Paola Roig, psicóloga perinatal: «El mayor tabú emocional de la maternidad es pensar que hay días en que no quiero ser madre»

YES

Esta divulgadora, que ha ayudado a muchas mujeres a sentirse menos solas y más comprendidas durante el embarazo, el parto y el posparto, es una de las voces más influyentes en el acompañamiento emocional de la maternidad

17 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Paola Roig, psicóloga perinatal y divulgadora, acompaña a mujeres durante las distintas etapas de la maternidad, desde el embarazo hasta la crianza, abordando temas como la ambivalencia emocional, la culpa, la carga mental y la necesidad de redes de apoyo. Además, tiene un pódcast, La vida secreta de las madres, junto a Andrea Ros, en el que tratan estos temas desde una perspectiva crítica y emocional. Autora de varios libros sobre maternidad, acaba de publicar El café frío, la cerveza caliente, un título muy curioso, que tiene su origen en un post. «Estaba en una fiesta, y un amigo me dijo: ‘Tía, se te calienta la cerveza todo el rato’. Y le dije: ‘Es que soy madre’. E hice un post que se llamaba así, y que expresa muy bien esta idea de interrupción continua que tenemos las madres: que podemos ir dando sorbitos de lo que sea que nos estemos bebiendo como metáfora de lo que nos pasa».

 —¿Es autobiográfica o más bien es un «collage» de muchas mujeres reales?

—Yo diría la segunda opción. Obviamente, en Mariona hay de mí porque es la primera novela que escribo, no soy experta en esto, pero creo que es imposible no poner de ti en una obra de ficción, porque al final estás tú al otro lado y cuando vas a hablar de vínculos y de cosas profundas, hay algo que, aunque no quieras, se te escapa. Pero no es una autobiografía, sino que es, me ha gustado mucho como lo has dicho, como un collage de muchas mujeres a las que conozco.

—¿Qué escena fue la más difícil de escribir emocionalmente?

—Quizás cuando ella toma una decisión dolorosa, vamos a decirlo así para no hacer espóiler. Escribir ese dolor. El dolor de pensar que con una decisión nuestra vamos a dañar a nuestros hijos. Creo que ese es el mayor miedo de la mayoría de madres. El mío también.

—Mariona, la protagonista, vive una maternidad bastante contradictoria, ¿no? ¿Por qué crees que todavía nos cuesta hablar en voz alta de estas ambivalencias?

—Por suerte cada vez se habla más, pero venimos de muchas generaciones en las que no había ni siquiera el espacio para preguntarse o para pensar todas estas ambivalencias. Ser madre se presuponía que era la ilusión de tu vida y que todo iba a ser maravilloso y perfecto, y de golpe darte cuenta de que no, de que tú no lo estabas viviendo así o no solo así, porque puede ser lo más maravilloso, pero también lo más terrible a la vez, que aquí está la ambivalencia, te da mucha culpa o quizá mucha soledad. De «esto solo me pasará a mí», «seré yo que tengo algún problema», «seré yo que no puedo».... La paz está en entender que la mayoría de experiencias en la vida, y la maternidad es una de ellas y de las más intensas, se viven con ambivalencia, que está bien.

 —¿Qué papel juega la culpa en la vida de las madres de hoy en día?

—Creo que está presente en todo el mundo y la necesitamos para tener un sentido de la moralidad, para saber lo que está bien, lo que está mal, y poder reparar. Lo que creo que nos pasa a las madres es que nos quedamos enganchadas en el bucle de la culpa y no conseguimos salir. Ahí está el problema. Hay que empezar a entender que a ser madre se aprende siéndolo, que es un proceso de ensayo-error y que nos vamos a equivocar mil y una veces, y vamos a reparar mil y una veces, y eso está bien.

 —Hay que permitir equivocarse.

—Sí, porque vivimos en esta fantasía de «si me leo diez libros, tengo toda la información para ser madre». Esa teoría es útil, yo la defiendo, y creo que es un privilegio tenerla. Lo que no puede ser es que nos tape enteras a nosotras. Es decir, me sirve un poquito como faro, para saber lo que me gusta, lo que no, pero el camino lo construyo yo. Esta parte se nos olvida. Mi camino no va a ser el mismo que el de la persona que ha escrito el libro, ni que el de la comadre que tengo al lado, sino que es el mío. 

—Hablamos siempre de esa carga mental, muchas veces invisible, que suele recaer sobre las mujeres. ¿Cómo se puede aligerar?

—El primer paso es soltar exigencia, y pensar que cosas que quizás vivimos como de vida o muerte realmente no son tan importantes. No es crucial todo lo que vivimos así. Creo que en las parejas heterosexuales —cuando hablo de carga mental, el desequilibrio suele estar en este tipo de parejas— hay una doble función, como que los hombres deben tomar, muchos lo están haciendo ya, y las mujeres debemos soltar. Es complicado porque nos cuesta, porque, por ejemplo, pactamos con nuestra pareja que él se encargue de preparar el táper del desayuno, pero vamos y lo revisamos. Hace falta soltar y dejar que otra persona se encargue.

 —¿Qué te gustaría que ellos entendieran mejor después de leer este libro?

—Que que no se involucren nos causa muchísimo dolor. Que la carga de las madres, a veces, implica que no podamos disfrutar de todo eso por lo que decidimos serlo. Porque estamos tan sobrecargadas que no nos permitimos el disfrute.

 —¿Es importante reencontrarse con quien eras antes de ser madre, algo que muchas veces se abandona?

—Algo que nos pasa como sociedad, es que no nos damos tiempo a los procesos, a los tiempos, de las cosas. Ahora, por ejemplo, los reels, que ya son de un minuto y medio, se pueden reproducir por dos, que esto ya te habla del atropello, de la rapidez de las cosas. Y cuesta mucho casar esto con los procesos que tiene la vida. Igual que un bebé tarda nueve meses en gestarse, y eso no se va a poder poner a por dos, nunca, los procesos de las madres también van a su ritmo.

