La familia y los amigos del fallecido se concentraron frente al domicilio de quien le vendió la heroína
29 nov 2022 . Actualizado a las 19:46 h.Pablo falleció con 21 años víctima de una sobredosis y su familia no lo ocultó ni se avergonzó. Quiso que todo el mundo lo supiera «porque solo así se pondrá el foco sobre esta lacra que ahora vuelve a matar a nuestros chicos». Su padre, deshecho por el dolor, pensó en todos esos Pablos que también cometieron el error y ayer tuvo el coraje de ponerse en pie frente a la casa donde su hijo había adquirido la heroína. Muy emocionado y acompañado por familiares y amigos, mantuvieron un minuto de silencio y depositaron tres ramos de rosas blancas en el portal donde reside y vende el traficante, uno de esos puntos negros de trapicheo de toda la vida, escenario de decenas de redadas y detenciones, en la calle Vicente Aleixandre del barrio coruñés de Monelos. Antes acudieron a la parroquia de Santa María de Oza, situada a apenas 20 metros de la vivienda señalada, para celebrar un funeral.
Nadie sabía que Pablo había caído en ese mundo. Ninguno de sus allegados se imaginaba que este joven deportista y «siempre con una sonrisa» doblaba la peor esquina cuando salía del gimnasio. «Se le veía raro desde agosto», pero no parecía preocupante», recordaban ayer algunos de sus amigos.
Joven y deportista
Pablo compró la heroína el pasado 29 de octubre y durante la noche se murió. Le gustaba el boxeo y el rap. Se estaba sacando el carné de conducir y se entrenaba en un gimnasio de boxeo coruñés donde se preparaba para contrarrestar los golpes en el cuadrilátero sin intuir el que le tumbó en la calle. «Jugó con la droga y la droga lo mató. Un niño de sonrisa inocente. Guapo. Muy guapo», explican sus familiares en una carta abierta. «Aún no hemos tenido fuerzas para borrar el número de su móvil de los contactos. Lo queríamos todos. Nos lo robaron. 21 años», confiesan.
Para ellos, «dejó en lo absurdo de su muerte un regalo de aviso a navegantes» para «todos los Pablos» porque «la droga no es cool», la droga «mata» y «a veces no hay segunda oportunidad».
Por eso decidieron dar un paso al frente y, con valentía, homenajearle.
«Nos reunimos aquí en homenaje a él. Dándole las gracias por tantos momentos buenos. Dejamos unas flores donde compró una droga, adulterada como toda la droga, que lo mató. No tenemos miedo a estar aquí, ni la vergüenza por ser víctimas, sino amor por Pablo y solidaridad con todos a cuantos la droga les cambia la vida y sus familias», afirman sus allegados.
Las flores también fueron efímeras, como su vida. Apenas duraron un cuarto de hora en el portal. Cuando quienes recordaron a Pablo se marcharon, una vecina del inmueble no tardó en echarlas al contenedor de basura.
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