
Robert Fariza perdió a su mujer en el tren accidentado el 24 de julio
28 mar 2014 . Actualizado a las 13:02 h.Robert Fariza ha tenido una pérdida tan grande que apenas le pesan los miles de kilómetros que hizo estos días para seguir el proceso judicial del caso Alvia y reunirse con otras víctimas de la asociación Apafas. Un largo viaje desde Houston (Texas) a Galicia que para él supone revisitar la peor experiencia de su vida. Ayer, frente a los juzgados de Santiago, recordaba cómo vivió el accidente al lado de su mujer, Myrta, la víctima mortal número 79 del descarrilamiento, la última en engrosar la trágica lista oficial, pues falleció tres días después del accidente. El flashback de Bobby, como lo llaman sus amigos, se detiene en un momento «en blanco y negro» en el que el tren se tumba y su mujer golpea su cabeza en la mesita plegable. Un momento en el que solo él y otra persona del vagón 7 logran levantarse. Y unos vecinos de Angrois que en solo quince minutos logran evacuar de las vías a su esposa. El retorno al pasado incluye una boda de una de sus tres hijas en Italia, viaje que aprovecharon para estar con su familia española. Una hija que aún hoy se culpa de lo que pasó, de la misma forma que Bobby lamenta haber cogido «los boletos» del tren aquel 24 de julio, pese a que sus familiares de Valladolid les insistían para que esperaran algo más. Pero querían disfrutar de la fiesta del Apóstol y al final cogieron el Alvia en Medina del Campo.
Bobby es un tipo fuerte. Superó hace cuatro años un linfoma gracias a un trasplante de médula e hizo el Camino de Santiago para agradecer su buena suerte. Luego llegó la mala estrella. Y en el tren perdió a la mujer con la que había convivido los últimos 40 años, desde los 19. Tras la pérdida, cuando aún se estaba recuperando de sus propias heridas, se despertaba por la noche llamando a Myrta. «Y aún ahora me inquietan mucho los sonidos estridentes», dice. «Pero me siento bien hablando de ello -comenta-; es un buen desahogo para mí». En Santiago, ayer, pudo compartir ese dolor con decenas de víctimas que saben perfectamente de lo que habla, y que se reunieron para mantener vivo su único objetivo en la causa judicial: quieren saber la verdad.