Borja Vilaseca, experto en desarrollo personal: «La felicidad es fruto de la madurez y es un trabajo diario que tiene un precio»

YES

El experto en crecimiento personal Borja Vilaseca, que está poniendo en marcha el proyecto Terra.
El experto en crecimiento personal Borja Vilaseca, que está poniendo en marcha el proyecto Terra. Xavier Torres-Bacchetta

«Tuve una infancia que fue un infierno emocional. Crecí en una familia disfuncional y los 19 estaba roto por dentro, todo se fundió a negro», cuenta este emprendedor social experto en eneagrama de la personalidad. Borja se enfrentó al dolor muy joven, emprendió en solitario y empezó el cambio. El Borja que visita Vigo con Mentes Expertas este 2 de octubre tiene 44 años, 20 conscientemente vividos

28 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La felicidad es un deber íntimo, que se cumple con hábitos, pero no siempre siguiendo los ritos de la tribu. «Ser feliz debería ser tu prioridad. Si no te sientes bien contigo, puedes convertirte en un peligro social, porque vas a buscar ese bienestar que te falta fuera, a esperar que te lo den los demás. Hoy se demoniza a las personas que se cuidan, que miran hacia dentro, pero este es un egoísmo consciente», defiende Borja Vilaseca (Barcelona, 1981), profesor experto en desarrollo personal y eneagrama de la personalidad. Según esta herramienta de autoconocimiento, existen nueve tipos de personalidad que nos ayudan a comprender cómo somos, por qué tropezamos siempre con la misma piedra o por qué reaccionamos del mismo modo ante determinados estímulos.

Él tocó fondo con 19 años y de ese «infierno» partió un viaje que transformó su vida. El 2 de octubre, el autor de Ser feliz es fácil estará en Vigo (Auditorio Mar de Vigo, 19.00 horas) con Mentes Expertas.

—¿Quién es Borja Vilaseca?, ¿es el resultado de tu proyecto de autoconocimiento?

—Es el resultado del viaje de un chico que tocó fondo con 19 años y que ha dedicado toda su vida a la introspección, el autoconocimiento, la sanación y la transformación. Todo lo que voy aprendiendo lo voy compartiendo a través de libros, charlas y proyectos educativos. Me gusta agitar la conciencia de la sociedad, que está un poco dormida.

—¿El dolor nos da la oportunidad de conocernos mejor?

—El dolor y el sufrimiento son incómodos, a veces insoportables. El sistema lo que te propone es que los anestesies, pero cuando los confrontas con valentía y humildad el dolor y el sufrimiento te despiertan.

—¿Es descabellada la idea de querer ser feliz a diario, todos los días?

—La felicidad es nuestra verdadera naturaleza. Es lo que eres en esencia, cuando escuchas tu cuerpo, regulas tu sistema nervioso, conectas con tu espíritu y silencias tu mente. Cuando te trabajas, cuando te cuidas, vas notando que la felicidad, ese bienestar que no tiene causa externa, brota de dentro. Cuando sentimos vacío, soledad, estrés..., es un indicador de que estás desconectado de ti mismo. Experimentar felicidad las 24 horas del día, todos los días, no lo he visto en nadie, pero no tendría que ser esa nuestra aspiración. Nuestra aspiración debe ser conocernos y vivir en coherencia con lo que somos.

—¿Qué lo impide?

—Falta educación emocional, educación espiritual laica. Pero en la medida en que haces cada vez más trabajo personal estás más a gusto contigo. Yo tengo 44 años y siento que, cada vez, tengo más momentos de conexión, me resulta más agradable vivir... Sí es una prioridad la salud mental, pero no es una obsesión.

—¿Ser feliz es decidir?

—Es una de las características. Cuando una persona ha despertado, se da cuenta de que tiene dolor, se da cuenta de su trauma, y decide dejar de engañarse y victimizarse, y toma las riendas de su salud mental entonces prioriza su bienestar. Y ahí está tomando una decisión. A partir de ahí, claro, pasan cosas cada día. Las situaciones, las circunstancias, las relaciones con las personas pueden ser detonantes o disparadores de lo que experimentamos, pero no la causa. Cuando tienes algún tipo de emoción dolorosa por algo que te han dicho o que ha pasado, eso ha sido el detonante de un dolor o una herida que ya estaba ahí dentro.

—La felicidad tiene edad. Un estudio de Harvard, que siguió a varias familias a lo largo de las décadas, la localiza a partir de los 60. ¿Ser feliz va de aceptar cómo son las cosas?

—Tal cual. La edad favorece la felicidad. Se habla de la crisis de los 40, y mucha gente, incluido Jung, dice que la vida hasta los 40 es investigación; la vida empieza a partir de los 40 en el sentido de que la madurez influye en la felicidad, en estar cada vez más a gusto contigo, con tus decisiones cotidianas, con tu solitud. A partir de los 40, dicen los sabios, vas soltando. Espiritualmente, la edad te favorece.

