Vicente y Óscar, la pareja de padres que visibiliza la adopción nacional: «A nuestros hijos les digo: ''Qué bien te parió tu madre'', a ellas las tenemos muy presentes, nunca las demonizamos»

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Son padres referentes donde aún falta visibilidad. Hace diez años llegó a casa su primer hijo. El segundo, tres años después «como un tsunami que lo puso todo patas arriba», cuentan los titulares de esta familia que huye de romantizar la realidad y que crece en seguidores con su cuenta Nuestro hilo rojo
15 jun 2025 . Actualizado a las 08:34 h.Cuanto más les juzgan, más visibles son. Esta es la actitud con la que plantan cara a la crítica o el recelo de algunas personas esta pareja de papás por adopción. Vicente es «papá» y Óscar, «papi», en este hogar hecho de ilusión con vigas de esfuerzo. «Óscar y yo nos convertimos ya en familia de dos hace casi 20 años», cuenta Vicente. A su hoy marido y a él los presentaron unos amigos, y aquel fue el inicio de una gran amistad. Aunque se dieron su tiempo, todo fue rápido. A los tres años, Vicente y Óscar se casaron e iniciaron un proceso de adopción. «Nos metimos porque queríamos ser padres, sobre todo yo. A Óscar lo embarqué yo en la paternidad», cuenta Vicente. Los dos tenían deseo, pero ninguno referencias sobre adopción. «También por eso decidimos crear la cuenta de Instagram —explica—, por ser un poco referentes».
La pareja, que conduce en Instagram la seguidísima cuenta Nuestro hilo rojo, dio el paso hacia la paternidad desde el desconocimiento «absoluto», con una impresión de «utopía» respecto a la adopción nacional, pues los bulos también son familia numerosa en todo ámbito no estándar. Pese a todo, «allá fuimos». Tras seis años de espera desde la solicitud, llegó Sergio, el primer hijo de este matrimonio que evita edulcorar todo lo que supone adoptar un hijo.
«La espera yo la llevé muy mal. Quería ser padre, y ser padre ya. Me tomaba fatal todas esas cosas que te dicen, “¡ya llegará!, “tómate tu tiempo”, “céntrate en ti y en tu marido”, “descansad ahora que cuando llegue...”. En el momento en que rellenas la inscripción, quieres ser padre ya», revela Vicente sobre esa espera del primer hijo, que llegó a cambiarlo todo en sus vidas hace diez años y hoy es preadolescente.
Tras las lloreras de la espera, «llegó la felicidad». «Pero esa felicidad no es instantánea, es un proceso. Con la adopción llegaron mil miedos. Cuando llegó Sergio, la parte de la ilusión estaba cubierta, pero llegaron miedos de los que nadie te habla, desconocidos», exponen estos padres que han llegado a millones de personas con uno de sus últimos post en Instagram.
Imaginar no es lo mismo que vivir, aunque se mezclen por el camino. ¿Qué fue lo más difícil de ser padres por adopción? «Crear vínculo». El hijo no llegó tras la flecha «de un Cupido, que te atraviesa y te hace enamorarte al momento. Nada más lejos de la realidad». No, ese vínculo había que crearlo. Hacerse de pronto a «una personita de año y medio con su personalidad. Había que hacerse, y nos costó porque nadie nos había hablado de ello. Nos sentíamos mal, con lo que lo habíamos deseado... ‘¿estos sentimientos que salen, por qué?'», comparte Vicente sobre un temor de tantas madres y padres, no solo adoptivos.
La naturalidad ayuda a rebajar el peso de la culpa. Y ellos hicieron de «la naturalidad más pura» su propio estilo. Por eso quizá reciben ese feedback de tanta gente, no solo de familias por adopción, sino también de muchas madres biológicas.
Las adopciones en España se gestionan por comunidades, y cada una tiene sus criterios y procedimientos, dentro del marco legal establecido, en el que se recogen, entre otros aspectos, que la diferencia de edad entre el adoptante y el adoptado sea al menos 16 años y no superior a los 45; o que los padres adoptivos superen un proceso de idoneidad, que incluye entrevistas, visitas a domicilio y un curso de preparación. «En la adopción nacional —señala Vicente— hay un montón de peculiaridades en cada comunidad. En el caso de Madrid, por ejemplo, tienes un niño en adopción y aunque no hayas abierto la boca, en el momento en que un hermano biológico de tu hijo entra al sistema de protección, automáticamente eres la primera familia a la que llaman». Como la madre de Sergio era joven, cuentan, ellos no tardaron en abrir expediente para tener un segundo hijo adoptivo. «Lo abrimos el segundo a los tres meses de llegar Sergio. A los tres años nos llamaron y nos dijeron: ‘Hermano biológico de vuestro hijo no hay, ¿queréis otra adopción aunque no sean hermanos biológicos?'. Y dijimos: ‘Adelante'».
