
Nada tan plácido para escapar de la vorágine del día a día y del caos urbano como buscar refugio en el campo gallego. Estas casas, preñadas de historia, son hoy un cobijo de sosiego, silencio, belleza y autenticidad
10 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Galicia es una potencia en turismo rural. No en vano fue una de las primeras comunidades en implantar y potenciar este tipo de alojamientos, estrechamente vinculados con nuestra geografía, nuestra arquitectura y nuestra idiosincrasia. Por su propia filosofía y por su ubicación son lugares ideales para la desconexión, el relax, el paseo reconfortante o el disfrute de la gastronomía local. He aquí siete propuestas desbordantes de encanto y singularidad.

TORRE DO RÍO. Caldas de Reis (Pontevedra)
Sobre la imponente arquitectura pétrea y las instalaciones de una antigua fábrica de papel del siglo XVIII, rodeada de 10.000 metros cuadrados de exuberante naturaleza, se levanta una de las casas de turismo rural mejor valoradas de Galicia, como acredita su puntuación de 9,7 en Booking y el certificado de excelencia de Tripadvisor. Aquí y allá asoman coquetos jardines, merenderos y senderos, en los que la tranquilidad solo se ve alterada por el ruido del agua que discurre por la finca y que cae en la piscina desde una cascada natural. La casa cuenta con 14 habitaciones con vistas al río Umia y un amplio salón con chimenea.

ENTRE OS RÍOS. A Pobra do Caramiñal (A Coruña)
Cuenta Teresa González, que hace ya un cuarto de siglo abrió esta casa, que lo que sus clientes más valoran de ella es la tranquilidad, el silencio y el contacto directo con la naturaleza. Y es que el enclave en el que se asienta este conjunto hotelero no puede ser más idílico. Con riachuelos que abastecen su piscina natural después de corretear entre antiguos molinos y cruzar el bosque que lo circunda. Con una casa central, soberbio ejemplo de arquitectura popular, con siete confortables habitaciones, alrededor de la cual se distribuyen comedores y terrazas al aire libre, coquetos rincones, un merendero bajo una parra y una bodega en la que la familia de Teresa elabora vinos de cosecha propia.

CASA DA MINA. Redondela (Pontevedra)
Durante tres siglos, esta casa solariega fue posada en el Camino Portugués de Santiago, como así lo atestiguan las vieiras talladas en el granito de su fachada. También fue escuela, posta de caballos para el correo y fundición. Ahora, tras una respetuosa rehabilitación, se ha convertido en un alojamiento con ocho habitaciones, salón, una terraza acristalada y otra exterior y un jardín con hamacas bajo la arboleda. Relata su propietario, Cristóbal Maestu, que, además de la propia historia de la casa, su principal reclamo es «la tranquilidad que se respira en todo el entorno». En varios cientos de metros a su alrededor solo hay otra edificación, una tapería que complementa la oferta del alojamiento.

REITORAL DE CHANDREXA. Parada de Sil (Ourense)
Veintitrés años lleva Xurxo López regentado esta antigua «casa del cura», que con dos siglos de vida sigue manteniendo hoy su encanto rústico, basado en la armonía de piedra, madera y la belleza del entorno. «Este é un sitio moi pequeno, moi tranquilo e moi familiar», relata Xurxo, quien, de hecho, vive también con su familia en un anexo de la casa. «Gústanos coidar a terra e compartir os froitos da nosa horta ecolóxica, o noso pan, o noso viño… O sabor das cousas ben feitas». La casa dispone de tres habitaciones dobles, poéticamente bautizadas como Herbiñas do camposanto, Hortiña que quero tanto y Figueiriñas que prantei.

O FORNO DE CATUXA. Carballido-Lugo
Catuxa era la tatarabuela de Margarita López. Ella levantó esta casa hace tres siglos y su espíritu —y sus abalorios— siguen estando muy presentes tras la rehabilitación que llevó a cabo la propia Margarita. Muchas de las piezas de decoración, la vajilla, la cubertería o las copas son legado de su familia y conviven en la propia casa y en el jardín con obras de arte de Paco Pestana o Xoán Vila. «Penso que a combinación achégalle ao conxunto carácter e singularidade», comenta la propietaria, que abrió este encantador alojamiento, con siete habitaciones, en agosto del 2024. La casa cuenta con una huerta ecológica con animales, un horno para hacer pan, un estanque y un mirador.

ALDEA RURAL PAZOS DE ARENTEIRO. Boborás (Ourense)
En realidad no se trata de una sola casa sino de cinco edificaciones que forman parte de una aldea en el corazón de O Ribeiro, declarada Conjunto Histórico Artístico. Su oferta hotelera se concreta en nueve habitaciones dobles, una suite y tres apartamentos. «Esto es un remanso de calma y tranquilidad, rodeado de naturaleza autóctona», comenta Ramiro Fernández, propietario del conjunto desde el 2015. La casa cuenta con servicio de alquiler de bicicletas, ideal para recorrer los senderos de la comarca o el Camino dos Arrieiros que transita por su alrededor.

CASA CASTELO DE ANDRADE. Pontedeume (A Coruña)
Tres históricas edificaciones de piedra, forja y madera, rodeadas por jardines y una finca privada de 60.000 metros cuadrados conforman este excepcional alojamiento rural, rehabilitado tras 40 años de abandono. Su vecino más próximo, elevado sobre la peña Leboreira —hasta la que llega un sendero que parte de la propia finca— es el castillo de Andrade, cuya silueta se adivina desde la casa. Lo que garantiza la tranquilidad del entorno. «De momento, no tiene inquilinos y no se espera que los tenga», bromea la propietaria. La casa cuenta con diez habitaciones dobles y amplias zonas comunes decoradas con muebles restaurados y otros elementos acordes con la antigüedad y estilo de la casa, pero también con detalles de modernidad destinados al confort de los huéspedes.