—¿Es imposible quererse si uno no se conoce y no se entiende?

—Si entiendes cómo eres, tienes más compasión, te aceptas, te perdonas a ti mismo. Si te conoces, acoges tu lado oscuro, te conviertes en una presencia amorosa para ti mismo. Y es lo que al final estás buscando en la pareja, en los hijos, en el éxito..., pero la cuestión es quién eres tú para ti, que seas el verdadero amor de tu vida, que seas tu amigo, tu padre, tu madre, tu gurú, que lo seas todo para ti. Porque luego sales de ahí transformado, el mundo es un banquete y tus relaciones son funcionales.

—¿La mayor fuente de felicidad son los demás, y de infelicidad también?

—Yo matizaría esa frase. Para mí la principal fuente de felicidad eres tú y la principal fuente de sufrimiento eres tú. Evidentemente, las relaciones son fuente de sufrimiento y de bienestar, pero todo empieza por ti. Hoy, como hemos marginado la relación con nosotros mismos, culpamos a los demás de nuestro sufrimiento y los responsabilizamos de nuestra felicidad; esto lo que crea es apego insano y exceso de dependencia emocional. Por eso las relaciones se vuelven conflictivas, pero porque no hemos resuelto primero el problema de la existencia con nosotros mismos. Los modelos gregarios triunfan porque, al final, son niños pequeños que buscan a papá y a mamá para que les den felicidad, amor, cobijo, porque creen que no saben valerse por sí mismos. Se demoniza la solitud y el individualismo porque se proyectan miedos inconscientes en esta sociedad infantilizada en la que vivimos.

«Está demostrado que los ansiolíticos tapan el dolor, pero te alejan de la felicidad»

—En un Estado de bienestar...

—Es demagogia para gente ávida de convencerse de los mensajes. Un político consciente diría que el Estado no es sostenible, que hay que recortar puestos de funcionarios y hay que cambiar la educación porque os tenéis que valer por vosotros mismos. ¿Qué político invierte en un plan a largo plazo?

—¿Depende la felicidad del punto de vista?

—Totalmente. Desde el subconsciente brotan sin cesar pensamientos neuróticos, egocéntricos, negativos, que deambulan como autómatas en tu mente y que, cuando vives dormido, te crees. Esos pensamientos se convierten en tu realidad. Por eso es importante la meditación, la atención plena, para no creerte tus pensamientos. Para ser felices, hemos de ser vigilantes del tipo de pensamientos que nos creemos.

—¿Somos egoístas si nos priorizamos, si nos ponemos primero?

—Ser felices debería ser nuestra prioridad, pero sí tiende a verse hoy como algo egoísta, cuando lo mejor que puedes hacer por tu hijo es ser una madre feliz. ¿Quién quiere tener un padre amargado? Cuando eres feliz, das lo mejor de ti. Cuando eres feliz, no piensas tanto en ti y empieza a nacer la vocación de servicio, la compasión. Hay gente que demoniza la felicidad porque no saben ser felices y no quieren pagar el precio. El precio es conocerse y afrontar tu miedo al rechazo y al dolor. No es gratis, pero el beneficio es grande.

—¿Sobran ansiolíticos y falta pensamiento filosófico para la vida?

—Está científicamente demostrado que los medicamentos, los ansiolíticos, tapan el dolor, pero te alejan de la felicidad. Aquí la propuesta es: no tapes el dolor, déjate transformar por el dolor porque estarás más cerca de la felicidad.

—¿Qué hay que hacer para superar un trauma?

—Reconocerlo, aceptarlo, mirarlo con amor, sentir el dolor que lo acompaña y sostenerlo el tiempo que haga falta. Llorarlo. No culpar. No victimizarnos. Y ese trauma, poco a poco, se convertirá en abono para que florezca un fruto hermoso.

—¿Qué te pasó a los 19 años?

—Nací en una familia disfuncional. Tuve una infancia que fue un infierno emocional y con 19 años estaba completamente roto por dentro, con una ansiedad... Todo se fundió a negro, tenía pensamientos muy oscuros y toqué fondo. Como estaba tan peleado con los adultos, mi madre era psicóloga y yo me decía: «¿Qué es esto?». Tomé la decisión de bajarme del sistema y empezar mi propio camino en el 2000. Encontré la solución por mí mismo. Por eso me dedico a esto. Se puede sanar cualquier cosa, pero hay que pagar un precio.

—¿Qué precio pagaste tú?

—Entonces, el de romper con mi entorno social y familiar. Me quedé más solo que la una. Toda mi vida ha sido una oda a la terapia. Con el tiempo hubo cambios muy profundos. Ahora, a mis 44 años, me siento muy agradecido. Cada año que pasa me siento mejor y siento que la vida es más generosa. Recuerdo con mucho cariño al Borja de 19, porque él es el héroe de esta historia. No sé cómo lo hizo.