La gallega que «ficha» artistas extranjeros para el MoMA: «No conozco otro museo que haga el trabajo que yo hago en este, es un privilegio»

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Elena Pérez-Ardá López es una apasionada del arte con un sueño cumplido: trabajar en uno de los museos más importantes del mundo. «No conozco otro departamento que haga el trabajo que hacemos nosotros, para mí es un privilegio», señala

24 ago 2025 . Actualizado a las 09:10 h.

Los sueños, a veces, se cumplen. Que se lo digan a Elena Pérez-Ardá López, una andaluza de nacimiento, pero gallega de corazón (con un año y medio se mudó a Galicia), que como apasionada del arte anhelaba algún día poder trabajar en el MoMA, uno de los museos más importantes del mundo. Aunque todo era un sueño, ya de adolescente sus pasos iban encaminados a que, quizás, algún día pudiera cumplirse. Con 16 años sembró la primera semilla. Todo empezó con una beca del Ayuntamiento de A Coruña para cursar primero de bachillerato en Estados Unidos. Hizo las maletas y durante un año vivió en Míchigan, «con una familia estupenda». La experiencia, recuerda, fue muy buena. Al terminar el curso regresó a A Coruña e hizo el último curso del bachillerato artístico en Adormideras. El arte era el timón por el que guiaba sus pasos, y se mudó a Salamanca para estudiar Bellas Artes. «Yo tenía muy claro que quería dedicarme a esto, que quería estar en el mundo del arte, y la verdad es que costó, me costó mucho trabajo. Pero gracias a las becas lo he ido consiguiendo». Tras un paréntesis al terminar la carrera, en el que volvió a casa para hacer en la UDC un máster de educación en arte, voló hasta Islandia gracias a una subvención, donde estuvo seis meses trabajando en una residencia de artistas. «Un proyecto muy bonito», apunta Elena. 

Dice el refrán que la cabra tira al monte, y los apasionados del arte a Nueva York. De nuevo, con ese destino en el horizonte, probó suerte con la beca Argo para hacer unas prácticas en un centro cultural en Estados Unidos. Se las concedieron. Y poco a poco empezó a acariciar su sueño. Ya estaba en la ciudad, solo había que llamar a la puerta. «Una vez que estaba allí decidí pedir las prácticas en el MoMA, eran como mis prácticas soñadas. Es uno de los museos más importantes del mundo, tiene una colección impresionante. Para mí era un sueño. Las pedí varias veces, y al final me hicieron la entrevista y las conseguí», indica Elena, que en el 2017 estuvo tres meses en un departamento del museo.

En ese momento ya tenía claro que ese era su lugar, donde le gustaría quedarse, pero finalmente regresó a España. Estuvo trabajando en varias galerías de arte en Madrid, también en el Reina Sofía, hasta que después de la pandemia decidió aplicar a otra beca, la Fulbright, para volver a la ciudad de los rascacielos. «Es importante decir que en este sector no sales de la carrera y ya consigues tu primer trabajito, y a partir de ahí poco a poco vas haciendo tu vida. No, aquí hay que ser abierto de mente, tienes que tener muchas ganas de ir pasando todos estos procesos. Es verdad que si tienes la oportunidad de irte, también hay muchas posibilidades fuera. Para mí, aunque en otros sectores es complicado, en el mundo de bellas artes, historia del arte... te tiene que gustar mucho, tienes que estar muy seguro de que es lo que quieres hacer para ir tirando », explica Elena, que recuerda lo que le decían los profesores en la carrera, «no son solo unos estudios, sino que es un estilo de vida».

La beca Fulbright la llevó de nuevo por unos meses a Nueva York en el 2022, en este caso al museo FIT, de diseño y moda, en el que estuvo trabajando para una comisaria como asistente de investigación y participaba en el proyecto de una exposición. «Hay gente que llega y que lo pasa mal, otra que no se acaba de ver aquí, yo conecté con la ciudad. A ver, es muy dura, muy grande, y no sé si es que tuve suerte o una predisposición desde el principio para que me gustara, pero le vi todas las cosas buenas. A mí me abrió todas las puertas, suena de película, lo típico de las oportunidades, pero para mí, en cierto punto, fue así». Cuando finalizó su estancia en el FIT, ya tenía claro que no quería volver, y se puso buscar trabajo. Las vueltas que da la vida, que justo en ese momento en el departamento en el que ella había hecho las prácticas en el MoMA en el 2017, siete años antes, estaban buscando a una persona. Mandó la solicitud, pasó el proceso de entrevistas, y, a los tres meses, la llamaron para decirle: «El puesto es tuyo». Se quedó sin palabras. 

