Tutús y dramas: la pantalla se rinde al ballet

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Escena de la nueva serie «Étoile»
Escena de la nueva serie «Étoile»

Tú a París y yo a Nueva York. Es el punto de partida de «Étoile», la nueva serie de la creadora de «Las chicas Gilmore», que se puede ver en Prime Video. Comedia, drama y sobre todo mucho ballet de verdad, algo que no siempre se ve en el cine o en la tele

29 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

A la creadora de Las chicas Gilmore y La maravillosa señora Maisel le gusta el ballet. Amy Sherman-Palladino ya había escrito y dirigido Bunheads, una serie que acabó cancelada tras su primera temporada, pero que se colaba en una escuela de danza en una pequeña ciudad californiana. Ahora, junto con su pareja, el también productor Daniel Palladino, tira la casa por la ventana y se lanza a una producción intercontinental con bailarines de prestigio: los del New York City Ballet (aquí, el Metropolitan Ballet Theater) y el Ballet de la Ópera de París (en la serie, Ballet National de Paris). Étoile, disponible en Prime Video, cuenta con ocho episodios y la esperanza de una segunda temporada, siguiendo los pasos de dos compañías que deciden hacer un intercambio durante un año. No deja de ser un entretenimiento puro y duro, nada de esperar un análisis sesudo sobre el mundo del ballet. Hay un puñado de actores y actrices solventes haciendo papeles más o menos enloquecidos, y bastante insoportables, en realidad: Luke Kirby como director de la compañía neoyorquina, bastante más convincente que una Charlotte Gainsbourg que no sabe muy bien qué hace al frente del ballet parisino. Desde luego, el guion no la ayuda. Se agradece mucho la presencia de los veteranos Simon Callow y David Haig, los saltos del francés al inglés, y la estupenda Lou de Laâge como Chayanne, una primera bailarina que lo mismo hace 56 representaciones de El cascanueces que trata de abordar un barco pesquero. ¿Tiene sentido? Ninguno. Pero dentro del caos, y si no se llega a ella con muchas expectativas, funciona. Sobre todo, por el placer de ver ensayar y bailar a profesionales del nivel del coreógrafo Christopher Wheeldon, y los bailarines Tiler Peck, Unithy Phelan (en la imagen principal), Robbie Fairchild, Arcadian Broad o Constance Devernay, que dobla además a Lou de Laâge. Y lo hace con el respeto y el reconocimiento de la producción, que la incluye con letra grande en los créditos. Y esto no es nada habitual. Al contrario. 

«Center Stage»
«Center Stage»

MIRA QUIÉN NO BAILA

Natalie Portman se llevó el Óscar a la mejor actriz por su torturadísima Nina en Cisne negro, la oscura visión del mundo del ballet que Darren Aronofsky dirigió en el 2010. Portman entrenó meses para preparar el papel, y durante la campaña previa a los premios, el equipo insistió en que la mayor parte de las escenas las había rodado sin necesidad de una doble, salvo los pasos especialmente técnicos y complicados. En su discurso de agradecimiento, Portman no mencionó a Sarah Lane, la bailarina del American Ballet Theater que se encargó de esos pasos. La propia Lane insistía en que el mérito era de la actriz. Sin embargo, cuando pasaron los premios, la bailarina reconoció que un productor le pidió que dejara de hacer entrevistas antes de los Óscar. Y es que para la campaña, nada más espectacular que vender que Portman se había convertido en una bailarina de primera en un año y medio. Como si su evidente calidad como actriz no fuera suficiente. A Cisne negro le salieron otros detractores: muchos profesionales del mundo del ballet, como la española Tamara Rojo, ahora directora del Ballet de San Francisco, criticaron la visión de Aronofsky, que ahondaba en tópicos como la competitividad malsana, los directores tiránicos (aquí, Vincent Cassel) o los trastornos de alimentación. Algo con lo que siempre ha lidiado la ficción ligada al ballet. 

SANGRE, SUDOR Y LÁGRIMAS

Esa relación tóxica ya la abordaba una de las cintas fundacionales sobre el ballet, y una auténtica obra maestra. Michael Powell y Emeric Pressburger rodaron Las zapatillas rojas en 1948 y sentaron las bases del subgénero. Bailar duele, es incompatible con el resto de la vida, y no pueden hacer otra cosa porque para ellos la danza es como respirar. Lo dice Moira Shearer, la protagonista (que por cierto, sí era bailarina profesional), al histriónico Lermontov (Anton Walbrook), que marcó también el camino de cómo retratar en la pantalla a los directores de un ballet. Más allá del análisis del mundo del ballet, Las zapatillas rojas es una fiesta indiscutible para los amantes del cine, con un Technicolor para la historia.

«Billy Elliot»
«Billy Elliot»

Ese mismo esquema dramático (los pies torturados, la relación enfermiza entre la estrella y el coreógrafo), la abordaba hace unos años la miniserie Flesh and Bone, que pasó sin pena ni gloria por la pequeña pantalla a pesar de su evidente calidad. Sobre todo, por el papel principal de la bailarina Sarah Hay y el siempre interesante Ben Daniels. Claro que las mentes torturadas, aquí, iban más allá de la danza, y el pasado de los personajes era mucho más terrible que cualquier dolor de pies. Hay, sin embargo, un puñado de películas que, sin obviar el esfuerzo y el sacrificio de la danza, se centran más en la alegría de quienes empiezan a despuntar, o de los que descubren el ballet por primera vez. 

BAILAR ES UNA FIESTA

Es el caso de una cinta de culto, Paso decisivo, dirigida por Herbert Ross en el 77, una carta de amor al ballet y los bailarines. En el escenario, Leslie Browne es la aspirante que se estrena como profesional, y Mijail Baryshnikov la carismática estrella que ya era entonces (unos años después, se luciría también en Noches de sol). Pero sobre todo, aquí están dos enormes actrices: Shirley MacLaine, como la mujer que sacrificó su carrera por su familia, y Anne Bancroft, como la estrella crepuscular que consagró su vida a la danza.

Las dos envidian lo que la otra tiene, precisamente porque nunca lo van a poder recuperar. Ambas fueron nominadas al Óscar por sus memorables papeles. De estrellas en potencia habla también Center Stage, una película mucho más humilde y que, sin embargo, tiene un hueco en el corazón de decenas de bailarines consagrados y amantes de la danza. La película, que cumple 25 años, sigue a un puñado de estudiantes de ballet que entran en una prestigiosa escuela. Esta mezcla de cine adolescente y drama amoroso hace disfrutar de cada escena de baile, como la famosa secuencia final.

Pero si hablamos de aspirantes, sin duda, el que mejor resume lo que significa bailar es un crío. «Electricidad», dice Billy Elliot. La maravillosa primera película de Stephen Daldry cumple también 25 años y es un compendio de cine social y humor británico. Tierna, divertida, emocionante... ¿Quién no ha aguantado las lágrimas cuando Gary Lewis sostiene a Jamie Bell delante del autobús? Es cine sobre danza, pero también sobre economía, sobre padres e hijos, y una preciosa cruzada contra los prejuicios y por la libertad.