Rocío, el reto de ser una familia enlazada: «Es un error mirarse en el espejo de la familia ideal de portada de revista, y ojo con el ''lo hacemos todos juntos''»

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«Para mí ser pareja era tener lo que vi en mis padres, que eran como los agapornis», revela la confundadora de Creada, una plataforma de asesoramiento legal y apoyo para madres y padres que están separados. Ella se enamoró de Miguel Ángel y, separada y con dos hijos, y otros de él, formaron una familia enlazada que cuenta ya cinco años de recorrido con espinas y rosas. Ahora publica «La familia enlazada», para acompañar a otros que lo están intentando
21 may 2025 . Actualizado a las 23:51 h.Lo que es ser madre separada y enamorarse como si fuera la primera vez a la segunda lo sabe, lo cuenta y nos ayuda a verlo más allá de mirarse en modelos de cuento y espejos Rocío López de la Chica, confundadora de Creada, una plataforma de asesoramiento legal y apoyo para madres y padres que están separados. Rocío se enamoró de modo inconsciente de Miguel Ángel. Los dos habían tenido pareja y tenían dos hijos cada uno, y llevaron a cabo una separación consciente para formar la familia enlazada que hoy integran. «Cuando una relación de pareja se termina la familia no se rompe, cambia de molde. Un divorcio no es un fracaso, es una oportunidad para crecer», defienden. Ahora, la periodista que relegó la redacción al conocimiento de las familias y la infancia a través de la terapia Gestalt y es máster en Educación Emocional publica La familia enlazada. Cómo formar una familia tras la separación. «En las sesiones de Creada, conocimos a otras personas que habían iniciado también una relación de pareja y se habían encontrado con las mismas complejidades que Miguel Ángel y yo, pero no habían sabido cómo abordarlas, y eso había resultado en una relación de pareja con una familia enlazada con desajustes, conflictos entre los niños... Veía que no era nada sencillo. Para nosotros no lo fue, pero nació esta idea de compartir todo lo que a nosotros nos había servido para que esas personas a las que acompañábamos en Creada no tuvieran que afrontar una separación dolorosa», resume Rocío, que hoy no concibe una relación exitosa («y con exitosa me refiero a ‘basada en el amor'») donde no haya «elección». «Lo que nos atrae es la emoción. Pero lo que nos hace quedarnos en una pareja es la elección. Esta es la parte en la que debemos ser conscientes de que no elijo una vez y para siempre, a esa persona la elijo cada día, por más enfadada que estés», considera Rocío. «Cuando no elegimos, también estamos eligiendo».
«La cifra de divorcios en estas familias es mayor que en la familia tradicional»
—¿Las separaciones y divorcios también afectan a las familias enlazadas?
—Sí. De hecho, la cifra de divorcios en estas familias es mayor que en la familia tradicional. Y eso tiene que ver con el no saber abordar la complejidad de la familia enlazada. Me daba pena ver cómo las familias sufrían, otra vez, tanto. La segunda separación de pareja se vive con un duelo mucho mayor. Porque la sensación de fracaso y el sentimiento de culpa aumentan. La pérdida se vive con un peso mucho mayor.
—Miguel Ángel y tú recorristeis un camino que no fue de rosas para formar una familia ensamblada con dos hijos suyos y dos tuyos. Después de tres años de pelea, empezasteis al fin a cosechar lo que habíais sembrado con esfuerzo y cariño, cuentas. Ilustras el reto con algo muy visual: no es lo mismo hacer malabares con dos pelotas que con cinco o seis. ¿Cómo conseguisteis mantener el equilibro?
—Una pareja de una familia enlazada requiere que pongas especial atención al máximo nivel a la comunicación. Muchas veces hablamos, pero no escuchamos. Y es crucial. La propia familia está condicionada no al deseo de la nueva pareja, sino al contexto que viene, que es el de una separación de uno o de los dos miembros de esa pareja.
—¿Dónde hay que poner el foco?
—En los tiempos de exclusividad en la relación de pareja y muchísima atención y cuidado en la comunicación. Porque las dificultades se acumulan rápidamente. Y si no vamos abordando cada dificultad en el momento que surge, al mínimo despiste hemos acumulado un desgaste muy grande. Una familia tradicional puede permitirse el lujo de ir acumulando porque se va a ir distanciando pero también reencontrándose, mientras que en la familia enlazada esa inercia va acumulando situaciones hostiles, con emociones muy incómodas. Además de mucha comunicación, necesitamos deconstruir aquello que creíamos que era ser pareja y ser familia. Uno de los grandes errores es pretender ser en la familia enlazada como en la familia normativa. No debemos tener espejo, porque nunca vamos a cumplir una expectativa, lo que genera culpa y mucho sufrimiento ante la sensación que tienes de insuficiencia.
