Comerciantes y particulares contratan grafiteros como blindaje antipintadas

María Cedrón REDACCIÓN

GALICIA

Iván López posa ante el grafiti que encargó para decorar la verja de su tienda en A Coruña
Iván López posa ante el grafiti que encargó para decorar la verja de su tienda en A Coruña VÍTOR MEJUTO

Quienes dibujan en la calle suelen respetar espacios decorados. Por eso, comerciantes y particulares han empezado a apostar por los grafitis como fórmula contra las pintadas. El problema es que hay quien no respeta nada.

15 ene 2019 . Actualizado a las 09:31 h.

«Un grafitero respeta el espacio del primero que llega». Es la ley de la calle, una norma no escrita que conocen los que se dedican a un arte que cultivaron cotizados artistas como Jean-Michael Basquiat o Keith Haring. Lo explican tres grafiteros de Madrid que, periódicamente, viajan hasta Galicia para realizar encargos de trabajos en paredes desnudas, rejas de comercios o fachadas. De hecho, como explican, además de usar los murales para decorar tanto en interior como en exterior, cada vez son más los comerciantes o particulares que los llaman para blindarse contra las pintadas. También hay concellos como el de O Barco de Valdeorras, que han recurrido a esa fórmula para protegerse.

Fue lo que hizo Iván López Orille, propietario de Coruña Automoción, en el barrio coruñés de Os Castros. «Tenía que pintar la verja y prefería hacer un grafiti porque, por un lado, evitamos que nos pinten, pero al mismo tiempo decora la tienda porque lo que me han hecho es reproducir un coche que tengo», explica. Iván contactó hace unos meses, en pleno bum de pintadas en A Coruña, con unos grafiteros de Lugo. Le hicieron un trabajo estupendo. «Estuvieron tres horas trabajando y me cobraron 400 euros. Gasté más de lo que me habría costado darle una mano de pintura, pero vale la pena».

Lo que han hecho estos artistas lucenses en la verja de la tienda de Iván es arte, las pintadas que deslucen edificios protegidos, fachadas de inmuebles, puertas o escaparates no. «Una cosa es un grafiti y otra una pintada. Lo de poner unos bigotes a una estatua de la fachada de la catedral es una pintada. Un grafitero tiene que perfeccionar su técnica en la calle. No hay escuelas para esto, pero en la calle hay leyes no escritas que todo el que está en este mundo conoce. Cuando empiezas buscas parques abandonados, fábricas abandonadas, lugares en los que no se moleste a nadie. De ese modo aprendes. Ahora ya no busco esos lugares, me llaman desde los ayuntamientos, para pintar cierres de comercios, fachadas... de todo. He hecho trabajos en Vigo y el mes que viene iré a A Coruña», explica un grafitero madrileño que muestra sus trabajos en grafiteroeventos.es.

Respeto por el trabajo ajeno

Otro compañero, también de Madrid aunque viaja con frecuencia a Galicia para trabajar, arremete contra los que se dedican a coger un espray para emborronar edificios protegidos. «Me parece que hay que respetar toda la cultura y las creencias religiosas. Cuando empecé hace cerca de treinta años, practicabas en paredes. Pintaba autobuses, dejaba rúbricas por ahí... Pero respetabas al primero que llegaba y tenía una pared ocupada. Ahora hay los que no respetan nada. Hace quince o veinte años que dejé de hacer grafitis de forma ilegal. En estos momentos, los dueños de tiendas o incluso edificios te llaman para que pintes sobre una pintada o para que hagas un dibujo que eche para atrás a los que se dedican a hacer pintadas con espray», apunta Pancho, nombre supuesto porque prefiere mantener el anonimato.

A su vez, desde Grafiteros Pro comentan que «hay muchas empresas gallegas que nos llaman para pintar las persianas de sus negocios para que quede más bonito y evitar que lo se lo manchen ... Para los que están muy preocupados después de pintar damos un producto que permite limpiar la pintada y poder ver nuestro trabajo perfecto».

 

Imagen tomada hace poco más de un año de un mural  destrozado por las pintadas
Imagen tomada hace poco más de un año de un mural destrozado por las pintadas ANGEL MANSO

El problema es que, muchas veces, los vándalos no respetan ni los murales. Un ejemplo son las huellas de espray que aparecieron hace un año sobre un mural de los dibujantes Pinto & Chinto en la fachada del antigua local de la librería Cascanueces, en A Coruña. O, en la misma ciudad, el mural de homenaje a Urbano Lugrís realizado por un grafitero, que quedó sumergido bajo otra pintada.