Marta acaba de regresar de visitar su país número cien: «Tengo 30 días de vacaciones y hago 12 viajes al año»
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Es una experta en hacer y deshacer maletas, le apasiona viajar, y a estas alturas ha visitado más de la mitad de los países oficialmente reconocidos por la ONU. Tiene favoritos y también muy claro adónde no volvería
05 oct 2025 . Actualizado a las 11:57 h.Acaba de llegar de visitar Namibia, y aunque quien conoce bien a Marta sabe que lo habitual es que esté haciendo y deshaciendo maletas constantemente, hay un dato que hace especial este viaje. Es su país número cien. Y la mayoría los ha visitado sola. Marta nació en Asturias hace 52 años, aunque reside en A Coruña. Lo de viajar siempre le ha gustado. Cuenta que cuando a su hermano, que tiene dos años más, le regalaron por la Primera Comunión el atlas de Santillana, que aún hoy está en casa de su madre, ella se quedaba fascinada mirando los países, las fotos de otras culturas, de los aborígenes de Australia, se sabía las capitales, las banderas, y los programas que veía en televisión siempre eran historias de viajes… «Pero te diré que mi primer viaje fue tarde, el de estudios a París», señala Marta Luisa García. Francia fue el primer país de una lista que, poco a poco, empezó a crecer. Comenzó a viajar y viajar, y con la edad, confiesa, cada vez es más difícil ponerse de acuerdo con la gente, que coincidan las vacaciones o conciliar con el resto de miembros de la familia, así que se le planteó un dilema: viajar sola o no viajar. «Y dije: “No, no. No voy a dejar de viajar para nada. Cada vez me encuentro más gente que viaja sola, hoy en día hay muchísima. A mí me encanta estar sola. Siempre he sido una persona muy tímida y reservada, pero si me encuentro a alguien durante las vacaciones, de maravilla». Es más, hace unos años conoció a Verónica, de Santiago, en un grupo de Facebook, que se llama El club de las mujeres que viajan solas por el mundo, que tiene 157.000 seguidores, se han hecho «hermanas», y ahora también viaja mucho con ella. Pero si, por otras circunstancias, tiene que formar grupo, no tiene problema. «Ahora en Namibia, por ejemplo, que es un país que tiene unas carreteras interiores horribles, que son piedra pura, que es muy fácil que se te pinche una rueda, conducen por la derecha, yo nunca he probado... Pues no me apetecía mucho alquilar un coche de estos que tienen una tienda de campaña arriba a mí sola, entonces ahí sí que me junté con un grupo y lo pasé genial», dice Marta, que va publicando sus viajes en su perfil de Instagram, @cambiandodehemisferio.
Al principio, fue sumando países sin pararse a hacer cuentas. Pero hace unos años la gente le empezó a preguntar, y decidió imprimir una lista, y ya por aquel entonces había puesto un pie en 40 países. De entre los cien diferentes que ha visitado hasta ahora, hay dos que encabezan el número de visitas, porque ha ido más de una vez: Francia e Italia, sobre todo, «porque están cerca y son baratos». «He ido a Francia por 10 euros ida y vuelta», confiesa. Tiene verdadera pasión por las playas paradisíacas, por eso no sorprende que sus destinos favoritos sean Maldivas y Bora Bora. «Para mí, la Polinesia francesa es un viaje soñado». Y aunque le cuesta señalar cuál pondría en último lugar, finalmente se moja. «La India. Es un país que para viajar sola, bueno… Yo ya sabía que iba a ser así. Dicen que la amas o todo lo contrario, y yo ya sabía de qué lado iba a estar, pero prefería verlo con mis propios ojos, y además quería ir a ver el Taj Mahal. A día de hoy, de las siete maravillas del mundo solo me queda el Machu Picchu. No he ido a Perú, pero tengo pánico al mal de altura». Y señala que Georgia, adonde fue el pasado agosto, le sorprendió para bien.
Si la lista de países es importante, la de anécdotas no se queda atrás. Cuenta que ha comido cocodrilo —«sabe a pollo», confiesa— y órix —caza mayor— en Botsuana. Que se le congelaron las pestañas en Rovaniemi, en Laponia, en el Círculo Polar Ártico, donde alcanzan los 16 grados bajo cero, aunque también fue aquí donde probó el mejor salmón de su vida. Ha visitado las casa de Elvis Presley y de Karen Blixen en Nairobi, donde se rodó parte de Memorias de África, la película favorita de su madre. En agosto del 2024, coincidió con Putin en Bakú, la capital de Azerbaiyán, y ha visto el rayo verde y las auroras boreales tres veces, dos de ellas en pleno vuelo, una de ellas sobrevolando Terranova con su hijo Álvaro, de 23 años, al volver de la costa oeste de EE.UU. Saltó con los Masái, en Kenia, le enseñaron a hacer fuego, y pudo ver, además de a los big five, los cinco animales más codiciados en los safaris africanos, una de las mejores puestas de sol que recuerda (junto con Madagascar y Acapulco) y el cielo más estrellado que se pueda imaginar con el de Maldivas. Ha visto las tres cataratas más importantes: Niágara, Iguazú, y Victoria, que le asustan y le atraen a partes iguales. Ha disfrutado de playas increíbles en Seychelles, Fiji, Bora Bora y Maldivas, incluso con pingüinos en Ciudad del Cabo, con flamencos en Aruba, y con cerditos en Filipinas. Se ha alojado en un hotel flotante en el Danubio (Belgrado) y ha sido igual de feliz durmiendo en una tienda de campaña bajo las estrellas en Namibia que en hoteles de cinco estrellas, el más caro en una villa overwater en Bora Bora…
UNA ESCAPADA AL MES
Sabe que es una afortunada, asegura que muchos sitios la han dejado sin palabras, y con lágrimas de felicidad en los ojos, lo que se conoce como síndrome de Stendhal. «Me encanta ayudar a la gente local, he llevado ropa, medicinas y juguetes a varios países, y me emociona ver sus caras de asombro y sonrisa, también cuando dejo buena propina». Todo esto solo es posible con mucha ingeniería vacacional, porque Marta confiesa que tiene 30 días libres al año, los mismos que la mayoría de los mortales. Sin embargo, tiene flexibilidad para hacer un fin de semana más grande o teletrabajar, si fuera necesario, aunque no es una opción que practique demasiado. «Si me voy de vacaciones, me voy». Y tanto que se va. Hace nada menos que 12 o 13 viajes al año, de los cuales los tres más grandes los deja para Semana Santa, septiembre y diciembre. Pero no hay mes que no haga la maleta. Desde que hace tres años falleció su padre, todos los fines de semana se desplaza hasta Asturias para cuidar de su madre, Nélida, y de su tía Isolda, pero uno al mes se lo guarda para ella. «Hace ya tres años que hago un viaje al mes, fuera de España siempre. Soy capaz de ir a Belgrado, a Armenia o a Georgia. Igual me escapo un viernes por la mañana, y puedo volver el lunes».
