Pedro Valenzuela, guía Montessori y educador: «Es un error apurar a los niños pequeños para que aprendan a escribir su nombre»

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Este educador insiste en que no hay una edad concreta para aprender a leer. «Hay niños que con 5 años aún no están preparados», señala el autor de «Enséñame a leer», que recomienda la letra minúscula y cursiva para iniciarse en la lectoescritura

14 sep 2025 . Actualizado a las 15:27 h.

Es guía Montessori, sin embargo, Pedro Valenzuela (Totana, Murcia, 1981) no es un firme defensor de esta metodología al cien por cien. Señala que ha encontrado en ella un camino interesante para llevar a cabo muchas de sus prácticas y muchísimo potencial. Por eso, en su escuela, forma parte de la cooperativa Alma Montessori, un colegio que nació en Cartagena con tres niños y que ahora acoge a más de 85 familias, combinan lo mejor de la pedagogía con los descubrimientos que van apareciendo en el aprendizaje y desarrollo de los niños. «La adquisición de la lectura no es un proceso natural para los seres humanos, es un proceso de maduración cerebral. No se debe obligar a aprender», indica Pedro, autor de La revolución en las aulas, que acaba de publicar Enséñame a leer, en el que revela trucos y recursos de los maestros Montessori para la iniciación a la lectoescritura.

—Insistes en el libro en que es hora de interiorizar que no hay una edad para leer, sino que es un proceso madurativo y que unos niños lo alcanzarán a los 5 años y otros a los 6 o 7. ¿Te parece un error entonces que antes de terminar la etapa de infantil se les enseñe a leer, aunque no sea obligatorio?

—Esto es interesante, porque hay un contexto social competitivo que es el que está haciendo que no se respete precisamente este proceso madurativo. La ley educativa lo que dice es que en educación infantil tiene que haber un acercamiento tanto a la lectoescritura como a las matemáticas. En ningún caso dice que tiene que acabar esta etapa leyendo. Y aquí es donde está el problema, desde mi punto de vista, de que al final nos hemos metido en una rueda muy competitiva tanto por parte de las escuelas como de los docentes o familias, en la cual lo único que se persigue, desde un plano egoico, adulto, es sentirme yo orgulloso por ser el primero que enseña a leer a mis alumnos, cuando esto no tiene ningún sentido, porque esto depende de un proceso de maduración cerebral, y en un aula de 25 alumnos, puede haber equis niños que estén preparados para adquirir este conocimiento, y otros tantos que a los 4 o 5 años no lo están. Y lo único que están haciendo en estos casos es perjudicar el desarrollo lector de estos niños. 

—¿Cuándo se tiene que hacer el primer acercamiento a la lectura?

—Prácticamente desde que el bebé nace. El libro explica cómo realizar ese camino desde que los niños son bien pequeñitos. Hoy se habla mucho ya de lo que es el entrenamiento fonológico. Es decir, lo que yo hago con mis alumnos, y lo que estoy haciendo ahora en mi contexto familiar con mis hijas, es un entrenamiento, porque la adquisición de la lectura no es natural para los seres humanos. Nosotros tenemos el lenguaje oral, porque a nivel cerebral tenemos estas ventanas abiertas para ello. Aprendemos a hablar por contacto, en interacción con el ambiente en el que vivimos. A un ambiente más rico, evidentemente un mejor lenguaje. Pero la adquisición de la lectura no tiene tanto que ver con este proceso, sino con un proceso de maduración cerebral. Y al igual que en una tomatera encontrarás tomates que maduran a tiempos diferentes, en una clase de 25 niños, vas a encontrar seres vivos que maduran de una manera diferente. Y volviendo al tema de antes, no me parece mal que se les enseñe a leer antes de terminar infantil, porque en ese recorrido, que empieza desde bien pequeños, puede haber niños que en educación infantil, con 4 años, empiecen a leer. 

—Y tampoco hay que frenarlo...

