La jueza del caso Alvia, mano de hierro en guante de seda

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

La jueza Elena Fernández Currás, durante el juicio.
La jueza Elena Fernández Currás, durante el juicio. XOAN A. SOLER

Elena Fernández Currás es una persona seria, que manejó la vista con autoridad, pero también con cercanía y comprensión cuando tocaba tenerlas

28 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Lleva ya 16 años como titular del Juzgado de lo Penal número 2 de Santiago y hace ya mucho tiempo que Elena Fernández Currás (Vigo, 1966), por méritos y capacidad, podría haber concursado para optar a un puesto en la Audiencia Provincial, lo que para la mayoría de los magistrados sería ascender en su carrera profesional. Ella no ha querido porque su pasión es el derecho penal y la sección compostelana es mixta, por lo que también tendría que resolver litigios de carácter civil. Está donde quiere estar, lo que le otorga un plus de independencia que la hace manejarse con mucha personalidad cuando se viste la toga y le toca decidir culpabilidades e inocencias. Una cualidad que ha quedado bien clara cuando ha dictado sentencia en el caso del tren Alvia que descarriló en Angrois. Con pulso firme y palabras como dardos ha echado por tierra la verdad oficial del Estado, la de que el maquinista era el único culpable, al reprocharle al ADIF que también fue responsable directo, en la figura de su director de Seguridad en la Circulación, Andrés Cortabitarte, del trágico accidente en el que perdieron la vida 79 personas y otras 143 resultaron heridas.

Las víctimas pedían independencia y eso han tenido, porque si algo es Elena Fernández Currás es independiente. Lo demuestra día a día cuando por su sala pasan estafadores, ladrones y todo tipo de quinquis y de la misma manera lo ha hecho ante un caso tan mediático como el de Angrois, pese a tener todas las luces y los focos sobre ella.

En el juicio del Alvia se ha comportado tal y como es ella. Seria, manejando la vista con autoridad y sin permitir que nadie se salga de madre y, a la vez, con cercanía y comprensión cuando tocaba tenerlas. Escucha, sí, pero cuando toma una decisión no permite controversias y responde con un cortante «no admito debates» para zanjar la cuestión. Mano de hierro en guante de seda. En lo personal, cuando la toga ha quedado colgada en el armario, los que la conocen dicen de ella que es simpática y cercana, cualidades de las que dejó algunos destellos en los breves encuentros que mantuvo con los periodistas durante el que ha sido el mayor proceso penal de la historia de Galicia.

Los que pensaron que el inesperado movimiento de la Fiscalía, retirando en el último momento la acusación al exdirectivo de ADIF, tendría una gran influencia en la jueza no conocían a Elena Fernández Currás, que ha condenado en otros casos incluso sin acusación del ministerio público desde el principio.

Día a día, según iba avanzando el juicio, los ojos de la magistrada transmitían que las numerosas e intrincadas piezas que componen el puzle del caso Angrois iban poco a poco encajando en su mente. Para cuando la Fiscalía tomó la extraña decisión de acusar solo al maquinista, que las víctimas solo achacan a una llamada del fiscal general para proteger los intereses del Estado, Fernández Currás ya tenía muy claro lo que aquella trágica tarde previa al día grande de Galicia ocurrió en las vías de un tren que jamás llegó a Santiago. Muchas cosas fallaron aquel 24 de julio maldito. Once años después, la Justicia, encarnada en esta jueza, sí ha estado a la altura.