Le gusta planificar en la medida de lo posible, pero ahora mismo depende de cómo estén su madre, que cumplirá 90 en noviembre, y su tía, que ya los pasó hace algunos años, y de que no haya ningún contratiempo. Aunque la sorpresa viene cuando dice que las tres no se perdonan el viaje que hacen todos los años juntas a Tenerife. «Vamos a una habitación triple, como si fuéramos quinceañeras. Ahora solemos repetir Canarias. Ellas no están para vuelos internacionales ni cambios horarios, pero hemos ido a Roma, Atenas, Venecia, Santorini… Suelo ir a sitios que yo ya he ido, porque así el viaje es para ellas. Ya sé adónde llevarlas a comer, qué visitar… Vas a otro ritmo, no tenemos que verlo todo. Si vemos diez cosas mejor que cinco. Mi tía me dice: “Mira, que leí en el periódico que hay vuelo de Volotea a Tenerife. Tenemos que volver, que a mí me gustó mucho”».
Para este mes de octubre todavía no tiene nada pensado, pero eso no quiere decir nada. «Yo me suelo meter en buscadores, tipo Skyscanner, y miro opciones desde Madrid o Barcelona, porque los vuelos directos desde A Coruña, Santiago y Vigo ya los he visto todos. Me meto y pongo “sin destino” para que me dé ofertas. Lo que pasa es que cada vez me cuesta más, porque empiezo a bajar el cursor, y he ido a todos los sitios», dice Marta, que, aunque no tiene preferencias, le gusta irse en invierno a un sitio de sol. «Pensar que en A Coruña está lloviendo y que yo estoy ahí, debajo de una palmera, me hace feliz. De hecho, los días que me quedan pendientes este año espero ir a un destino de sol». Precisamente, por querer ir a la playa a toda costa ha tenido que estirar el presupuesto inicial. «Yo reconozco que tengo una situación económica privilegiada. A mí me gustan las ofertas, pero yo quería ir a las Bahamas y pagué 1.800 euros por los vuelos. Procuro cogerlos con One World, porque así puedo utilizar todas las salas VIP del mundo. De hecho, el lunes estaba al lado de Zinedine Zidane en Madrid. Me va superbién por el tema de tener mejor conexión o un sofá. En algunas hay duchas e incluso para dormir, no para pasar la noche entera, porque cierran, pero sí para descansar unas horas.
Álvaro está encantado con tener a una madre tan viajera, una pasión que él no ha heredado. «No le gusta mucho, viene conmigo una vez al año, y lo pasamos bien. Hemos ido a Hong Kong, a Los Ángeles, porque jugaba al GTA y quería saber cuánto se parecía realmente la ciudad…». Últimamente, también viaja mucho con Verónica. Con ella, ya ha ido a Cuba, Dubái, Abu Dabi, y ahora en breve se van a ir juntas a Baréin. En mente, también tiene Nueva Zelanda, dice que conocer las antípodas de A Coruña y de Asturias es algo que le interesa especialmente, también alguna isla más de Oceanía…
«Cuanto más viajas, más te das cuenta de lo grande que es el mundo y de lo que te falta», apunta Marta, que asegura que nunca ha tenido un susto por viajar sola. Eso sí, señala que no se mete en sitios ni peligrosos ni de noche. «También es que yo soy muy grande, mido 1,75, pero bueno, que si se vienen varios a meter conmigo, da lo mismo…».
Le gusta mucho descubrir destinos poco conocidos, tanto es así que hasta el año pasado no había estado en la popular Punta Cana. No suele facturar, porque teme que le pierdan la maleta, sobre todo, si hace escalas… Y procura organizar cada jornada del viaje antes de salir. «Sobre todo cuando son cortos. Me encanta meterme en foros. Yo soy de disfrutar el antes, el durante y el después...». Dice que la mayor ventaja de ir ella sola es dedicir qué hacer en todo momento, y si, por ejemplo, no tiene hambre, pues no come. O si le apetece hacerlo en un restaurante caro, lo hace. No discute con nadie. Pero no oculta que cuando viaja acompañada tiene más fotos en las que sale ella, y menos paisajes.
A sus 52 años ya ha pasado el ecuador de países del globo, —hay entre 195 y 202, porque algunos no están reconocidos por la ONU—, y aunque no se ve visitando todos, —descarta Sudán por su peligrosidad —no se quiere imaginar dónde puede acabar todo esto.