
La comunicadora defiende que «el estilo es una forma de inteligencia». A través de figuras clave de la historia como Cleopatra, Lady Di o Kate Moss explora en su libro cómo la moda les ha servido a las mujeres para expresarse con libertad
01 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Erea Louro es una suerte de anti-influencer. Su carta de presentación en Instagram puede dar lugar a equívocos: fotos cuidadas, looks perfectos, consejos sencillos para vestir con gracia. Sin embargo, esta gallega —vivió en A Coruña hasta los 8 años y tiene raíces carnotanas— afincada en Madrid aprovecha sus redes sociales para darle una vuelta a la imagen que un porcentaje mayoritario de la población tiene del mundo de la moda. Con un discurso sólido, distancia la palabra frivolidad de cuestiones vinculadas con el vestir, y ahonda en cómo lo que nos ponemos habla de nosotros más de lo que imaginamos.
Esta comunicadora experta en moda ha metido todos sus conocimientos en una coctelera, y ha dado a luz a un libro que es un regalo para ella y para todos sus seguidores. El ensayo Iconos de estilo. De Cleopatra a Zendaya (Plaza & Janés) es una delicia para aquellos que saben qué mujer hizo famoso el «vestido de la venganza» o quién inventó el heroin chic. Sendas mujeres aparecen en 304 páginas que evidencian que el estilo no es más que una forma de inteligencia.
—¿Cómo nace el libro «Iconos de estilo. De Cleopatra a Zendaya»?
—El origen del libro es la fascinación que he sentido siempre por las mujeres que han usado la estética y la ropa como una herramienta para expresarse, para tener un lugar en el mundo; que no han visto la moda como un adorno, sino como un lenguaje, un escudo o una provocación. Me apetecía hacer un recorrido por la historia de la moda mirando a estas mujeres, que me encantan y representan épocas muy diferentes.
—Supongo que la selección de las veinte mujeres fue complicada...
—Para mí era importante que fueran muy diversas entre ellas, tanto por lo que representaron como por su personalidad. Por eso aparecen reinas, actrices, bailarinas, escritoras... Mujeres que, además, no siempre han arrasado por su estilo o han tenido historias de vida interesantes. En el libro están Audrey Hepburn y Coco Chanel, que puede ser un poco cliché, pero tenían que estar. Pero también le dedico un espacio a mujeres que hoy están olvidadas, pero que fueron fundamentales en su época, como Cléo de Mérode, que a principios del siglo XX fue una de las personas más famosas del mundo.
—¿Qué nexos encuentras entre mujeres como Carolyn Bessette-Kennedy, María Antonieta o Kate Moss, en principio tan dispares entre sí?
—Me di cuenta cuando acabé de escribir el libro de que todas usan su estilo como arma ante la sociedad. Es verdad que a todas les gustaba la moda, pero no todas quisieron ser iconos; de hecho, algunas de las que aparecen son activistas y se convirtieron más tarde en iconos precisamente por ser fieles a sí mismas y por no forzar el estilo. Otra cosa que descubrí, y esto me puso bastante triste, es que prácticamente todas ellas tienen en común que la fama les hizo sufrir muchísimo. Fueron despreciadas como frívolas por su gusto por la moda, como les ocurrió, por ejemplo a Lady Di y Brigitte Bardot, de las cuales también hablo en el libro.
—Defiendes el uso de la moda como una declaración de principios. ¿Qué celebridades, en la actualidad, usan su forma de vestir para desafiar al «establishment»?
—La actriz Zendaya me parece uno de los mejores ejemplos. Sobre todo, porque lo hace de manera sutil reivindicando sus raíces afroamericanas con su peinado. Ha ido a alfombras rojas con su pelo rizado natural y la han criticado muchísimo, pero ella ha decidido no plegarse al sistema, pese a que le achacan, cuando apuesta por la naturalidad, que no se ha producido lo suficiente. En una línea similar mencionaría a Michelle Obama, a quien también le recomendaban alisarse el pelo cuando era primera dama. Para mí es otro icono total, sobre todo ahora, que se ha liberado y se atreve a llevar lo que le da la gana.
