
Pudiera parecer que nos hemos pasado al sushi y al cebiche pero hay indicios ciertos de que para tumbar el suculento recetario nacional van a hacer falta unas cuantas multinacionales más todavía. Hace unos días, la empresa Glovo publicaba su Barómetro GastroEspaña y desvelaba que en Galicia los tres platos que más se solicitan desde los domicilios son la tortilla de patata, la empanada y los pimientos de Padrón, con una tendencia al alza de los callos y un lugar bien vistoso para la tarta de Santiago. El menú contrasta con el registrado por la empresa de reparto en otros lugares de España en los que, efectivamente, a casi nadie se le ocurre desbloquear el móvil desde el sofá para pedir unos entresijos y gallinejas, desplazados por sashimis y hamburguesas.
La encuesta puede servir para reforzar nuestro merecido nacionalismo gastronómico, pero desvela algo que dejaría pálidas a nuestras señoras madres: hay gente que llama a un motorista para que le acerque unos pimientos de Padrón en lugar de empuñar la sartén y apañar una fritura en un pispás.
Sobre la crisis de los pucheros domésticos se nos lleva advirtiendo desde hace tiempo porque su eventual desaparición significaría una catástrofe de proporciones cósmicas. No seríamos la primera sociedad en la que las cocinas están siempre apagadas, pero esos lugares en los que nadie enciende el gas para arrimarle una pota de caldo son sin duda peores. De mantener la cocina encendida se han ocupado las madres cuando no podían elegir hacer otra cosa y nadie se ha parado a pensar en serio cómo se puede mantener una costumbre que es mejor para el estómago, la cabeza y el amor, ahora que las mujeres avanzamos hacia la igualdad.
Hace unas semanas, el dueño de Mercadona compartió uno de sus provocadores pronósticos dentro del ecosistema ultraliberal en el que tan a gusto se maneja. Según Juan Roig a mediados de este siglo, o sea en cuatro telexornais, las cocinas domésticas echarán el cierre para siempre y todo quisque se abastecerá de los platos preparados que ya ocupan los lineales de Mercadona, pero también de otras cadenas como Eroski o El Corte Inglés, un pionero de la causa.
La incomprensible naturaleza humana hace compatibles esta amenaza de extinción de la comida preparada en casa con millones de programas, podcasts, reels, libros y oraciones en los que personas de toda edad y condición comparten recetas que millones de personas vemos no se sabe muy bien para qué, pues después le pedimos a Glovo que nos traiga unos pimientos de Padrón.