La historia de duelo y coraje de Alba Ciordia: «Mi perra me salvó, es mi gran maestra en la vida»

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Alba con sus dos golden retriever, Claire y Briana.
Alba con sus dos golden retriever, Claire y Briana.

A los 7 años perdió a su madre, de 37, y su único deseo en aquel trance fue tener un perro. Alba tuvo varios... y llegó Claire, una golden con la que emprendió, desde su cuidado, un viaje que le empujó a emprender con un proyecto pionero en España, crear la primera marca de cosmética natural para perros en el país, y la ha ayudado a encajar otro duro golpe, la pérdida de su bebé

25 jul 2025 . Actualizado a las 21:05 h.

Claire es una maestra, una profe especial que suele vivir con la lengua de fuera. No tiene manual ni da lecciones soberbias. No sabe hablar, pero sí vivir el presente como nadie. Si habla, lo hace en ese lenguaje que entienden los que se acercan desde el respeto y las ganas de aprender al animal. Claire es la golden retriever que ha curado a Alba Ciordia. Esa perra ha dado a esta emprendedora experta en bienestar animal, creadora de The Doog Life, primera firma de cosmética natural para perros en España, mucho más que compañía. Salud. Bienestar. Una familia poco convencional.

La historia de Alba, que ahora tiene dos golden retriever que suman más de 900.000 seguidores en redes, comienza más de tres décadas atrás. Es la historia de una niña que perdió a su madre con 7 años, que afrontó un espinoso duelo y que siempre soñó tener perro sin saber por qué razón. «Yo solo quería un perro. La vida me ha traído dos. Y una familia, una distinta a la que pensé. Una más auténtica, más elegida», asegura Alba, que acaba de publicar Algo más que compañía, el libro en el que cuenta su vida con lo peor y lo mejor. «Aquí están algunas partes de mi historia, con el hilo conductor de los perros. Es cien por cien autobiográfico. Para mí es uno de sus valores», afirma Alba.

El año 95 fue uno de los más duros de su vida. La muerte de su madre con 37 años enterró también su ilusión, la que movía a la niña alegre y expansiva que era Alba. Y a sus 7 años, esa niña se convirtió obligada por el duelo precoz en otra más reservada, solitaria, pero dispuesta a dar lo mejor de sí en las clases, a ser la estudiante 10. «Lo académico fue mi salvavidas», escribe. Esa presión de no fallar, de ser merecedora de ser querida, nació de la herida que finalmente le dio, con gran esfuerzo y paciencia, la oportunidad de crecer. La pérdida de su madre «fue el inicio de otra versión de Alba «completamente diferente». «Aquello fue un antes y un después, cambió de forma radical mi manera de estar en el mundo, de entender la vida, e incluso de soñar y proyectarme hacia el futuro, en una edad muy temprana en la que tuve una dosis de realidad superfuerte», revela. Unos crecen paso a paso, centímetro a centímetro. Otros de golpe, en un día varios años. «Yo tuve que crecer a pasos agigantados y eso, probablemente, ha dado forma a mi vida posterior y también a mi personalidad. Eso hizo que empezara a conectar desde niña con las personas adultas. Dio forma a mi manera de pensar y de sentir. Desde los 7 hasta los 15 tuve que encontrar la manera de poder salir adelante, como instinto de supervivencia al jarro de agua fría que me echó la vida», cuenta. Recordar aquellos años por escrito, incluso desde la superación, a Alba le removió mucho. «Es sacar heridas que nunca llegan a cerrar del todo, pero escribir fue un acto de liberación», asegura. Contarlo no solo la ayudó a sentir alivio, sino a tratar de ayudar e inspirar a otras personas.

DOBLE BIENESTAR

Un duelo no es una enfermedad, señala. No es algo transitorio. Es algo que se siente, dice, cada día, con lo que se aprende a convivir. «Para mí el recordatorio de la muerte estaba en todo, cada día, en casa, cada vez que iba al colegio y estaba con otras niñas, en esos momentos importantes de tu vida en que necesitas que estén tu madre y tu padre. Y ya como mujer sentí mucho la falta de mi madre. Ese vínculo es único, irreemplazable. Por mucho que yo quisiera seguir con mi vida no era capaz de obligarme», dice.