—No, no. Nosotros en nuestro cole, a los niños que con 4 años empiezan a leer los acompañamos en ese recorrido. Lo importante es que nosotros, como docentes, tengamos todo preparado en nuestra aula para quien empieza a los 4, y para quien no, que podamos ofrecerle otro tipo de actividades. Hay que saber esperar y acompañar al niño de manera individual en el momento en el que lo necesita.

 —¿Y qué edad marcarías como límite para que un niño aprenda a leer?

—Hoy la neurociencia dice que hay una franja de edad, entre los tres años y medio y los siete y medio, aproximadamente, en la que los educadores tenemos que tener claro cuál es el camino que vamos a seguir, y a lo largo de él, el niño nos irá dando información. Por ejemplo, si yo empiezo a trabajar con un niño desde bien pequeñito de manera fonética, le leo cuentos, trabajo mucho el lenguaje oral, estoy trabajando mucho lo que son los juegos de sonido, que es identificar el sonido por el que empieza o termina una determinada palabra, y estoy haciendo ese entrenamiento fonético. Normalmente, se ha comprobado que con 4 años hay niños que son capaces de identificar estos sonidos. Pero si con 5 años no se está dando cuenta de lo que estamos trabajando, nos puede dar pistas de que puede tener algún problema de desarrollo. Lo importante no es la edad en sí, sino que irán aprendiendo en diferentes edades. Sí nos debería preocupar ya mucho, aunque evidentemente esto se detecta antes, sobre los 6 años y medio o 7. 

—¿Qué diferencia al método Montessori de otros?

—Sobre todo, el respeto individual a las características de cada niño. En nuestras aulas no tratamos a un grupo de 25 niños por igual. También hay mezcla de edades, tenemos a un grupo de niños de edades comprendidas entre los 3 y los 6 años, y esto beneficia mucho, porque los mayores pueden acompañar a los más pequeños y les pueden enseñar cosas. Además, en nuestros ambientes todo es manipulativo. Hoy en día, la neurociencia nos dice que cuantos más sentidos haya implicados en el aprendizaje, mucho mejor. Y respecto a la lectura, ofrece materiales manipulativos que acompañan a este desarrollo, principalmente, las letras de papel lija, que permiten al niño tocar la grafía de lo que hasta ese momento estaba conociendo como un sonido. A través del tacto, el niño incorpora mejor el aprendizaje. Y también el alfabeto móvil, una caja con las letras del abecedario, que les sirve, cuando ya conocen las letras y el símbolo, para empezar a escribir. Porque en este momento, seguramente, no tiene todavía refinado el movimiento motriz a través de sus dedos para hacerlo con un lápiz.

 —¿Qué papel juegan los padres en el proceso de aprendizaje de la lectura?

—Con buena información, es muy interesante que trabajen toda esa parte, sobre todo, la inicial. Por eso el libro está escrito de manera sencilla de leer para familias y docentes. Porque puede ayudar mucho en casa, donde suele salir enseguida la parte esta de competitividad, de comparar. Es muy importante que las familias disfruten del proceso, porque en casa es donde se cultiva esta parte, a través de la lectura de cuentos, de visitar bibliotecas, del enriquecimiento del vocabulario, de la conversación...

 —¿Cuál es el error más común que observas en los adultos al enseñar a leer a los padres?

—Obligarlos a que hagan algo para lo que no estén preparados todavía. Comparar, porque se compara muchísimo. Y luego, hay una parte que a mí me llama mucho la atención y es que las familias muestran mucho interés por que sus hijos aprendan a escribir, y lo primero que suelen hacer es enseñarles a escribir sus nombres, y no se dan cuenta de que lo que el niño está haciendo es reproduciendo un dibujo, pero no es consciente de lo que está escribiendo. Imagínate que viene un niño con su nombre escrito y se llama Jose. Está muy satisfecho, muy contento, y me dice: «Pedro, ya sé escribir». Pero si yo le enseño la letra O, y no sabe decirme qué sonido es, es porque el acercamiento a la escritura no lo ha hecho de manera correcta. Hemos corrido demasiado. Y esto es algo muy común.