«La gente lo primero que piensa es que somos padres por gestación subrogada... Nos llama la atención, siendo algo ilegal en España»
LA SEGUNDA ESPERA
La familia creció aún con mayor rapidez. El peque de la familia también llegó a casa con año y medio. «Pero la segunda adopción nos costó más», dicen. «Sergio nos lo había puesto facilísimo. Jamás abrió un cajón. Yo leía eso de que ‘los medicamentos deben mantenerse fuera del alcance de los niños' y pensaba: ‘¡Qué exageración!'», cuenta Vicente. El segundo hijo llegó para poner a prueba esas impresiones de papás primerizos con suerte. «El pequeño llegó como un tsunami, ¡lo puso todo patas arriba! Lo abría todo, tiraba la basura, solo le faltaba colgarse en las lámparas... Nos costó adaptarnos a esa personalidad», revela este padre que contó con el apoyo de su hijo mayor para vincularse al pequeño. «Sergio lo llevó muy bien. Es la bondad personificada, y vivió este proceso de adopción en primera persona, todos los pasos que hay que dar», detalla.
La adopción la tienen los dos niños del matrimonio «muy integrada». «Ellos tienen dos papás. Lo primero que piensa mucha gente cuando nos ve es que son por gestación subrogada, me llama muchísimo la atención que esté más integrado esto, cuando es ilegal en España, que la adopción nacional. Cuando decimos que son adoptados la gente suele extrañarse», manifiesta Vicente. «No es difícil adoptar, pero adopción es igual a espera», recalca.
Este matrimonio empezó a visibilizar su experiencia paternal en redes entre la primera y la segunda adopción, tras recibir preguntas y consultas a pie de calle. Pocos referentes de familia homoparental formadas por dos padres e hijos adoptivos hay en España.
«Hay que tener mucho dinero en el banco», «una casa en propiedad» son algunas de las ideas que se propagan sin «ser verdad». «La adopción es gratuita. Lo único que te piden es una estabilidad como pareja, una estabilidad económica, emocional, y que seas consciente de la decisión que has tomado», señala Vicente, porque en la paternidad adoptiva «tienes que lidiar con un pasado y una paternidad biológica».
Emocionan las palabras de gratitud que dedican estos padres adoptivos a las madres biológicas de sus hijos. «Nuestra forma de ver y vivir la adopción es naturalizarla, naturalizarla hasta el punto más real que te imagines. Mil veces les digo a mis hijos: ‘¡Pero qué bien te parió tu madre!'. A sus madres las tenemos muy presentes en nuestras conversaciones, en el día a día. Me parece natural encajar que ellos tienen un padre y una madre que no los supieron cuidar, pero nunca los demonizamos. No es un ‘ellos son malos y nosotros buenos'», dice Vicente. Cuando habla sobre este tema con sus hijos, este padre les explica: «Los adultos no sabemos hacerlo todo. Igual yo no sé conducir una moto o hacer paella, igual vuestros padres biológicos sí... Cada uno lleva a cabo lo que puede y lo que sabe».
Un niño, cuando nace, nace con su libro en blanco, ve Vicente. «Nuestros hijos ya llegaron con las primeras páginas escritas. Y no somos quien para arrancárselas», tiene claro. «Hay muchas adoptivas que lo romantizan con ‘Naciste de mi corazón'. ‘No, naciste de tu mamá', les digo. Nuestros hijos lo tienen integrado. Un día, una madre fue a clase de Sergio a hablar de las emociones de las embarazadas. Sergio llegó a casa y me pidió: ‘‘ Papá, habla con mi profesora para ir a hablar de adopción, porque no todos tenemos la suerte de vivir con nuestras familias biológicas. Y allá que fui, claro».
En este hilo rojo cada vez más fuerte y visible no hay nada que cortar.