¡SOS, comuniones!: «Elegir a quién invitas y elegir a qué comunión vas es adquirir una competencia social»

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SON COMO BODAS... De los macrocumpleaños a las comuniones-tetris que llevan a hacer examen de amigos, a cuadrar las finanzas familiares y a planificar a largo plazo. Cuatro expertos analizan un fenómeno que nos supera.

05 mar 2025 . Actualizado a las 15:13 h.

A los grupos de WhatsApp de cumples para 30 niños, a los de la clase del cole y a los de la agenda deportiva extraescolar se suman, superado el ecuador de primaria, las comuniones. Hay que estar preparados para que mayo sea largo cual semestre, para organizar, cuadrar y flexibilizar agendas y tomar decisiones que afectan a las amistades, la educación, el tiempo libre y el presupuesto familiar.

Los cumpleaños se celebran como comuniones, las comuniones como bodas y las bodas son campamentos de tres días, juegos olímpicos a reventar. Esto es algo que ya se ha dicho en los últimos años. «Nos gusta celebrar todo, ¡y está muy bien! Pero a lo mejor hay que ponerle sentido común...», comienza Rocío Ramos-Paúl, máster en Psicología Clínica, Supernanny en televisión.

No es una verdad mundialmente conocida que si, por descuido o desinterés, dejas para «más adelante» bautizar a un hijo te verás en apuros cuando el niño tenga 7 años cumplidos y entre en casa con la pregunta: «¿Voy a hacer la comunión?». Según el colegio al que vaya y el grupo en que esté, el sacramento que se ha convertido en una suerte de Champions League tendrá más o menos calado, y la elección de hacer la comunión no solo va a depender de la fe o los deseos del niño, sino de que tenga «los papeles en regla». Cuando el niño tiene más de 7 años y está sin bautizar, ¡esprint para los padres que, gentes de fe, creyeron que ir sobre la marcha era una opción! En ese caso, no, no vale con ir a la parroquia y querer resolver. El niño ha de solicitar al obispo por carta recibir el bautismo, sus padres han de autorizarlo a su vez en otra misiva, habrán de hacerse con la correspondiente partida de nacimiento... Y si el plazo y las gestiones para hacer la comunión aprietan, hay que rezar y abrazarse a la indulgencia divina para que dé tiempo a comulgar y celebrar.

«Si todo es lo mismo, la demanda del niño siempre será más. Lo primero para los padres es sentido común y graduación, pero graduación no de gorritos...»

El carrusel celebrativo puede conllevar problemas, dudas e incluso estrategias electorales que quizá salgan a cuenta a la hora de educar. «Cada uno deberá ajustarse en función de su economía, ver si ese gasto le exige recortar en cosas necesarias. Los niños tienen que aprender a graduar. No es lo mismo un cumpleaños que una comunión, ni una graduación infantil que una de carrera. Si todo es lo mismo, la demanda del niño siempre será más. Lo primero para los padres es sentido común y graduación, pero graduación no de gorritos, sino de celebraciones. Y un cálculo global de lo que va a suponer. No tiene sentido que pidas un crédito para celebrar la primera comunión», subraya Rocío Ramos-Paúl

¿QUÉ RECUERDA AL FINAL EL NIÑO?

«Hacer un roto en las finanzas» para gastar en cosas que no van a calar en el recuerdo «no tiene sentido», refuerza la experta en educación financiera Natalia de Santiago, que ha celebrado las comuniones de sus cinco hijas y reconoce «el qué dirán» como una de las fuerzas que operan en la temporada de comuniones. Una fuerza que te debilita el músculo financiero. Enfocarse en lo que quieren los niños para su día, más que en los deseos adultos, es una de las recetas de las expertas para no pasarse de metros con la cola del evento.

«La media de España en el gasto por celebrar la comunión está entre los dos mil y pico euros y los casi 4.000; si los ingresos mensuales rondan los 2.000, es mucho. Hay que poner el gasto que supone el evento en perspectiva con la cantidad de ahorros que uno tiene...»

«El niño se va a quedar más con si van sus tres o cuatro amigos, o si va a pasarse la tarde jugando siendo el protagonista, que con el menú y los añadidos que a los padres nos parecen importantísimos, como la mesa de chuches o los recuerditos que la gente se deja en la mesa o mete en una caja en casa que no vuelve a abrir —señala De Santiago—. La media de España en el gasto por celebrar la comunión está entre los dos mil y pico euros y los casi 4.000; si los ingresos mensuales rondan los 2.000, es mucho. Hay que poner el gasto que supone el evento en perspectiva con la cantidad de ahorros que uno tiene».

Lo primero es «recurrir al ahorro». «Si optas por una financiación con un préstamo personal, al final vas a pagar un 7, un 8 o un 10 % más. Mejor pagarla de ahorro, y de ahorro sin meterse en el mínimo de colchón de emergencia: tres meses de ingresos netos», destaca la autora de Invierte con poco, que dice que si el gasto te deja sin margen para operar ante un imprevisto, «hay que pensarlo y priorizar». Todo suma: el vestido o el traje, la ropa de los adultos y de otros niños de la familia, los recordatorios... Y si vemos cada aspecto por separado caemos en el optimismo que favorece los gastos termita, que se comen sin que te enteres lo que tienes y lo que no. «Lo que ayuda es sentarse a hacer un presupuesto antes. Sentarse con papel y lápiz, y ver el número entero que resulta. Si vamos escalonadamente, no nos damos cuenta de lo que va a sumar. Hay que priorizar esas cosas que van a quedar más en el recuerdo», recomienda quien añade que a veces dejamos de lado cuestiones importantes, como que «haya espacio para que los niños jueguen».

