Pere Estupinyà: «Viví tres apagones, uno de película en Manhattan, otro estresante en Cuba y el último en Madrid»

YES

El divulgador científico Pere Estupinyà.
El divulgador científico Pere Estupinyà.

«Una diferencia respecto al del lunes 28 de abril es que en el apagón de Nueva York sí iban los teléfonos y había un ambiente festivo», relata el bioquímico y comunicador científico, que se estresó más con el corte masivo que le pilló en Cuba en diciembre del 2024 y que ha vivido con calma el colapso de este 28 de abril en Madrid. «Argüelles es Disneyland», bromea el «cazador de cerebros»

05 may 2025 . Actualizado a las 16:49 h.

Sin una sola luz, con los rascacielos a cero y con tanques del Ejército controlando cada movimiento en la oscuridad de las calles vivió de cerca en Manhattan el químico y comunicador científico, conductor del programa El cazador de cerebros, Pere Estupinyà el apagón masivo de enero del 2012, cuando una tormenta y fuertes vientos sumieron a miles de personas en la incertidumbre y la oscuridad, especialmente en algunas zonas, como Manhattan y el Bronx. «El apagón fue asociado a una tormenta o a un huracán. Petó algo de generación eléctrica y se quedó la parte sur de Manhattan completamente a oscuras. Cuando digo "parte sur", me refiero desde la 42, la 43... hacia abajo», detalla el bioquímico, que entonces vivía solo en el East Village.

La «gran diferencia» que encuentra respecto al apagón que vivió este 28 de abril en Madrid es que el de Nueva York fue de tarde-noche y duró hasta entrado el día siguiente. «Por la tarde no te preocupas demasiado, pero llega la noche y la cosa cambia un poco... Otra diferencia importante que veo es que en el apagón de Nueva York sí iban los teléfonos, hasta que te quedabas sin batería, claro...», comenta. Pere añade otra diferencia de índole personal a los dos momentos sin luz, el hecho de que en Nueva York vivía solo y «si tienes cosas en la nevera no te afecta» demasiado. El pasado lunes en Madrid él cargaba, en cambio, la preocupación añadida de tener familia,  niñas en edad escolar. «Mis hijas tenían que venir del cole en el bus y llegaron tres horas tarde», cuenta quien señala que el 28 de abril la luz volvió en Madrid «entre las 20.00 y las 20.30» y, cuando se le pregunta por el nivel de caos en la calle, bromea con un «Argüelles es Disneyland».

LA PRIMERA VEZ, SIN LUZ PERO CON WIFI

Aunque añadió tensión a la espera, el tener niñas en el cole no preocupó «mucho» al autor de El ladrón de cerebros, Ciencia sin ficción y La ciencia del sexo. En parte, por su carácter, y en otra parte, por la experiencia. «Que dicen que las niñas vuelven en el bus, ya volverán. Que la luz va a volver en seis horas, pues llegará. ¿Ha sido un accidente o un ataque o es que se acaba el mundo? Pues ya nos lo dirán... Esta es un poco la manera que me sale de pensar», explica a quien la larga noche a oscuras en Manhattan le valió para empezar a entender que el tiempo puede expandirse más de lo acostumbrado en rutina ante un evento excepcional.

«Ver el Nueva York de los rascacielos sin una sola luz, completamente a oscuras, con los tanques del Ejército en las calles, es de película»

Suave fue la noche de invierno apagón en Manhattan de hace más de una década para Pere Estupinyà, que, ante la duda, decidió abrir la mente y salir a pasear. «Dije: ‘‘Voy a salir a ver qué pasa...”, y lo que veías aquella noche en Manhattan fue algo que se vio ayer en las terrazas de Pintor Rosales [de Madrid], gente que parecía que lo celebraba... En el East Village veías bares llenos de gente con velas, tomando copas, con un ambiente casi festivo», recuerda. «Pero si empezabas a subir, alguna persona podría decir que daba miedo. Yo porque soy bastante despreocupado... Ver la parte del Nueva York de los rascacielos completamente a oscuras, en silencio, sin tráfico, es de película. Calles completamente vacías, todas las luces apagadas, rascacielos oscuros y tanques del Ejército. Creo recordar que al día siguiente aún seguía el apagón. Recuerdo subir a pie hasta algún bar de la zona donde había luz para cargar cosas. Estaba todo petadísimo y creo que al final me metí en un McDonald’s a trabajar un poco», relata quien vivió el azote del huracán Sandy en la Costa Este en el 2012 y un terremoto en Brooklyn del que, según dice, no se enteró. «Los muebles de la casa en la que vivía empezaron a moverse y al principio pensé que eran los vecinos picando la pared. ‘‘¡Parad!’’, dije. Por la tarde alguien me preguntó: “¿Qué tal el terremoto?”, y me di cuenta de mi confusión», comenta.

«En Cuba los apagones son bastante frecuentes, pero este que yo viví fue especialmente bestia. Yo estaba allí debido a un proyecto de cooperación internacional de la Unión Europea...»

En Cuba y Venezuela no es extraordinario vivir un apagón. Más insólitas resultan las explicaciones que en ocasiones se llegan a dar a esos cortes de luz, como responsabilizar a una iguana del desplome energético. En la isla caribeña se quedó hace poco inesperadamente a oscuras Pere Estupinyà. Fue en diciembre del 2024. «En Cuba los apagones son bastante frecuentes, pero este fue especialmente bestia. Yo estaba allí debido a un proyecto de cooperación internacional de la Unión Europea relacionado con temas científicos», revela. Pere se alojaba en un hotel de la cadena Meliá «de estos que tienen generadores para no perder nada».