 —Cada cosa a su tiempo...

—Pienso que hay un momento en el que quizá está bien que seamos solo madres, o sea, estás ahí en esta fusión con tu bebé, en este posparto, y tenemos mucha presión por volver a ser la de antes. Pero esto es un proceso y hay que entrar, y hay que poder salir. Y creo que es otro momento que cuesta, darse permiso para, no sé si volver a encontrarte con la de antes, pero quizá poder reconstruir quién soy ahora, porque la de antes ya no soy. Me ha pasado algo muy fuerte, soy otra, pero ser otra no es algo malo. Igual es un proceso de crecimiento increíble, pero hay que darse el tiempo y el espacio para poder vivir todas estas fases.

 —¿Qué parte de la maternidad crees que se invisibiliza?

—Te lo voy a decir con una frase que decimos mucho a las madres: «No he dormido nada, pero veo su carita por la mañana y lo compensa todo». Bueno, puede ser que en ese momento no te compense y pienses: «Si lo sé, no vengo», y no pasa nada. Aquí está la cosa, que se invisibiliza, pero en la maternidad y en todo, pero creo que estamos empezando a cambiar la cara b, la del malestar. Es como, ¿cómo no sentirse mal? ¿Cómo hacer que mis hijos no lo pasen mal? ¿Cómo no pasarlo mal? Igual lo has de pasar mal, y luego lo vuelves a pasar bien, y la vida es un poco esto. Esa es la parte que se invisibiliza, la de que ser madre conlleva miedos, sustos, ponerte de cara con cosas que no siempre son agradables.

 —Hay una mirada muy honesta sobre los cambios físicos. ¿Fue intencionada?

—Sí. Considero que se habla mucho sobre cómo volver a tu cuerpo de antes, pero poco sobre «¿qué hago con esto que estoy sintiendo?». Quería poner la mirada sobre esto, porque la maternidad ocurre en el cuerpo. Ya no solo con el físico de fuera, que cambia, y hay que poder mirarse aunque cueste, pero es que nuestro cuerpo es habitado por bebés, y cómo pasa a deshabitarse, es toda una transición también.

 —¿Qué significa para ti ser buena madre? ¿Has sentido mucha presión?

—Sí, hay una presión externa, y luego hay algo que tiene que ver con nosotras. Cuando te conviertes en madre hay un susto muy grande que se nombra poco, que tiene que ver con el miedo de hacerlo mal, o hacerle daño a mis hijos. Y desde este susto nos ponemos muy autoexigentes. El quid de la cuestión de la buena madre, o de la madre suficientemente buena, que me gusta más, tiene mucho que ver con aprender a amar la madre que eres. No la de los libros, la que se supone que cocina, la que juega... porque queremos ser todas. Se trata de conocer a la que eres, cuidarla, nutrirla, y abrazarla. Eso para mí es ser una madre suficientemente buena.

 —¿Cuál es el mayor tabú emocional que aún rodea la maternidad?

—El pensar que hay días en que no quiero ser madre. Y está bien sentirlo. Con otros aspectos de nuestra vida nos pasa todo el rato y no nos parece tanto tabú. «Hoy no soporto a mi pareja», u «hoy no iría a trabajar», pero con la maternidad decirlo es como «uff». Puede ser liberador, y eso no quiere decir que no quieras a tus hijos. Simplemente que hay días de todo.

 —Como psicóloga perinatal, ¿has visto cambiar el discurso sobre la salud mental materna en los últimos años?

—Sí, por suerte hay un cambio tremendo. Cuando yo empecé a divulgar en Instagram, un poco fue porque sentía que nadie estaba hablando de lo que me estaba pasando. Luego he sabido que las había, pero no tenían un gran espacio. Y yo miro ahora mi recorrido y el de otras compañeras y pienso: «Guau, qué bien que las madres empezamos a tener presencia en lugares mainstream». Más allá del desarrollo de los bebés, que de eso siempre ha habido mucha información, sino sobre lo que me pasa mientras soy madre.

 —Destacas la importancia de las amigas, ¿son vitales las tribus femeninas en la crianza?

—Cien por cien vitales. Es decir, si me preguntas por el mayor factor de prevención en salud mental materna, te diría que esta mujer tenga a iguales alrededor. Me gusta mucho comparar la maternidad con la adolescencia porque son procesos de crecimiento, a nivel cerebral los cambios que se producen se parecen. Es muy fácil de entender: si te imaginas a un adolescente viviendo sin otros adolescentes, es tristísimo. En cambio, muchísimas madres viven la maternidad sin otras madres cerca, y creo que es de vital importancia tener madres y no madres, y amigas iguales que te estén acompañando en este camino.

 —¿Qué le dirías a una madre que se siente sola o desbordada?

—Que hay una parte de esta soledad que la sentimos todas, y forma parte de estar viva. Por eso que te decía antes de que el camino lo andas tú, cuando te das cuenta de esto, hay un susto, una soledad, y hay que poder transitarla, pero a la vez, también le diría: «Busca a otras porque vas a ver que también lo sienten y esto te va a acompañar».

 —¿Y a tu yo del pasado, justo antes de ser madre?

—Le diría: «Tranquila, que todo va a pasar». Porque creo que hay momentos en los que pensamos: «Me voy a quedar así para siempre, va a ser así de intenso», y luego todo pasa. Quizá cuando te lo dicen no te alivia demasiado, pero si lo piensas en profundidad es un alivio saber que ahora estoy así, pero luego va a venir otra cosa y lo voy a poder atravesar.