«Las personas somos malas cuando manda la presión social. Es difícil ser asertivo y decir: ‘Voy a celebrarlo en casa con la familia y dos amigos’, porque das por hecho que te van criticar, que unas veces es verdad y otras no. Que seamos seres relacionales no implica ser borregos de ‘si él pone tres globos, yo pongo uno grande que cuando sube haga luces’. Esto es una locura. Y, de cara al niño, si vas y ya le pones el globo con luces, él va a más», dice Supernanny. ¿Y eso que dicen los padres de que «es el niño el que lo pide»? «No, no, ahí están volcadas muchas expectativas de los padres, porque el niño lo que quiere, en realidad, es jugar con amigos, con primos o con alguien de la familia, y tener ese día el protagonismo que tiene que tener», continúa. Darle el protagonismo al niño es fundamental y consiste en darle tres o cuatro cosas valiosas para él, no un ‘más a más’».

El no, en estos casos, es también un buen recurso educativo, advierte Rocío Ramos-Paúl. «Hacer consciente a un niño de que sus padres no pueden gastarse tanto dinero en una celebración es hacerle consciente de una realidad. Es educar», asegura.

«Si entramos en la rueda del compromiso, se genera una especie de red de comuniones que es como una pandemia, ¡una pandemia de comuniones que se expande muy rápido! Es una fuente de estrés para los padres y de confusión para los niños...»

Estamos muy en el qué dirán. Es el invitado más voluminoso y menos satisfactorio de los grandes momentos de la vida. «Cada vez hay más opciones, más comparaciones, a ver quién puede dar la nota... Y eso tiene que ver con la sobreexposición que hay en redes como TikTok e Instagram, que hace que se haya perdido el sentido común y el de una comunión. La parte religiosa está difuminada, no queda de ella nada o casi nada. Si entramos en la rueda del compromiso, se genera una especie de red de comuniones que es como una pandemia, ¡una pandemia de comuniones que se expande rápido! Recibir la comunión en su base es un acto humilde, debería ser íntimo, y se está convirtiendo en una fiesta ostentosa», considera la psicóloga Alejandra Dotor, especializada en niños y adolescentes. Un día de fiesta puede, con las nuevas usanzas, acabar siendo en «una fuente de estrés para los padres» y un rueda-rueda de confusión para los niños.

¿Regalo común, sí o no? «Me parece la mejor opción —se moja Rocío Ramos-Paul—. Y habrá quien pueda pagar los 10 euros y quien no. Como clave, está bien por parte del que celebra proponer una franja de aportación, por ejemplo de entre 5 y 20 euros, claro que esto debe salir del que celebra».

¿INVITO A TODA LA CLASE?

El invitar a toda la clase «ni está bien ni está mal; hay que ver qué motiva esa decisión», valora Supernnany. «Yo suelo poner este ejemplo: ‘¿Damos medallas a todos los que hacen la carrera para que nadie se sienta excluido o a los que sean primero, segundo y tercer puesto, y diplomas al resto?’. Es necesaria una competitividad que, traducida a las celebraciones, sería una competencia social. Tienes que entender que no le caes bien a todo el mundo, o que que no te inviten no significa que caigas mal, sino que no eres de los preferidos. Te va a tocar escuchar críticas o entrenar habilidades como el humor».

«Hay que decidir cuanto antes a cuál se va y comunicarlo con claridad. ¿Por qué la gente no termina de confirmar su asistencia? Uno es la desorganización, que es señal de desinterés. Otro es el miedo a comprometerse...»

Que las comuniones deben ser «eventos disfrutables, no fuentes de estrés» es algo que tiene claro también Mapi Hermida, experta en gestión del tiempo. «Debemos priorizar los eventos que suponen para nosotros tiempo de valor —subraya—. Tiene que haber un sistema de planificación. Seis o nueve meses para reservar iglesia, lugar de celebración..., para que no coincida con otras celebraciones. Esta planificación no todo el mundo la lleva igual. Lo que yo digo es que lo que no está en la agenda no existe, y cuanto antes esté en la agenda, mucho mejor».

Cuando hay muchas comuniones, lo frecuente es elegir. «Hay que decidir cuanto antes a cuál se va y comunicarlo con claridad. ¿Por qué la gente no termina de confirmar su asistencia? Por cuatro motivos —apunta Hermida—. Uno es la desorganización, que es señal de desinterés. Otro es el miedo a comprometerse (especialmente si el evento coincide con las vacaciones); en este caso es importante manifestar cuál es tu prioridad. El tercer factor es por incomodidad; tenemos el sentimiento de querer agradar, inherente al ser humano, pero todo el mundo tiene derecho a no asistir, a decir que no y priorizarse ante los demás; nadie debe sentirse obligado. Y el cuarto motivo es, sencillamente, que hay una saturación de eventos». Y es un ejercicio importante respirar. Ahí entra el arte de la improvisación, que a veces pinta los mejores días sin haber hecho ningún plan...