Ignacio Peyró, autor del «El español que enamoró al mundo»: «Si Julio Iglesias tiene que agarrarse a unas raíces lo hace a Galicia»

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Julio Iglesias en una foto de archivo del 2018.
Julio Iglesias en una foto de archivo del 2018. Europa Press

«El español que enamoró al mundo». Así se titula el libro que acaba de publicar Ignacio Peyró sobre Julio Iglesias en el que destripa su vida. «Julio se sintió traicionado por Enrique, el disco se lo financió la niñera», indica

24 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«Eu quero che tanto. E aínda non lo sabes. Eu quero che tanto». Así comienza el sencillo que Julio Iglesias lanzó en el año 1972. En ese momento todo lo que tocaba el madrileño se convertía en oro, también una canción en gallego en la España predemocrática. «Aunque tiene un gallego que Rosalía todavía se está retorciendo en la ultratumba, Canto a Galicia fue un gran golpe de intuición de Julio, porque la tradujo justo la noche antes de que se estrenara y él sabía que iba a ser una canción importante aunque la discográfica no tenía fe en ella», afirma Ignacio Peyró, que acaba de publicar el libro El español que enamoró al mundo, un extraordinario retrato sobre la figura del artista, la persona. Y, también, una parábola de la evolución de la sociedad española en los últimos cincuenta años.

Galcia primero en la vida de Julio Iglesias

Peyró comienza esta biografía por el principio, el seno de una familia madrileña y falangista en la que nació Julio. Una atmósfera marcada, pero que no le supuso un hándicap para triunfar a través de las dos caras de esa peseta, una vez superada la Transición. «Él nace en una familia de derechas, pero seguramente en la España de 1943 no estaba muy permitido ser otra cosa. Su padre había sido falangista desde primerísima hora y él tiene una infancia como tantos niños de aquel Madrid, entre el colegio de curas y los tebeos del Capitán Trueno», afirma.

Esta atmósfera tan ibérica tampoco le impidió tener siempre presente el origen de la familia de su padre, Julio Iglesias Puga, alias Papuchi. «Si Julio tiene que agarrarse a unas raíces se agarra a sus raíces gallegas y, por tanto, eso es importante. Además, siempre ha hablado de Galicia en términos casi ditirámbicos. Llegó a tener allí un pazo, pero ni siquiera he llegado a ver fotos. También siempre habló de querer morir en Galicia, pero sus opciones vitales siempre han sido un poco más tropicales», cuenta.

Canto a Galicia es el mejor ejemplo de ese compromiso. La canción se alzó con el número uno en las listas de ventas en España, pero también en varios países de América Latina y Europa. Sin embargo, su querencia con Galicia siempre fue a más. «Fueron muy conocidas todas las visitas que hacía a La Toja o el trato cercano que llegó a tener con Manuel Fraga», cuenta Peyró, al mismo tiempo que asegura como cierto su irresistible gusto por el producto de la tierra. «Luego estaba esa obsesión muy cierta por el marisco gallego que se hacía llegar a Florida en avión», añade.

Ignacio Peyró,  autor del libro «El español que enamoró al mundo».
Ignacio Peyró, autor del libro «El español que enamoró al mundo». DANIEL IBANEZ

El director del Instituto Cervantes de Roma también ocupa buena parte de su obra en analizar la evolución de la imagen de Julio Iglesias. Su propia vida puede servir para mostrar el cambio de la sociedad española, sobre todo, la que despertó después del régimen de Franco. La España que se acostumbraba a veranear en el Mediterráneo o, incluso, se podía comprar una casa allí. « Sí que es cierto que tanto en su familia como en temas de costumbres sí que encarnaron una evolución importante de la sociedad española. El padre fue un falangista de camisa vieja y, sin embargo, el hijo y el propio padre en los años sesenta van arrumbando la camisa falangista para ponerse el polo de Lacoste. Ellos hacen la transición económica y la sociológica, está ahí la España del 600, la del desarrollismo», afirma.