—Aunque sean tipos de familia diferentes, ¿no son parecidos sus cimientos? ¿Una familia enlazada funciona, como la familia normativa, si funciona la pareja?
—Sí. Eso es así. Hay más similitudes que diferencias. La única diferencia grande es la complejidad, tener que hacer malabares para conseguir el equilibrio entre las necesidades de los diferentes miembros de la familia enlazada, porque en estas familias cuentas no solo con tus hijos, sino con los hijos de la pareja, uno o dos, que no es lo mismo... La parte troncal de ese equilibrio es la relación de pareja, sea en un molde familiar o en el otro. Pero hay que ver las casuísticas que nos hacen diferentes para entendernos. Por eso hay que tener ojo con el «lo hacemos todo juntos». Eso es lo que hace, o se espera que haga, una familia normativa...
—Pero también están bien los tiempos de soledad y de exclusividad en las familias convencionales, ¿no?
—Sí. Pero la imagen social, la foto de portada de ¡Hola!, es el posado ideal de toda la familia junta. Es la que buscamos, y ese es el error. Parece que si necesitas más espacio para ti como mujer, eres mala madre. En la familia enlazada partimos de una sensación de minusvalía en ser familia. Aunque no quieras pensar eso, inconscientemente partimos de ahí. No partimos de cero, partimos de menos cien. Eso te lleva a hacer un sobreesfuerzo para hacer esas cosas que se espera que haga una «buena familia». Ahí se cae en una exigencia y unas prisas que generan mucho sufrimiento y conflicto interno.
«Para mí ser pareja era tener lo que vi en una relación como la de mis padres, que eran como los agapornis, esos pájaros que están siempre juntos. Si había espacio individual era un síntoma de debilidad»
—Emociona el relato de esos momentos que viviste en los Picos de Europa. Con tu ex, fijándote en la complicidad de otras parejas. Con Miguel Ángel, un tiempo después, siendo una de esas parejas con complicidad. A veces, la segunda relación de pareja es mucho mejor que la primera, más libre...
—Sí, claro. Yo lo viví así. Venía de haber idealizado la relación de mis padres, de considerar que el de mis padres era un amor perfecto. A partir de separarme vi algunas cosas diferentes... No era plenamente consciente, pero sabía que algo no me estaba funcionando, hasta que me enamoré y empecé mi relación con Miguel Ángel. Él venía de unas dinámicas familiares muy diferentes y vi que lo que para mí era normal porque había crecido en un ambiente no tenía por qué ser lo normal. Ahí me empecé a cuestionar cosas, qué era ser pareja. Para mí ser pareja era tener lo que vi en una relación como la de mis padres, que eran como los agapornis, esos pájaros que están siempre juntos. Si había espacio individual era un síntoma de debilidad en la pareja o de menor calidad.
—De ahí venimos, modelo agapornis.
—Sí. Las personas no somos libres, hacemos lo que podemos con la mochila que traemos, que empieza a cargarse en la infancia. La epigenética ya contó que las experiencias emocionales, y miedos y creencias se van transmitiendo de generación en generación, y eso queda en nuestro ADN hasta cinco generaciones. Yo ya existía, como todos, en el vientre de la abuela materna. En nuestras células están registradas sus creencias, sus miedos, experiencias..., cosas que nos toca cuestionar.
—Te enamoraste de Miguel, revelas en «La familia enlazada», de manera inconsciente. Enamorarse sucede.
—Nos enamoramos, pero luego nos toca decidir qué hacemos con lo que sentimos. ¡Aquello para mí fue una sorpresa enorme! Me había separado, era madre de dos hijos. Para mí en ningún caso cabía la posibilidad de vivir algo que yo asociaba a la adolescencia o la juventud. Para mí una relación adulta era algo más de cabeza, de comodidad, de compañeros de piso, pero no pensé que existiera el poder volver a sentir tanto amor, de esa forma... Tenía la parte intensa del enamoramiento, pero una parte reflexiva que no hubo la primera vez. Miguel Ángel y yo no elegimos enamorarnos. Me pilló de sorpresa.
—¿En una pareja que funciona no hay espacio para un tercero, para eso que llamas «persona despertador»?
—Sí, a menos que se trate de una relación abierta. Pero si la relación es monógama, hay posibilidad de sentir atracción por otra persona, pero se cierra la puerta. Si en la relación de pareja hay deseo y me siento deseada, puedo sonreír y dar la espalda a otro. Reconoces esa atracción que puedes sentir... La persona despertador es la que me hace sentir algo que no siento en mi relación de pareja. «No siento deseo, no me siento viva, no me siento alegre...». Entonces sí, ahí está el despertador, porque los seres humanos estamos ávidos de sentirnos vivos, cansados de sobrevivir.