
El impacto de grandes vehículos contra inmuebles pegados a la carretera en Galicia se repite con demasiada frecuencia
17 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.En los años noventa, Manuel Carnero, un señor que vivía en Noceda, O Incio, al pie de la C-546 (Lugo-Monforte), estaba harto de que su vivienda fuera víctima de accidentes de tráfico. Una larguísima recta con una pronunciada pendiente que remataba en una curva muy seria facilitaba el rosario de siniestros. Manuel, que era más serio que la propia curva, se cansó de enviar cartas de protesta y sugerencias para mejorar la seguridad en aquel punto negrísimo, sin que le hicieran mucho caso. Así que un día decidió coger el toro por los cuernos e instaló una potente luz roja en la esquina de su casa contra la que tantos vehículos se habían estrellado. Fue peor el remedio que la enfermedad, porque Carnero tuvo que levantarse muchas veces de noche a desilusionar a todos aquellos que paraban pensando que habían descubierto un nuevo club de alterne.
Aunque la anécdota sea risible, los sustos que pasó este hombre y su familia no tienen nada de gracioso. En uno de esos accidentes, un camión descargó varias toneladas de granito en el garaje de Carnero tras perder pie en la curva. Salvó la vida de milagro. Hoy, la curva ya está en desuso porque el nuevo corredor entre Lugo y Monforte ya no pasa por Noceda. Pero os casos de grandes vehículos que terminan empotrados en casas, en un país donde construir al lado de la carretera ha sido siempre una obsesión, continúan. La última víctima ha sido el domicilio de Josefa, una señora de 84 años que vive en Mesía y a quien el impacto de un camión cisterna de leche frustró la siesta este Viernes Santo y le dejó un susto que no olvidará.
Aquella casa de Mondoi
Una curva retorcida. También Josefa se llama la mujer que vivió un goteo de impactos en su vivienda de Mondoi, en Oza-Cesuras, donde una retorcida curva en sentido descendente y la construcción de la casa de enfrente con medio metro en el asfalto obliga a los conductores a extremar las habilidades de este punto con elevado tráfico, ya que muy cerca de aquí se enlaza con la autopista A-6. A principios del 2002 Josefa y su familia fueron testigos de cuatro accidentes ante su casa en menos de tres meses. El último, en la medianoche del 3 de marzo de ese año: un camión cisterna de combustible acabó derribando el frontal de la casa, como recuerda Rubén, el hijo de la propietaria. «Pouco despois colocaron uns sinais na curva pero ese mismo día outro camión as levou por diante», señala este vecino, que denuncia que las señales luminosas no emiten luz desde hace semanas. La vivienda está parapetada por unos fuertes quitamiedos de gran altura. «Pero cando entra un camión non serven para nada», se queja Rubén. Esta misma familia declaraba hace unos años que habían tomado la decisión de cambiar la disposición de la casa para, al menos, proteger los dormitorios de los imponderables. Si el camión perdía el control, al menos que no se les metiera en la cama.
Impacto permanente en Curtis
Casi un mes con el camión en casa. Si seguimos esta carretera (AC-840) hacia el interior, a 19 kilómetros se encuentra otro inmueble que a punto estuvo de desaparecer por la embestida de un camión. Fue en el cruce de Curtis, donde hoy se dibuja una glorieta. En aquella ocasión el edificio damnificado fue una tienda de recambios. Eran las ocho de la tarde del 29 de mayo del 2014. Cuando los dueños estaban a punto de cerrar, el camión les abrió un nuevo acceso por la parte trasera del local. «Parou a dous metros de min, sobrevivimos. Eu estaba de costas, no momento parecía unha bomba», recuerda José Luis Fariñas. Si algo hace especial al accidente de Curtis es que el camión tuvo que seguir encastrado durante más de 20 días para evitar que el edificio se viniera abajo. «Porque estaba prohibido construír nese sitio, había que deixalo como estaba. E logo os seguros, que dilataron todo», recuerda José Luis. De hecho, tuvieron que pasar cuatro años para cobrar una cantidad bastante inferior a la reclamada. El dueño aún está quejoso: «O xuíz aceptou a versión do seguro, que nos indemnizou por unha parede vella, co que a cantidade foi menor ao custe da reparación». Y es que no siempre la reparación tras el accidente culmina las aspiraciones del afectado.