El apagón también le sorprendió esta segunda vez cuando empezaba a caer la noche. «Yo tenía previsto grabar unas cosas entrando en el programa A vivir de la cadena Ser, por la mañana. Estás pendiente de que vuelva la luz para poder hacer la grabación, pero la luz no volvió y entonces no se pudo hacer la grabación...». Pere salió del paso mandando unos cortes de voz, sin mayor trauma. «Pero no podía comunicarme con el equipo de Madrid. Y creo que me estresé en Cuba más por eso, porque estaba el equipo de Madrid esperando las grabaciones de unos científicos cubanos, y pensaba: “No les puedo ni decir que hay apagón”», concluye el químico que vivió tres apagones, un terremoto y un huracán.

El prestigioso psiquiatra Luis Rojas Marcos en Nueva York.
El prestigioso psiquiatra Luis Rojas Marcos en Nueva York.

Luis Rojas Marcos: «Viví de cerca los apagones de 1977 y el 2003 en Nueva York. Fueron muy diferentes por varios motivos»

 

No había cumplido ni diez años de vida nueva en Nueva York cuando Luis Rojas Marcos (Sevilla, 7 de agosto de 1943) vivió su primer apagón, el Gran Apagón, que dejó a oscuras la ciudad de Nueva York dos días de mediados de julio de 1977. A diferencia del corte masivo de suministro eléctrico que apagó la Gran Manzana en 1965, el del verano del 77 derivó en un caos sin precedentes. El que se lleva las mayúsculas iniciales como apagón no las merece solo por el desplome eléctrico, sino por lo que desencadenó en la gente, una violenta respuesta que no olvida el psiquiatra, investigador y escritor que llegaría a ser director del Sistema Psiquiátrico Hospitalario de Nueva York desde 1982 hasta 1992.

Con 24 años y recién licenciado en Medicina, con un bagaje de suspensos cicatrizando el expediente escolar, un joven Luis cruzó el charco para saltar de una España en dictadura impulsado por los aires de cambio que siguieron al fracaso americano en Vietnam.

«En 1977, yo ya vivía en Nueva York. Me vine en junio de 1968», dice quien estaba por vivir aún otro de los grandes apagones del país de las oportunidades, el del 2003. «Viví de cerca los dos apagones. Fueron muy diferentes; porque la reacción del pueblo fue muy distinta en ellos. En 1977, caos, violencia, atracos, saqueos, incendios... La reacción del pueblo que se vio en el apagón del 2003 fue otra». Los dos duraron algo más de 24 horas, el de hace 22 años fue más generalizado que el del 77, «pero la reacción de la gente en el 2003 fue pacífica, una exhibición colectiva de festejos solidarios y momentos entrañables e incluso alegres», señala el médico que estuvo al frente del Sistema de Hospitales Públicos de Nueva York, con un área de competencia que comprendía 16 hospitales públicos y la red de ambulatorios de la ciudad de Nueva York, desde 1995 hasta el 2002 y desde el que trató el trauma humano de alcance mundial de los atentados del 11 de septiembre.

Parte del suministro pudo recuperarse en 24 horas, pero algunas zonas castigadas por el apagón del 2003, debido a una sobrecarga del sistema eléctrico, no recuperaron la corriente dos semanas después. Una de las diferencias entre los dos colapsos fue que, «en el apagón del 2003, se tuvo que descartar la posibilidad de un acto terrorista, porque mentalmente estábamos cerca de lo vivido el 11S». «Pero el pueblo reaccionó pacíficamente, frente al de 1977, que configuró un escenario de violencia preocupante, del que tengo malos recuerdos. Son varios los factores sociales de cada época que explican las diferentes respuestas colectivas», subraya Luis Rojas Marcos.

DOS RESPUESTAS CON CAUSA

El 14 de agosto del 2003 era jueves, un día que Luis recuerda como caluroso y festivo. «La ciudad se apagó a las cuatro de la tarde. Solo hubo festejos. Ocurrió menos de dos años después de los atentados del 11S y se palpaba el sentimiento de vulnerabilidad», apunta el psiquiatra. «Inmediatamente, el recién elegido y respetado alcalde Michael Bloomberg anunció que no había indicio de terrorismo, lo que provocó un suspiro colectivo de alivio y todos salimos a la calle a compartir y celebrar la vida», señala el médico.

Desandando décadas, el apagón de 1977 cayó un viernes «pasadas las nueve en una de las noches más sofocantes del verano», según recuerda el autor de Optimismo y salud, que dice que el entonces alcalde de Nueva York, Abe Beame, «que lideraba la ciudad prácticamente en bancarrota, declaró el estado de emergencia sin dar información alguna sobre las posibles causas».

«Lo que conmocionó a la ciudad fueron los miles de personas que desataron una ola de asaltos y saqueos. El escenario parecía más un motín masivo que un apagón. Algunos señalaron la crisis financiera como la principal causa del desorden», revela Rojas Marcos, que considera esa desobediencia civil un reflejo del rechazo de la guerra de Vietnam y el desencanto con el gobierno central tras el escándalo del Watergate y la consiguiente dimisión del presidente Nixon.

«El apagón agravó los problemas urbanos, pero se cuenta que un impacto inesperado salió a la luz nueve meses después, cuando las salas de maternidad de los hospitales de la ciudad se vieron desbordadas por bebés que fueron concebidos a oscuras», concluye. Y volvió la luz.