes que sacrificar un poquito, pierdes un plan que te apetece, pero con el tiempo vas aprendiendo a gestionarlo», explica Irene, que en la parte de la renuncia cuenta «algún plan con amigas». «En los conciertos del Monte do Gozo o los fuegos del Apóstol sacrificas el no ir con amigos por ir a ayudar». ¿Compensa? «Muchas veces sí, la mayoría, pero siempre tienes que reservar un poco de tiempo para ti, para salir a cenar algún día con tu pareja o disfrutar con amigas», concluye esta «pluriempleada» de 23 años que se lleva la matrícula de honor en solidaridad.