Durante el tiempo de las obras pudieron seguir con su negocio de recambios mudándose a la casa de al lado. Fariñas recuerda que este es un punto sensible del tráfico, donde fue testigo de numerosos accidentes: «Nun deles morrera unha muller». Tampoco el del 2014 había sido su primer camión empotrado: años antes otro transporte pesado se dio contra el frontal de la casa, causando menos daños. Casos como el de Curtis son más frecuentes de lo que parecen. A veces, el camión golpea con tanta fuerza que no se puede retirar sin comprometer la estabilidad del edificio. En esta ocasión fueron 27 días con el camión metido en el negocio, pero en otros casos incluso tuvieron que esperar más. En Salcedo, Pontevedra, fueron 75 días los que tuvo que aguardar el inquilino de una vivienda para normalizar su situación tras el salvaje impacto de un camión, que afectó a los pilares del edificio. Hubo que hacer un trabajo de orfebrería para evitar que la retirada del vehículo propiciara el derrumbe parcial del edificio.
En Barbadás, el camión se metió en el salón de la casa de unos vecinos que no estaban dentro en aquel momento. Pero sacar el camión del atolladero costó 42 días y unos 14.000 euros de hace diez años.
Despertar abrupto en Bergondo
A golpes en Cortiñán. Cortiñán, en el municipio de Bergondo, es otro nombre asociado a siniestros de tráfico. Atravesada por la N-VI, la carretera es una cuesta a veces difícil de dominar por los conductores. Por eso también aquí es frecuente que entren en las casas. Como en la de Remedios y Francisco, cuya vivienda asoma más que el resto. «O último fora un coche que se empotrara contra a casa e tirou parte da sala», recuerdan, todavía con el susto en el cuerpo. Eran las seis de la mañana (del 9 de julio del 2011) y no pudieron despertar de forma más abrupta. Al fin y al cabo, por muchas veces que se repita el accidente, nadie puede acostumbrarse. Y eso que contra esta esquina gris también han asomado camiones y otros turismos que han arrancado la valla de la puerta principal.
Unos 200 metros más arriba, un tráiler se coló en el 2008 dentro de una parrillada cuando había en el interior tres personas que tardaron en ver el camión hasta que se despejó la gran nube de polvo. El conductor achacó el accidente a una gran mancha de aceite en el asfalto. El edificio es hoy una vivienda.

Choque en Guntín
Unos cables y una pluma. José Cheché Real, se acuerda perfectamente de lo que pasó en el bajo de su casa, aunque él no estaba en aquel momento: «Lo que me contaron fue que se escuchó un enorme estruendo y un temblor. Y cuando salieron se encontraron con el camión empotrado». Fueron los empleados del restaurante que en aquel momento estaban preparando la jornada. No había, afortunadamente, ningún cliente en el interior. ¿Qué había ocurrido? Al parecer, el camión, que llevaba una pequeña grúa en el remolque, no la había replegado lo suficiente, de manera que al pasar por la travesía de Guntín se enganchó con unos claves que cruzaban la calle y que frenaron su trayectoria en seco enviando al camión contra la fachada de piedra, en cuyo bajo estaba el restaurante, y en la primera planta, una vivienda, donde tampoco había nadie. Hoy en día, el restaurante está cerrado: «No fue por aquello —explica Cheché—, sino por la pandemia y otras razones», pero el propietario sigue viviendo allí y recuerda de vez en cuando el episodio. Dice que no tuvo quejas a posteriori, ni con el seguro ni con la reparación que tuvo que sufrir el edificio, imposible de percibir actualmente. «Hemos pasado página», concluye.
En realidad, es sorprendente, por escaso, el balance de víctimas con el importante número de sucesos de estas características que se han producido en Galicia durante los últimos años. La mala suerte que envía los camiones contra las casas se combina con la buena suerte de que, en la mayoría de las ocasiones, sus moradores no estén en la línea del impacto. La mayor parte de estos sucesos se saldaron con sustos.