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Afectados por choques en sus viviendas relatan cómo el miedo no se les ha ido del cuerpo años después
24 may 2016 . Actualizado a las 08:29 h.Benigno abre la puerta de su casa de A Pereira, en Santa Comba. Está en un lateral del inmueble que mira a la rotonda que une las carreteras que conducen a Serra de Outes, Santiago, Santa Comba y Muxía. Hace años la entrada de su hogar también miraba al asfalto. Pero desde que una noche de noviembre del 2008 una furgoneta se empotró en la vivienda destrozándolo todo, ahí han dejado una ventana. No es el único al que le ha ocurrido algo parecido. Decenas de personas han sufrido algún accidente de este tipo en Galicia. El último fue la semana pasada en Outes. Lo peor es que, pese al paso de los años, a algunos afectados el miedo no se les va nunca del cuerpo. Temen que otro coche entre en su casa de nuevo sin llamar.
«Escoitamos un ruído e ata parecía que se movía todo. Ao mellor porque a furgoneta rompeu a casa por unha parte na que hai un tabique. Os que bateron parece que eran dous rapaces de Santiago que repartían para as panaderías. Os bombeiros tiveron que vir sacalos por alí detrás», recuerda mostrando el lugar por el que tuvieron que entrar para poder liberarlos. «Preguntamos por eles despois e andiveron ingresados, pero sobreviviron», añade.
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Los destrozos no pudieron arreglarlos de inmediato. Tardaron porque no llegaban a un acuerdo sobre el importe de los daños. Los valoraban menos de lo que pensaban. Pero eso acabaron arreglándolo. Queda únicamente el miedo, no se le ha ido del cuerpo. «Hai medo, hai. Porque a xente vai a moita velocidade. Aquí todo son rectas, chegan á rotonda e non a ven, supoño», añade.
Y menos mal que han puesto la rotonda porque «antes había moito golpe. Un día contei polo menos oito mortos en varios casos». Con todo aún hay salidas de la carretera en la zona: «Para os camións puxen un pau vermello para que o vexan porque soben á acera ao facela curva», indica mostrando la acera que bordea la casa en cuyo bajo había un bar.
Pero no es la única vivienda de la zona donde se han empotrado. A unos trescientos metros, justo en otra rotonda que une las carreteras de Santa Comba con Muxía, Santiago y Muros, la mujer que atiende en el bar París recuerda la cantidad de vehículos que se han estrellado en el inmueble, en la casa de enfrente... Hace tiempo que no pasa. «A rotonda fixo moito», dice convencida.
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Reforma de la carretera
Quien ya ni cuenta las veces que le han entrado coches en casa es Manolo, el dueño de un bar ahora cerrado en el centro de A Piolla, en el concello de Cabanas de Bergantiños. «Hai como uns catorce anos que non pasa nada, pero aquí xa houbo que arreglar a casa varias veces. Dar, déronlle por todos os lados», explica este vecino que vive al borde de la AC-552. Y va recordando con detalle: «O portal houbo que arranxalo dúas veces, non sei cantas bateron tamén contra alá..».
En su caso arreglaron la carretera, cambiaron el asfalto por otro que recoge la lluvia y evita que los coches hagan aquaplaning, además de subir más de medio metro la altura de la calzada.
El que no ha cambiado es el trazado de la N-VI en Cortiñán, Bergondo. Ahí vive en una casa alquilada la dueña de Pipo, un perro que salvó su vida de milagro una madrugada de julio del 2011 después de que un coche se empotrara en el salón. La dueña del can no quiere protagonismo. «Xa saín moitas veces», dice. Pero no tiene reparo en reconocer que no se le borra de la cabeza lo ocurrido. «Foi sobre as seis da madrugada. Era aínda de noite. Durante varios días chegaba esa hora e espertaba», recuerda. Y aún es hoy el día que no ve la tele en el salón. No cose tampoco aunque era donde «solía rematar». «Vou para a cociña ou para a habitación, pero aquí non veño», dice mostrando recortes de periódico que relataban el accidente.
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«Pipo», un superviviente
Tampoco el perro Pipo ha vuelto a sentarse junto a la ventana donde solían colocar su cama para que descansara por la noche. «A cuna do can estaba alí ao lado -comenta la mujer mostrando la ventana-, e aquí deste outro lado había un sofá. Gracias a Deus que naquel intre estaba no sofá e ao caer un moble que había ao lado da parede, quedou no oco e non lle pasou nada».
Cortiñán es un punto negro. Probablemente porque las casas emergen prácticamente del arcén. Lo que no se sabe es quién estaba antes, la casa o el trazado de la carretera.
Porque después de contar su caso, la mujer sale fuera de su vivienda y señala desde la puerta otra casa que también sufrió la embestida de un camión. Fue en el 2008. La dueña no estaba. No pudo decir lo mismo la encargada a la que tenía arrendada la parrillada que había en el bajo. «Levou toda a parte lateral -explica ahora la propietaria- e o raro é que o camión viña da parte de Betanzos, non de baixada», recuerda.
Hay muchos más casos por toda la comunidad. Desde un camión que en el 2008 acabó empotrado contra un muro de una casa unifamiliar en la carretera Vigo-Baiona, hasta una mujer de Lugo que hace un año salvó la vida porque estaba en otra habitación contra la que no impactó la furgoneta que acampó en su casa. Tuvo suerte. Los dueños de todas estas casas la tuvieron.