El mapa de las autovías estatales: mucho por hacer y más esfuerzo para conservar

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN

GALICIA

ALBERTO LÓPEZ

Es preciso acabar la autovía Lugo-Santiago, avanzar en la que unirá Lugo con Ourense y habilitar una alternativa para que la A-52 llegue a Vigo

10 dic 2023 . Actualizado a las 11:09 h.

Los principales accesos a Galicia desde la Meseta —la A-6 y la A-52— se fueron terminando con el cambio de siglo, mientras que para la autovía del Cantábrico hubo que esperar más tiempo: los últimos tramos gallegos, precisamente los afectados por la niebla en el alto de O Fiouco, se inauguraron en el 2014. El impulso a las obras de la transcantábrica era parte del Plan Galicia que, además de múltiples conexiones ferroviarias que nunca se acometieron, comprometía la construcción de una serie de autovías interiores destinadas a vertebrar el país. Ninguna de estas vías de alta capacidad se ha terminado y la única que ha avanzado —después de que su primer tramo entre Lavacolla y Santiago se finalizara en 1999— es la A-54, la autovía que une Lugo con la capital de Galicia. Las previsiones del Ministerio de Transportes es finalizar el tramo Palas-Melide-Arzúa a finales del 2024, más de veinte años después de que el Gobierno de Aznar se comprometiera a impulsarla como compensación por la nefasta gestión del Prestige.

Es evidente que la vertebración de la Galicia interior ha ido muy lenta y no hay plazos claros para culminarla. Tras el esfuerzo de muchos años por construir una de las redes de alta capacidad más completas de Europa, los fondos europeos dejaron de financiar muchas de estas infraestructuras y, al tiempo, también se paralizaron las concesiones con peajes presenciales o en la sombra. Las autovías se financian con los presupuestos estatales, muy limitados en obra nueva por el gran esfuerzo que hay que hacer en mantener una red tan extensa. La realidad es que en la actualidad apenas se avanzan en nuevas autovías —es verdad que las que más se necesitaban ya se construyeron— y la conservación deja mucho que desear, como puede comprobar cualquier automovilista que circule por la A-6, la A-52 e incluso algunos tramos de la A-8.

El Ministerio de Transportes ha emprendido obras para mejorar el firme en algunos tramos, pero es evidente que se necesita un plan integral de conservación, no solo en Galicia, sino a nivel estatal, para acabar con el déficit de mantenimiento que se arrastra desde la crisis financiera. Por supuesto, la conservación no debe restringirse a la capa de rodadura y es fundamental prestar atención a las estructuras, especialmente después del colapso del viaducto de O Castro, cuya reconstrucción no se culminará hasta mediados del 2024. En Galicia, además, se dan circunstancias diferentes respecto a la conservación de la red: hay más viaductos y puentes que en muchos otros territorios, se necesitan asfaltos con capacidad drenante para evitar la acumulación de agua en la calzada y que las marcas viales estén visibles, pues a menudo es una tortura conducir de noche y con lluvia por carreteras con la pintura prácticamente invisible.

Autovías interiores

Un impulso a la autovía entre Lugo y Ourense. Finalizar la A-54 entre Lugo y Santiago es crucial, al carecer este itinerario de una alternativa ferroviaria. Pero también es importante que las capitales de provincia estén unidas por vías de alta capacidad, un objetivo que está lejos de cumplirse en la A-56, la autovía entre Lugo y Ourense en la que, aparte del tronco común que se comparte con la A-54, solo se ha abierto un tramo aislado de 9 kilómetros entre A Barrela (Lugo) y San Martiño (Ourense) que, además, estuvo diez años en obras. Con pocos avances por el momento, solo se está trabajando en la variante norte de Ourense, crucial para mejorar la movilidad en el ámbito periurbano de esa ciudad y, de paso, terminar un tramo inicial de la A-56 que soporta más tráfico que el resto.

Finalizar la A-52

Un acceso directo a Vigo para reducir el tráfico en la peligrosa A-55. Es necesario que se aclare ya, con proyectos y plazos de obra concretos, cómo se va a habilitar el acceso directo a Vigo desde la A-52 y acabar con la anomalía de que esta autovía no termine en la ciudad más poblada de Galicia. Hay dos criterios básicos para construir vías de alta capacidad: la intensidad media diaria de vehículos y la seguridad vial. Y lo cierto es que la A-55, la alternativa desde O Porriño para llegar a Vigo, es una autovía peligrosa, con una de las tasas de siniestralidad más altas del país y unas curvas que no son homologables con las autovías de última generación. Es necesario que se avance en la tramitación de este proyecto.

Otros proyectos

A Mariña espera los accesos de la Xunta y del ministerio. Esta legislatura debería ser el principio de las obras de la A-74, la autovía que debe da continuidad a la transcantábrica desde Barreiros hasta San Cibrao vía Foz. Se trata probablemente de la comarca gallega con peor accesibilidad desde que hace más de veinte años se decidiera que la autovía del Cantábrico terminara en Baamonde, en Lugo, y dejará huérfano a todo el norte de Galicia. Desde San Cibrao hasta Ferrol, la responsabilidad es de la Xunta, que tampoco ha avanzado demasiado en el corredor norte.

Hay otros proyectos que están previstos en el plan de infraestructuras del Estado que aún está vigente, pero que tampoco han despegado. Nada se sabe de la prolongación de la A-8 desde Baamonde hasta Santiago, que en realidad es el cierre de la autovía que sigue el rumbo de la N-634.

También se desconoce si finalmente la A-76, la autovía entre Ponferrada, Monforte y Ourense llamada a ser el tercer acceso desde la Meseta, saldrá alguna vez de la tramitación administrativa.