— Hasta hace poco, acercarse al mundo de la moda era casi imposible. Ahora, con las redes sociales ocurre lo contrario: hay un exceso de información. Parece imposible no saber que el color de la temporada es el mantequilla o no haber visto cien fotos de la gala MET. ¿Esto te parece positivo o negativo?
—En líneas generales, me parece positivo porque lo bueno de internet es que ha democratizado muchas cosas y pone a nuestro alcance conocimientos de moda que antes eran elitistas, pero sí hay demasiada información, hay muchas cosas que no son verdad. El problema es que no se contextualiza, se busca el vídeo viral y acabamos frivolizando todo. La moda, como cualquier otro aspecto, también parte de un contexto social que muchas veces pasa inadvertido. Además, veo que cada vez más celebrities fuerzan sus looks, los exageran para que se hable de ellas; de ahí que muchas ahora vayan prácticamente desnudas a las alfombras rojas.
—Tu libro se centra principalmente en las mujeres, ¿pero qué hay de los hombres? ¿Quiénes son para ti grandes iconos de estilo?
—Le dimos muchas vueltas sobre si incluir hombres o no en el libro, pero para mí los veinte principales iconos de estilo de la historia son mujeres. De todos modos, si tuviera que mencionar a un hombre, este sería David Bowie. Marcó tendencia y lo hizo no solo en moda masculina, sino que inspiró también a muchísimas mujeres, su mito llega hasta el día de hoy. Lo mismo, pero a la inversa, ocurre con Madonna.
—La única española a la que homenajeas en tu libro es Eugenia de Montijo, que suele decirse que fue la primera «influencer» española. ¿Por qué fue ella la elegida?
—Si te digo la verdad, creo que es mi favorita, y además me gusta ponerla en valor porque hay mucho desconocimiento en torno a su figura. Fue la esposa de Napoleón III y fue pionera en muchísimas cosas. Mandó construir un ascensor de su vestidor a su habitación; contrató a una persona para que vendiera sus looks, porque estaba prohibido que repitiera modelo, esto fue muy revolucionario porque era una especie de Vinted de la época; y fue una de las primeras que asoció su imagen a un diseñador, como luego haría, por ejemplo, Audrey Hepburn con Givenchy.
—El título de tu libro hace referencia a un término tan concreto como difuso: el estilo, que es una cosa muy difusa. ¿Qué es exactamente para ti?
—Para mí el estilo tiene que ver con la elegancia, por supuesto, pero también con la personalidad, por eso todas las mujeres que repaso en el libro creo que tienen ese algo, aunque entre ellas no se parezcan entre sí. Madonna y Carolyne Bessette fueron coetáneas y no podían vestir más diferentes. Esta última con solo ponerse una camiseta blanca y unos vaqueros era la más estilosa del Nueva York de los noventa, y eso es porque detrás de su ropa había más.
—Dices que tener estilo en la actualidad es más difícil que hace unos años. ¿A qué te refieres?
—Sí, tener estilo ahora me parece complicadísimo, porque vivimos en un mundo frenético en el que las tendencias mueren cada quince días, y tenemos interiorizado que si no las sigues, no eres estilosa. Estoy en contra de esta creencia y, de hecho, creo que poco a poco empieza a revertirse esta situación. Se ve ya en los grandes eventos, donde las cantantes y actrices cada vez están usando más looks de archivo [piezas pertenecientes a trabajos antiguos de diseñadores]. Me parece que es un síntoma de que la moda, en cierto modo, se encuentra en stand by, y esto es muy llamativo teniendo en cuenta que es la época en la que más libertad y opciones tenemos para vestir como queramos.
—Suele decirse que las gallegas son las que mejor visten de España, ¿lo compartes?
—Yo creo que, aunque en España no tenemos un estilo muy definido a la hora de vestir, como sí lo tienen las italianas o las parisinas, aquí vestimos muy bien. Respecto a lo que se dice de las gallegas sí, lo comparto, y me pasa mucho cada vez que estoy paseando por Coruña que me sorprende, sobre todo, los lookazos que llevan las mujeres mayores de 60 años. Me encanta ver que se siguen divirtiendo con la moda y que se atreven con todo.