La difícil supervivencia de un joven que perdió a su madre y a su hermana de 2 años en el accidente de Angrois

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Estación de Pontedeume, donde iba a bajarse la familia que motivó la llamada del interventor al maquinista
Estación de Pontedeume, donde iba a bajarse la familia que motivó la llamada del interventor al maquinista JOSÉ PARDO

Su padre declaró en el juicio del Alvia que, diez años después, aún tiene que quitarle de la cabeza la idea del suicidio. Yago, que entonces tenía 11 años, formaba parte de la familia que se iba a bajar del tren en Pontedeume y que motivó la llamada del interventor al maquinista

27 may 2023 . Actualizado a las 17:03 h.

La sesión del juicio del Alvia se centró este jueves en el drama de Yago C. M., que vivió el accidente del 24 de julio del 2013 con 11 años y, sobre todo, sufrió la muerte de su madre, Lidia, y de su hermana de 2 años en el descarrilamiento. Formaba parte de la familia que se iba a bajar en Pontedeume y que motivó la llamada del interventor al maquinista para ver cómo se podía adaptar el tren al andén de esa estación para que la familia pudiera bajarse con comodidad. Esa llamada de cien segundos fue la que desubicó al maquinista en un momento clave, cuando tenía que reducir la velocidad del Alvia de 200 a 80 km /h para poder tomar la curva de Angrois con garantías de seguridad. Entró en ese punto negro a más del doble de la velocidad permitida, sin señalización que le avisara del riesgo y sin un sistema de seguridad que recondujera el exceso de velocidad, lo que motivó el descarrilamiento del tren y la muerte de 80 personas.

Yago no se recupera de ese momento, pese a que ahora tiene 21 años. Su padre, que se había divorciado de su madre años antes y que no viajaba en el tren, declaró en el juicio en su nombre, pues el impacto de la tragedia le ha provocado una depresión profunda por la que le han dado una incapacidad y que lo lleva incluso a pensar en el suicidio, aunque nunca lo ha intentado. «Tengo que quitarle esa idea como se puede», aseguró ante la jueza el padre, que asumió la custodia del menor tras la muerte de su madre.

Antes del accidente había sido diagnosticado de un trastorno TDHA (hiperactividad y déficit de atención). Dejó los estudios de la ESO antes de empezar el último curso, no los terminó. Tampoco ha trabajado desde entonces. Pero lo peor es que no puede llevar una vida normal. Ni siquiera sale solo a la calle, algo que en cierta medida lo ha aislado socialmente. Su progenitor relató que tiene un miedo incontenible a viajar en cualquier medio de transporte público. «Solo en coche y con cuidado», explicó. «Si no es conmigo, no va a ningún sitio. Llora cada dos por tres», añadió.

Su abogado, Antonio Sánchez Díaz, explicó que el joven sigue con tratamiento psicológico y que su situación es compleja, por lo que reclaman por el daño moral que le ha provocado la tragedia. Especialmente a una persona que ha vivido con ella desde la infancia y sufre un cuadro de estrés postraumático, como les sucede a otros niños que sobrevivieron al accidente, pero perdieron en él a alguno de sus seres queridos. Hay muchas preguntas que se hace aún hoy sobre el accidente y que le atormentan.

El resto del núcleo familiar que iba en el tren —la rama materna— declaró hace unas semanas. Después del accidente se produjo un distanciamiento hacia él de los familiares que tenía por parte de madre, que vivían en la parroquia de Barallobre, en Fene. En aquella sesión declaró la pareja de su progenitora. Salió ileso porque justo antes había ido al vagón-cafetería para buscar agua para su bebé. El impacto lo impulsó fuera del tren por una de las ventanas. Poco después encontró a Yago y ayudó a varios pasajeros a salir del vagón. Intentó buscar a su mujer y a su hija, pero dejó de hacerlo para no dejar solo a Yago.