Esta evolución, además, la hace desde casi un mito fundacional. La película La vida sigue igual, de 1969, es un relato de un hombre que sabe sobreponerse a un sueño infantil roto y a los titubeos con la muerte. El autor de la biografía tiene claro que ese filme supuso casi un bautismo de lo que más tarde sería un ídolo planetario. «Ahí se crea una especie de mito fundacional y, además de eso, es el primer momento en que, con un cierto artificio por parte de los productos, sus fans marcan el escándalo, llegan a romper los cristales del cine y eso causa mucho espectáculo en la prensa de la época», recuerda.

A pesar de ello, Peyró deja claro que Julio Iglesias nunca consiguió representar una imagen de modernidad o de vanguardia. Ni los tiempos de ahora le han posicionado ahí, como sí a otras figuras coetáneas, como Rocío Jurado, Raphael o Lola Flores. «Julio Iglesias nunca fue la modernidad, siempre fue algo encapsulado en sus propuestas artísticas», asegura. Su pasado sí que le supuso un hándicap en términos de legitimidad cultural «porque, claro, él no jugó ningún papel en los tiempos de canción protesta o del compromiso político. Él no estuvo ahí, estaba en la canción romántica», sentencia.

La llegada del éxito internacional en la vida de Julio Iglesias

En lo que no hay dudas ni contestación es en la dimensión mundial que ha cosechado Iglesias. Entre sus números destacan los más de 300 millones de discos vendidos en todo el mundo de sus más de 100 álbumes grabados (entre los de estudio, en vivo y recopilatorios). Fue en 1983, cuando obtuvo un disco de diamante por ser el único artista en cantar y publicar en 14 idiomas distintos, lo que catapultó su fama en países como Alemania, Francia, Bélgica, Italia, Holanda, Gran Bretaña, otros del norte de África, Latinoamérica, Estados Unidos, China o Japón, donde también fue número uno.

El autor de El español que enamoró al mundo apunta que Julio Iglesias exprimió bien su participación en el festival de la canción de Eurovisión. «Supo aprovechar esa ola y comenzó a actuar por toda Europa y grabar en otras lenguas». El éxito internacional, en cambio, fue algo más sorpresivo por su dimensión. «Él ahí arriesga y lo cierto es que acaba triunfando en donde no había triunfado antes otro foráneo», sentencia.

Muestra de ello es el colofón a toda una vida sobre los escenarios que le llegó en el 2019, año en el que dio su último concierto, en Chicago, y en el que la Academia Americana de la Grabación le otorgó el premio a toda su carrera, galardón que solo poseen unos pocos elegidos y que le sitúa al nivel de grandes estrellas como Elvis Presley, Queen, Frank Sinatra, The Beatles, Michael Jackson, Aretha Franklin o Barbra Streisand.

Su final y legado 

Esa actuación fue de las últimas apariciones públicas del cantante madrileño, que vive entre sus residencias de las Bahamas y de Miami. A sus 81 años parece que ha decidido jubilarse. El que lo tiene claro es Ignacio Peyró, que asume que si tiene que hacer un vaticinio es que Iglesias no va a reaparecer: «Yo creo que no lo va a hacer por hacerse el interesante, porque está mayor y porque no quiere dejar unas malas últimas fotos arrastrándose por un escenario», dice.

La última vez que el cantante desmintió su posible punto final a su carrera musical fue en octubre del pasado año. A través de un comunicado en su perfil de Instagram dijo lo siguiente: «Hoy me he levantado con la falsa noticia de que me retiro, en estos últimos años me han matado varias veces, han dicho que tengo alzhéimer, han dicho de todo, y hoy han llegado aún más lejos, un periodista no sé de dónde dice que un amigo le ha dicho, que ya no puedo ni quiero cantar más». El comunicado lo cerraba diciendo que estaba trabajando en una serie de Netflix sobre su vida.

Lo que va a quedar de Julio Iglesias es su ingente obra musical, que sigue atrapando a nuevas generaciones como la Z, que el verano pasado se hinchó a subir vídeos a sus redes sociales con la canción Spanish Girl de fondo. Luego está también su ingente prole y Enrique Iglesias, su heredero musical pero no oficial, como es la propia biografía de Peyró. «Julio se sintió traicionado. Enrique graba su primer disco a espaldas de él y se lo financia su niñera, con el dinero que había cobrado de la indemnización que le dio su padre. Además, se entera de eso unos días antes de que saliera el disco de Enrique», concluye Peyró.