«De lo más doloroso a veces sale algo bueno. La enfermedad de Claire me llevó a montar mi propia empresa»

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Fue la etapa más complicada de su vida. Pero del desconsuelo salió también la fuerza de Alba para tirar adelante, «un impulso constante». Su madre murió a la edad que hoy tiene Alba, 37, a la edad en que publica Algo más que compañía tras revivir y emprender de la mano de Claire y adoptar también a Briana, un cachorro que duplica su sensación de bienestar.

Con Claire, que nació, caprichos del destino, justo el mismo día que la madre de Alba, la emprendedora madrileña recuperó algo esencial que había perdido, la confianza. «Recuperé la confianza en otros, y en mi intuición, en la magia de la vida, que tiene cosas bonitas y momentos en los que recibimos señales a las que hay solo que prestar atención», advierte. El vínculo con los animales fue el que desperezó esa poderosa intuición, que a Alba le hizo vaticinar acontecimientos tristes, como la muerte de su abuela Isabel, pero también alegrías.

Lo que le dijo la intuición desde bien pequeña fue: «Ten un perro». «Tras la muerte de mi madre, mi único deseo fue tener un perro», dice. Primero tuvieron un Dori en casa, una cocker spaniel color canela que acabó volviendo a su familia de origen y luego, a través de una relación de pareja que tuvo en Miami tras una mudanza laboral, pudo cuidar de Sonny y Sofi, «perro y perra, que eran como el yin y el yang».

«Me di cuenta de que para mí era muy importante esa compañía genuina, ese amor incondicional de un perro, que no juzga, que no exige, que sencillamente está», cuenta Alba, que asegura que los perros «son un soporte fundamental en procesos psicológicos complejos», ayudan a la regulación emocional y son «un puente de seguridad entre el trauma y la reconstrucción de la confianza» perdida.

Su viaje con Claire no ha sido un camino de rosas. «Esto para mí es importante. Hay que contarlo como es, para que no se idealice lo que significa tener perro, que no se vea como ‘qué bonito, tengo perro para pasearlo y que me quiera’. Es un ser vivo que depende de ti, desde el primer el día hasta el último». ¿Ocurre con un perro como con un hijo? «Pero los hijos crecen, van creciendo y con el tiempo se hacen independientes. Esto con los perros no pasa», distingue la experta en cuidado animal.

«Estar en el presente, aprender a disfrutar de cada paseo, a observar la naturaleza. Lo que parece pequeño y es fundamental a mí me lo han enseñado los perros. Sobre todo, a reducir la expectativa», asegura Alba que ha dejado de vivir en la exigencia constante. «Lo más sencillo es lo sanador», ve.

Aprender fue también para ella cuidar de Claire, que sufrió una grave enfermedad de los ojos, «un caso raro, uno entre un millón, para el que los tratamientos que existían no daban resultado. Las cirugías a las que se sometió tampoco salían bien. Llegado un momento pensé: ‘‘Tengo que rendirme a la situación”, encajar lo que ocurre y acompañar a Claire. Acompañarla haciendo lo que está en mi mano. Ellos sienten también tu estrés», comparte.

La enfermedad de Claire no tiene solución, pero sí la compañía cuidadosa e incondicional de Alba, que contó a su vez con el acompañamiento de mucha gente que las seguía de cerca a las dos en redes sociales. «De todo lo doloroso siempre se puede sacar algo bueno», considera. La enfermedad de Claire trajo también la semilla del emprendimiento de Alba, que con 33 años fundó The Doog Life, marca pionera en España que trabaja con un laboratorio con años de experiencia que fabrica productos cosméticos naturales de acuerdo con los estándares más exigentes de la Unión Europea.

El dolor no nos hace más fuertes, pero «hay salida», dice Alba situándose en un papel de observadora.

Hace unos meses perdió a su bebé a los dos meses de embarazo, pero Alba no deja de dar las gracias, pese al dolor, a los amores que le hacen seguir peleando, día a día, con la vida.