UN PRIVILEGIO DE TRABAJO

El trabajo era para el International Program, como el departamento internacional del museo, para coordinar un grupo de investigación que ayuda al MoMA a descubrir nuevos artistas que no haya en la colección de fuera de Estados Unidos y Europa. En otras palabras, asesora con los nuevos «fichajes». «No solo emergentes, también puede ser que se hayan quedado a un lado anteriormente. Por ejemplo, un artista de los 70 que hacía vídeo en Vietnam, pero que por lo que fuera no se descubrió, no se vio y se trae ahora. El museo está dividido en departamentos curatoriales: pintura y escultura, dibujo y grabado, foto, arquitectura y diseño, cine, performance.... Y los comisarios de cada uno de los departamentos vienen al mío, y nos dicen: ‘Necesitamos saber más de, por ejemplo, escultura en Marruecos en los ochenta’». A partir de ahí, Elena y su equipo se ponen a indagar. Confiesa que está siendo como volver a la universidad por todos los conocimientos que está adquiriendo, porque igual que sabe del arte de Norteamérica y de Europa, desconoce el de Filipinas o de la India. «Es un programa interno del MoMA, lleva desde del 2009, yo soy la coordinadora, mi puesto exactamente se llama C-MAP Program Coordinator, y es un departamento de investigación del museo, que apoya las iniciativas, las exposiciones, y las adquisiciones», explica Elena, que es la responsable de ese primer filtro de selección de nuevos artistas.

Trabajan por regiones, que revisan cada tres años para ver si merece la pena continuar explorando o pasar página. Ahora mismo, están centrados en Bombay, sur y este de Asia y la zona norte de África. «Yo trabajo con tres investigadores que son especialistas en estos temas, pero a mayores hacemos un montón de cosas: invitamos a los profesores de la universidad de allí, a gente del museo, y también una vez al año organizamos un viaje a cada una de las zonas que estamos estudiando, y los comisarios de los diferentes departamentos del MoMA visitan galerías, bibliotecas, estudios de artistas, se reúnen con gente del museo local... Algo que a nosotros nos parece muy importante», comenta. Tienen libertad a la hora de presentar a los artistas que consideren, pero suelen dejarse llevar por los criterios previos que les han indicado los comisarios en sus peticiones. «Quizás ya han mirado alguna zona, algún artista, o edificios... y así tenemos algo para empezar. Nosotros ayudamos y les damos información extra, y si luego no interesa, pues no interesa, pero tenemos bastante campo abierto».

Dice Elena que una de las cosas que más le llamó la atención cuando se incorporó a la plantilla del MoMA es la antelación con la que se trabaja. Ahora mismo, están con la vista puesta en la programación del 2027-2030. «Una de las exposiciones que se pueden visitar en la actualidad es la de un dúo de artistas de la India que hacen vídeo, pues la investigación empezó hace diez años. Es un proceso muy largo. Pero es lo que se tarda para adquirir una obra, para que se quede permanente en el museo o para montar una exposición». Unos tiempos que ella también tiene en el proyecto que coordina. Ahora, han comenzado a trabajar con la India, y quizás estén tres años hasta que puedan tener alguna opción interesante que presentar, y a veces, apunta, «no sale nada», y simplemente han hecho contactos para otras iniciativas. «Es un programa muy vivo, yo no conozco otro museo que haga este tipo de trabajo que hacemos nosotros. Es un privilegio».

Elena no participa en la decisión final acerca de la compra de una obra, pero explica que no se toma a la ligera, sino que varios comités analizan las propuestas antes de concluir que se va a adquirir una pieza. Y no necesariamente cuando entra una nueva, otra sale. Para Elena, el museo sabe combinar muy bien el flujo de artistas que conviven a la vez.

Lleva dos años y medio trabajando, y no es capaz de recordar el número de veces que se lo ha recorrido entero. «Para mí lo mejor es pasear por las mañanas antes de que abra. Estás sola en las salas. Es una pasada», comenta a la vez que sorprende cuando dice que su obra favorita es el jardín, el Sculpture Garden. No le queda museo alguno que descubrir en Nueva York, aun así, señala que su favorito es el Dia, en Beacon, a las afueras de la ciudad. «Me parece que es increíble y que mucha gente no va», lamenta.

Dos consejos antes de despedirnos: «Si quieres ver la colección del MoMA, yo empezaría por el quinto piso; si quieres el arte más contemporáneo, por el segundo. Dejaría dos horas para esas dos plantas y ver lo icónico, igual son solo 20 cuadros, pero por poder, puedes estar horas, y aun así quedarte cosas por ver. Y antes de ir, siempre recomiendo mirar la web. A mí las exposiciones que más me interesan suelen ser las temporales».