Timothy Besley: «El BCE ha sido demasiado lento a la hora de subir los tipos de interés»
ECONOMÍA
El académico británico analiza la relación entre la política y la economía, y sostiene que hay que cambiar la sociedad antes que la regulación
26 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Timothy Besley es muy cuidadoso con las palabras que utiliza. «Aunque pueda resultar frustrante no se pueden dar respuestas simples a preguntas complejas», sentencia el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Economía, Finanzas y Gestión de Empresas, que ha recibido junto a Torsten Persson y Guido Tabellini. Besley sabe que su discurso puede provocar una tormenta política o económica, porque ha sido asesor del Banco de Inglaterra y, además de profesor de Economía y Ciencia Política de la London School of Economics, es uno de los nueve miembros de la Comisión Nacional de Infraestructuras de Reino Unido. Lo que dice tiene repercusión y deja claro que no quiere empeorar las cosas. Pero tampoco se muerde la lengua.
—Empecemos por una cuestión doméstica para usted: ¿cómo de malo ha sido el brexit?
—Hay dos cuestiones. Por un lado, el estado de la economía; por otro, la parte debida al brexit. Esa última es la pregunta difícil. Como el resto del mundo hemos sufrido las consecuencias de la pandemia, que se han sumado a otros problemas estructurales y al br para crear la situación actual. Es evidente que hay un problema de falta de mano de obra, pero otros países también lo tienen, incluidos Estados Unidos y la Unión Europea. Es difícil encontrar algo positivo en el brexit y está claro que hay un coste comercial relevante. Pero tenemos que aceptar el resultado del referendo y trabajar con este nuevo escenario. A largo plazo el reto es invertir más en educación, vivienda, infraestructuras y en negocios privados. Si invertimos tendremos un buen futuro económico.
—Ya en 2007 usted analizaba el efecto de los tipos de interés en la inflación. ¿En qué situación nos encontramos ahora?
—Siempre he mantenido que decidir sobre los tipos es difícil y que criticar a toro pasado resulta muy fácil. Me preocupa lo rápido que nos hemos olvidado de los efectos perniciosos que la inflación tiene en la sociedad. Y no me refiero solo al alza en los precios, sino a las consecuencias secundarias. La conflictividad laboral, por ejemplo, que surge con la legítima exigencia de subir los salarios. Y la devaluación de activos y de los planes privados de pensiones. En los 70, las pensiones quedaron en nada por esta razón y por eso en los 80 se comenzó a combatir la inflación. Desde finales de los 90 entramos en un período de estabilidad que está llegando a su fin, por lo que tenemos que ajustar tanto las políticas como la mentalidad. La gente cree que volveremos a tasas bajas de inflación, pero no tiene por qué ser así. Aunque la energía y la alimentación comienzan a moderarse, los sueldos en Reino Unido crecen en torno a un 7 % y eso no ayuda. La inflación es persistente.
—¿Están combatiéndola correctamente los bancos centrales?
—El Banco Central Europeo ha sido demasiado lento en elevar los tipos de interés. La misma crítica se le puede hacer al Banco de Inglaterra, y quizá en grado más leve a la Fed estadounidense. Pero es muy difícil determinar ahora si esas decisiones son correctas o no, y por eso no me gusta ser taxativo. Habrá que analizar los efectos en unos años.
—Ha mencionado el incremento en los salarios, pero lo que estamos viendo son sobre todo beneficios empresariales de récord.
—Por un lado, los tipos más altos afectan a quienes tienen una hipoteca y van a dañar la economía doméstica. Por otro, las empresas que quieran invertir también tendrán costes más elevados, aunque pueden utilizar diferentes medios para mitigar ese impacto. Es evidente que hay sectores, como el de la energía, que han cosechado beneficios enormes a pesar de los impuestos especiales aprobados. Pero en otros no está claro que hayan aumentado tanto.
—Da la sensación de que caminamos hacia una mayor desigualdad social y una erosión de la clase media.
—No estoy convencido de eso. Sí, los ricos tienen más fácil capear los temporales que los pobres. Eso es obvio. Pero en Reino Unido el gran salto en la desigualdad se dio entre finales de los 80 y principios de los 90. Desde entonces, la desigualdad se ha mantenido estable o ha bajado, sobre todo porque se han tomado medidas para beneficiar a las rentas más bajas. La solución está en crear más oportunidades para quienes menos tienen, sobre todo a través de la educación.
—En China a menudo se critica que el poder económico controla al político en Occidente, y que debería ser al revés. ¿Está de acuerdo?
—Los intereses económicos influyen en la política. Es parte del sistema que hemos creado. Tratamos de limitar hasta cierto punto el poder de los ricos y eso es importante, pero en un sistema democrático es inevitable que exista. Tenemos que aceptar que ejercerán control sobre la prensa y que influirán en las votaciones. Son consecuencias de tener un sistema abierto y tenemos que analizar dónde queremos poner los límites. Porque, en primer lugar, hay que dejar claro que la democracia nos ofrece una vida en libertad. Podemos expresarnos y protestar sin temor a represalias. Si valoramos eso ya tenemos un ejemplo de política libre de injerencia económica. Nadie puede dejar de admirarse de la capacidad de China para mejorar la vida material de sus ciudadanos, pero hay que recordar que ellos no tienen esas libertades.
—¿Y qué sucede con el poder de las grandes tecnológicas?
—Ese es otro asunto, porque presenta un reto global. Aquí los gobiernos sí que deben tomar decisiones importantes dependiendo del control que quieran mantener, aún a riesgo de crear islas desconectadas entre sí. Por ejemplo, en Europa podríamos decidir controlar la economía digital como hace China, limitando mucho a las tecnológicas. Hay que debatir esto desde la democracia, no desde la autocracia. Lo mismo sucede con la Inteligencia Artificial, que hará lo que colectivamente decidamos que puede hacer. No hay nada inevitable. Pero hay que tomar decisiones rápido.
—Su trabajo analiza la relación entre política y economía. ¿Qué piensa de las puertas giratorias? ¿Deberían prohibirse?
—Prohibirlo me parece bastante draconiano pero sí se deben regular. En algunos países se establecen períodos de carencia pero eso no evita que algunos casos resulten incómodos. Tenemos que cambiar lo socialmente aceptado primero y la regulación después para asegurarnos de que quienes entran en política lo hacen por el bien general. Si luego reciben un salario de las corporaciones lanza un triste mensaje sobre el sistema. Tenemos que crear un entorno en el que los políticos no esperen una recompensa empresarial por sus servicios. Para eso hace falta una clase política diferente y eso no se logra regulando sino cambiando la sociedad.