Djokovic desarbola a Nadal y profana el santuario de Roland Garros (6-1 y 6-4)

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso PARÍS / E. LA VOZ

DEPORTES

Pese a la emocionante reacción final del español, el serbio le inflige una derrota dolorosa en el cuadro individual de los Juegos Olímpicos de París, en la pista donde levantó 14 títulos

29 jul 2024 . Actualizado a las 18:24 h.

La derrota más dolorosa llegó en el escenario más querido, el paraíso donde ganó 14 Roland Garros, y contra el rival que le arrebató el récord de 22 grand slams hasta elevarlo a los 24. A los 38 años, machacado, y sin ritmo suficiente de competición, Rafa Nadal pudo vivir su último partido individual en la Philippe Chatrier para verse superado por Novak Djokovic. El serbio profana el santuario del tenis de tierra batida, donde hay un solo dios en este siglo. Le derrota por un 6-1 y 6-4 que iba camino de paliza y terminó con un final parejo y emocionante en la segunda ronda de los Juegos de París. El público, entregado al español al inicio, se encoge después por momentos en el silencio de los funerales. ¿Qué hacer? No lo sabe nadie. No hay un protocolo para un epílogo de este calibre en la segunda ronda. Hasta que con 6-1 y 4-0 en contra, Nadal resucita. El Nadal de siempre. El guion de una película, antes de caer derrotado.

El partido del morbo comienza con un engaño. Nadal parece entrar al duelo competitivo. Su derecha, con el calor del verano de París, se inflama. Pero el problema es que pocas veces consigue plantarse cómodo para llevar la iniciativa con su golpe preferido. Djokovic, que viene de perder la final de Wimbledon, tiene más ritmo, y los juegos terminan cayendo siempre de su lado. El serbio, además, también bebe ahora, como el resto del circuito, del repertorio de Carlitos Alcaraz. Y a la posición retrasada en la pista, la de Nadal de toda la vida en tierra, responde ahora con dejadas que ejecuta con tanta precisión que le plantea un problema inesperado más. Otro más.

Nadal está impotente, Nadal aplaude los aciertos de su enemigo más íntimo —30 a 29 para el serbio en los precedentes—, Nadal no encuentra un plan. Porque su bola tiene un vuelo demasiado corto, que no hace ni cosquillas al serbio, que juega con un martillo, un bazoca, un lanzamisiles. Con todo. Y esa vulnerabilidad resulta extrañísima en el jugador más cerebral e inteligente del circuito. Pero sucede porque lleva dos años envuelto en demasiados problemas. La realidad se impone a la épica esta vez. Uno juega con el muslo vendado, otro con la rodilla recién operada protegida. Pero uno se atasca y otro fluye. Nada arregla que la grada de Roland Garros arrope al mejor de la tierra y, como casi todas las pistas del mundo, desconfíe de Djokovic, lo que esta vez es lo mismo.

En un santiamén el serbio manda por 5-0. Y Nadal, aunque golpea mil veces con la caña, no se arrodilla. Sale de su banco a la carrera, fiel a sus rutinas, fiero. Pero empieza ese juego con doble falta. Pese a todo, salva su servicio antes de perder 6-1. ¿Partido nuevo? «¡Vamos!», se convence el español a la mínima que hace un punto decente, y la grada enloquece. Alimenta Rafa, con toda su dignidad, la leyenda del tenista que nunca se rinde. Honor en la derrota para la leyenda. Pero esta vez casi siempre falla demasiado pronto. Precipitado, impreciso, menor. Y a Djokovic le entra todo. Vasos comunicantes.

Nadal estira estos últimos meses de resultados discretos por su incondicional amor al tenis. Le gusta lo que hace. Pero las derrotas ensombrecen su aura de mito.

El segundo set avanzaba con la misma historia, poca historia, aunque Nadal revive desde las catacumbas cuando se ve con 4-0 abajo. Y empata 4-4 después de rebasar a Djokovic en la red para delirio del público en un punto inverosímil, aunque es el serbio quien cierra el break con una dejada perfecta de revés. Otra más. Y la batalla termina en hora y tres cuartos. Nadal, que continúa en el dobles olímpico con Carlos Alcaraz, ha caído. París y el mundo lloran.