 —¿No es bueno tener prisa por que escriban su nombre?

—Ni es bueno ni tiene sentido. Muchas veces obligamos a los niños a que aprendan a escribir como si tuvieran que empezar ya a redactar pequeños libros. Hay mucha prisa entre los 4 y los 6 años. Hay que esperar, se puede esperar.

 —La filosofía Montessori recomienda escribir antes que leer, y mejor empezar por la letra minúscula y cursiva. ¿Por qué es beneficioso?

—Cuando el niño ya ha trabajado de manera fonética, cuando empieza a identificar algunos sonidos, yo le muestro las letras de papel lija y empieza a conocer las grafías, las letras. Y aquí pasamos al alfabeto móvil. Y es interesante que cuando vaya cogiendo las diferentes letras, vea que quedan unidas, y al final tenga la idea que esa palabra es la composición de varios sonidos. Si lo hiciera con mayúsculas, quedarían divididas. Independientemente de esto, nosotros siempre les decimos a las escuelas que el debate no esté en qué tipo de letra utilizo, sino en que el niño tiene que conocer el sonido de las letras. Si trabajas en mayúscula, sigue.

 —¿Por qué antes escritura que lectura?

—Porque una vez que el niño ya conoce las letras de papel de lija, conoce todas las vocales, y aproximadamente entre 10-14 consonantes, sobre todo, las más comunes, a través del alfabeto móvil ya puede hacer sus primeras composiciones escritas. Y de manera indirecta, está leyendo también. Se trabaja antes la escritura, pero no a lápiz.

 —Pero fíjate que el sistema educativo actual ha retrasado la iniciación a la escritura para primaria.

—Yo lo que siento es que en el cole hay mucho lío, mucha controversia y poca ruta clara establecida. A mí, por ejemplo, poner a escribir a un niño con un lápiz en un momento en el que todavía no tiene bien refinado el movimiento motriz de sus dedos me parece un gran error. Es una cuestión anatómica. El desarrollo completo de los extremos del cuerpo no llega hasta los 7 años.

 —Dices en el libro que cuando empiezan, mejor el lápiz que el boli y no solo por si se equivocan, tú vas más allá.

—Es que el lápiz ofrece mayor contención. La tinta de un boli o de un rotulador es más resbaladiza, y cuando el niño no tiene todavía esa habilidad, le va a permitir realizar el trazo de una manera más lenta y sobre todo el útil de escritura no se le va a escapar.

 —¿Qué les recomiendas a los padres para que sus hijos no aprendan solo a leer, sino que les guste?

—Lo primero, que los adultos cambiemos nuestros hábitos en casa. Para mí eso, en mi faceta como padre, fue muy significativo. Tuve que hacer un trabajo para dejar mucho de ver la tele, sobre todo, de coger dispositivos electrónicos, y empezar a hacer una cultura de la lectura en casa. Los libros tienen que ser protagonistas. Hay que leer con ellos, ir a bibliotecas, tocar libros... Todo este tipo de cosas van muy relacionadas con lo que es abrir la cultura de la lectura en casa, que, como sociedad, no tenemos. En Finlandia hay más bibliotecas que bares. Tenemos que acompañar eso, tenemos que hacer esa riqueza.

 —¿Cómo afecta el formato digital a la forma en que los niños aprenden a leer?

—No solo lo digo yo, cada vez son más voces y está más demostrado que el dispositivo electrónico en muchos casos roba la atención, la concentración, la curiosidad del niño. Viene a hacer el trabajo que debería hacer el niño por desarrollo en esas edades. Yo soy muy partidario del libro en formato físico, que lo pueda tener, tocar, pasar páginas, y detenerse donde quiera.