Lucía, 25 años: «Me defino como piji progre porque no quiero que mis privilegios opaquen los derechos de los demás»

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Aunque no reniega de su vida acomodada, la joven defiende los derechos de la mujer, del colectivo LGTBI y un acceso digno a la vivienda para todos: «Mis valores están por encima de mis intereses»

16 jun 2025 . Actualizado a las 14:24 h.

Lucía nunca se imaginó que recibiría tanto feedback, y tan positivo, tras publicar un vídeo posicionándose ideológicamente en TikTok. Lo cierto es que hace un año, cuando preparaba a conciencia las oposiciones a notarías, tampoco se hubiera creído que compartiría contenido en redes y que estaría trabajando en una empresa. Dejó la oposición a pesar de que siempre ha sido una estudiante excelente, de 14 en la selectividad y media de sobresaliente en el doble grado, «porque sentí que estar 11 horas estudiando todos los días no es útil ni eficiente en el mundo de las nuevas tecnologías en el que vivimos, y me di cuenta de que no era algo que a mí me motivase. Sentí que estaba perdiendo mis capacidades».

Decidió que lo suyo era el derecho aplicado al mundo tecnológico, y tiró por ahí. «Y con la tontería, yo siempre decía: “Quiero trabajar en una empresa como TikTok”. No trabajo en TikTok, pero sí en una empresa tecnológica. Y como tengo mucho teletrabajo, empecé a subir contenido». Un contenido muy variado en el que Lucía no habla solamente de derecho, sino también de otras salidas profesionales «para intentar ayudar a la gente que está como yo estaba cuando empecé, a no sentirse tan perdida; pero también hablo de mi vida, de la amistad y de política, que es algo que a mí siempre me ha llamado la atención».

A sus 25 años, defiende que generacionalmente los jóvenes no son tan apolíticos como los pintan. «Es verdad que los jóvenes hablamos menos de política que la generación de nuestros padres, que vivieron la transición y algunos la dictadura, en una sociedad muy convulsa. Pero ahora creo que la sociedad también está muy convulsa, lo que pasa es que en vez de pronunciarnos y dar nuestra opinión, nos quedamos callados», dice Lucía, que asegura que en las redes sociales «intento hablar de temas que yo hablo con mis amigas cuando me tomo un vino, enfadadas, a veces intentando buscar un cambio».

Su indignación, asegura, es la de una juventud hiperformada que no encuentra correspondencia en la sociedad. «Hablo de esto como una chica de 25 años que ha estudiado dos carreras y que a día de hoy me encuentro con un mundo un poco hostil». ¿Ha crecido esta nueva generación con unas comodidades y unos recursos muy por encima de la realidad precaria con la que se encuentran en la adultez? «Sí y no. Yo vengo de una familia que no es de clase media-baja, que ha sido más privilegiada, y siempre he sido muy consciente de los esfuerzos de mis padres para que yo viviese una vida acomodada, con viajes, interraíl, Erasmus.... Y, al final, eso no es culpa ni de los padres ni de los jóvenes, sino de cómo está configurada la sociedad a día de hoy». Lucía afirma que a pesar de sus buenísimas notas, lo que más le ha abierto las puertas a nivel laboral ha sido saber hablar inglés y haber vivido experiencias internacionales. «Entonces, la comodidad de la que se habla es cierta, pero al mismo tiempo es una comodidad un poco exigida, y no es culpa nuestra».

Para la joven, la polarización, los discursos que atacan al feminismo y otros derechos sociales, la incertidumbre que hay en torno a una inteligencia artificial todavía sin regular, los conflictos geopolíticos y bélicos, así como la subida desorbitada de los precios, el problema de acceso a la vivienda y el estancamiento de los salarios —«muy bajos para la formación que hoy nos piden en el mercado laboral», apunta— dibujan una actualidad muy poco alentadora para las nuevas generaciones.

