«Corrimos la voz de que si aparecía el Códice Calixtino dejaríamos la investigación»

La Voz

GALICIA

Mila Méndez

El juez Taín, que investigó el caso del Códice Calixtino, que culmple cinco años, recuerda que el libro era su única prioridad, más allá de atrapar al ladrón

04 jul 2017 . Actualizado a las 17:54 h.

Hace hoy cinco años, un suspiro de alivio recorrió toda Galicia. El Códice Calixtino, que justo un año antes había sido robado de la catedral de Santiago, apareció intacto. Estaba en un polvoriento garaje de O Milladoiro (Ames) sepultado bajo cajas de cartón, papeles de periódico y hasta un saco de cemento. Allí lo había ocultado Manuel Fernández Castiñeiras, al que un día antes detuvo la Policía Nacional como ladrón de un libro que es la mayor joya bibliográfica gallega. Fue un éxito de muchos, pero especialmente de las dos personas que lideraron aquella complicada investigación: Antonio Tenorio Madrona, jefe de la Brigada de Patrimonio Histórico de la Comisaría General de Policía Judicial, y José Antonio Vázquez Taín, el juez instructor del caso. El magistrado recuerda que en aquellos duros meses solo les obsesionaba recuperar el códice y no tanto atrapar al ladrón. «Estábamos tan desesperados que hasta corrimos la voz de que si aparecía dejaríamos la investigación para ver si así el responsable se animaba a devolverlo para evitar su detención», recuerda el magistrado, que hoy está destinado en A Coruña.

 

La estratagema no dio resultado. «El único ladrón que se asustó fue el que se había llevado una caja de plata del siglo XVI y una cruz de oro de la catedral, que las dejó abandonadas en un banco de la iglesia de las Ánimas, pero del códice nada», explica Taín. Para el juez, el momento más delicado llegó tras la detención de Fernández Castiñeiras, un exelectricista de la basílica compostelana que fue primero muy amigo y luego acérrimo enemigo del que por entonces era el deán del templo, José María Díaz. «Antes del registro del garaje, Tenorio y yo nos quedamos solos, nadie más quería mojarse porque era una acción arriesgada si al final no encontrábamos nada, pero había que arriesgar y dar un paso más», señala el juez. Y la apuesta salió bien, aunque el final feliz se hizo esperar. El Calixtino apareció justo al final. En la última caja, en la última bolsa de las muchas que envolvían un paquete que era el último lugar en el que mirar. Tanta tensión se liberó de pronto que el magistrado no pudo evitar soltar unas lágrimas de alegría, como recordó una vecina a la que la comisión judicial había pedido que actuara como testigo del registro.

Atrás quedaba una investigación complicada que se centró desde el principio en tres personas. El propio Fernández Castiñeiras formaba parte de esa terna que completaban un organista y un tiraboleiro de la catedral de Santiago. «El problema es que, cuando le intervenimos el teléfono y le pusimos micros, Manuel [el exelectricista] no decía nada, no hablaba con nadie ni daba señales ni de tener el códice ni todo el dinero que le encontramos [casi 2,5 millones que robó de la basílica compostelana durante dos décadas]. ¡Hasta se quejaba a su mujer y a su hijo porque gastaban mucho!», asegura Vázquez Taín.

 

Hubo un momento en el que hasta se temió que el Calixtino fuese a ser vendido a una mafia dedicada al tráfico de obras de arte. «Tenorio, que es una autoridad mundial en estos asuntos, detectó la presencia en España de un intermediario ruso y se rumoreaba que lo quería comprar por seis millones de euros, esos también fueron momentos de mucha preocupación», recuerda el juez que instruyó el caso.

Toda aquella tensión se desvaneció para siempre cuando el mismo 4 de julio del 2012, pocas horas después de haberlo encontrado en perfectas condiciones en aquel garaje de O Milladoiro, el propio juez Taín y el jefe de la investigación, Antonio Tenorio, pudieron entrar visiblemente satisfechos en la catedral de Santiago y devolver el preciado libro al arzobispo, Julián Barrio. Fue un momento histórico. Días después, el presidente Mariano Rajoy visitó Galicia para formalizar la vuelta a casa del Calixtino, como él dijo, «la fuente misma del europeísmo».

Fernández Castiñeiras cumple una pena de nueve años de prisión

Tras la exitosa investigación que permitió recuperar el Códice Calixtino, Manuel Fernández Castiñeiras fue acusado del robo del libro y de blanqueo de capitales por los casi 2,5 millones de euros que se llevó de la catedral compostelana durante veinte años, un delito por el que además tuvieron que sentarse en el banquillo su mujer, Remedios Nieto Mayo, condenada también por blanqueo , y su hijo, Jesús Fernández Nieto, que fue absuelto. Al exelectricista le cayeron diez años, tres por sustraer el libro y siete por el dinero de la Iglesia, pero el Tribunal Supremo le rebajó la pena a un total de nueve años, aunque mantuvo el decomiso de todo el dinero encontrado y de dos de los tres pisos que tenía. En la segunda semana de diciembre del 2015 ingresó en la cárcel de A Lama.