Andrea Vastianou, del restaurante Hellas, reivindica la profesión ante clientes irrespetuosos: «Damos un servicio, pero no somos sirvientes»

VIVIR A CORUÑA

Hace una semana un cliente que dijo ser un crítico culinario le lanzó una advertencia: «Tú no sabes quién soy yo»
24 abr 2025 . Actualizado a las 09:00 h.Con 25 años al frente del restaurante griego Hellas, Andrea Vastianou tiene claro que la hostelería ha cambiado y que el respeto debe ser mutuo entre clientes y profesionales. Tras un reciente incidente con un cliente que, según relata, intentó imponer sus condiciones y terminó lanzando amenazas, Vastianou ha querido alzar la voz en defensa de su oficio.
«El cliente empezó pidiendo una mesa grande, luego quiso una de cuatro y finalmente que juntáramos mesas, algo que no hacemos», explica. «Me decía cómo debía colocar los muebles de mi propio restaurante. Todo esto por teléfono, durante quince minutos, haciendo perder el tiempo a una de mis camareras y afectando al servicio del resto de clientes», añade.
La situación escaló cuando, tras negarse a cumplir sus exigencias, el cliente lanzó una advertencia: «Tú no sabes quién soy yo. Ahora sí que te vas a enterar de lo que es una crítica mala». Aseguró ser periodista y crítico culinario, aunque Vastianou deja claro que no le dio importancia. «No vivo de las críticas. Vivo de mi trabajo. Hace años dejé de contestar comentarios en Google. Me dedico a querer a quien me quiere, no a odiar a quien me odia».
El conflicto giró también en torno a la política del restaurante con respecto a los menores. «Dijo que vendría con su hija en brazos, como si no contara como comensal. Pero claro que los niños son bienvenidos, tenemos tronas. Aun así, los niños también son comensales. No son un bulto que se deja al lado de la mesa».
Para Vastianou, este tipo de actitudes reflejan una visión antigua y equivocada de la hostelería: «La época en la que teníamos que aguantarlo todo se acabó. Siempre prestamos un servicio, pero no somos sirvientes de nadie. La gente joven lo entiende mejor, y tenemos una clientela maravillosa. Si alguien como ese señor dice que no volverá, le doy las gracias».
La restauradora agradece que se respete su trabajo y sus tiempos. «Yo represento a la hostelería de A Coruña, que no tiene por qué soportar a personajes que creen que pueden imponer sus normas. En mi casa, las normas las pongo yo».
Con orgullo, recuerda cómo ha visto crecer a familias enteras entre las mesas de su restaurante: «Clientes que venían de novios y ahora vienen con sus siete hijos. Jamás hemos tenido un problema con los niños. Lo importante es el respeto».