Aun así, es consciente de su suerte. Vive con sus padres por elección propia, con el objetivo de ahorrar para independizarse en algún momento. «Yo estoy en una posición privilegiada, ya no solo por dónde vengo, sino por lo que he estudiado y cómo lo he estudiado, por lo que me va muy bien. Además, solo llevo trabajando ocho meses. Pero al igual que económicamente soy una privilegiada, también lo soy a nivel familiar, porque me encanta estar con mi familia. Aun así, tengo ojos para ver que la realidad en la que yo vivo no es la realidad de la mayoría de la gente», afirma Lucía, que no obstante dice que sabe lo que es encadenar contratos de prácticas, y también la dificultad para lograr uno indefinido. Al menos, asegura que su trabajo está bien pagado en su sector, el de la abogacía internacional.

CONCIENCIA DE CLASE

Su conciencia de clase no le impide ser consciente de la precariedad que sufre la mayoría. Y eso es lo que la movió a publicar un vídeo que fue muy visualizado en sus redes sociales (@luciarivast), en el que responde a la siguiente pregunta: «¿Por qué soy roja a pesar de ser pija?». A continuación, esgrime por qué una cosa no es excluyente de la otra: «No quiero que mis privilegios opaquen las oportunidades y derechos de los demás. En consecuencia he sido, soy y seré feminista, voy a defender siempre los derechos del colectivo LGTBI. Creo en la vivienda como un derecho y no como un privilegio que solo tienen unos pocos, apoyo las condiciones laborales dignas y las subidas del salario mínimo interprofesional, y entiendo el papel tan importante que tiene el Estado para preservar la justicia social». Se despide así: «Besos de tu piji progre de confianza».

Lejos de suscitar hate, Lucía recibió una avalancha de mensajes positivos de gente que se sintió identificada con ella. «En Madrid está como muy definida la línea entre la gente más pudiente y la que menos, y yo no voy a renegar de dónde vengo. Vengo de un ambiente bueno, del centro de Madrid, en el que me he movido con gente acomodada también», describe la joven, que sabe lo que transmite: «Sé que por dónde me muevo, cómo hablo, cómo visto y las cosas que hago, los que no son pijos me llaman cayetana. Pero no pienso que sea cayetana, prefiero el término pija. No lo voy a negar, lo soy. Pero progre, también». Lo es, defiende, por su ideología y sus valores. Por su conciencia de lo que pasa a su alrededor, de que lo que vive no es lo que vive todo el mundo. «Yo soy progresista porque mis valores lo son, y a veces estos valores no coinciden con lo que en teoría me interesa a mí o a mi familia, y mucho menos con la gente de la que me rodeo. Es cierto que al final vengo de un ambiente más conservador, y me siento un poco un bicho raro», señala la abogada, que asegura que le gusta hablar abiertamente de cómo piensa y que no quiere que la gente tenga prejuicios: «Yo puedo ir a la discoteca más pija y que más de moda está en Madrid, pero al mismo tiempo soy una persona muy abierta de mente y no miro a nadie por encima del hombro».

Uno de sus mantras es que sus valores están por encima de sus intereses. ¿Hasta qué punto? ¿A qué estaría dispuesta a renunciar para favorecer a los más vulnerables? «Principalmente, estoy a favor de pagar impuestos. Tenemos que contribuir de acuerdo con nuestra capacidad económica. Gracias a eso, con independencia de la gestión que los políticos hagan de ellos, personas en una posición más desfavorable van a conseguir cosas que para mí son derechos, como la educación, la alimentación y el acceso a la vivienda».

Lo de callarse no va con ella. «Podría pasar desapercibida, pero prefiero hablar, decir lo que creo que está mal y debatir con la gente que piensa distinto a mí. Desde la izquierda, y yo soy una mujer de izquierdas, hay como un resentimiento en cierto modo hacia la gente pija. Sin embargo, conmigo entienden que estoy siendo valiente y dando voz a algo, no aprovechándome de ninguna lucha, y quizás por eso el vídeo en el que explicaba por qué soy piji progre es con el que más he conectado con la gente», dice Lucía, que ha veraneado durante 18 años consecutivos en Galicia y confiesa que si tuviera que elegir un lugar fuera de la capital para vivir, sin duda sería A Coruña. Mientras tanto, comparte su día a día profesional y su visión de la vida en las redes sociales desde Madrid, sin disfrazar lo que es. Ahí está el secreto de su éxito.

No voy a renegar de dónde vengo, pero soy progresista porque mis valores lo son. Puedo ir a la discoteca más pija de Madrid, pero no miro a nadie por encima del hombro”