¿Has desconectado lo suficiente en vacaciones? «Si volvemos con apatía o insomnio, no hemos descansado lo suficiente»

SALUD MENTAL

Los expertos detallan que se precisan «entre siete y diez días para que el cerebro pueda salir del modo alerta»
03 sep 2025 . Actualizado a las 10:31 h.Desconectar para volver a conectar. Esa es la idea con la que uno coge vacaciones, pero la realidad puede ser bien distinta. Aunque los períodos de descanso son muy beneficios para nuestra salud mental, no siempre podemos recurrir a los días necesarios para que nuestro sistema nervioso haga un reset o, fruto de la productividad que se nos vende hasta para nuestro tiempo libre, las «vacaciones activas» acaban siendo un arma de doble filo y el descanso se acaba opacando. Elena Daprá, psicóloga sanitaria experta en bienestar psicológico y directora del centro que lleva su nombre, remarca que desconectar en las vacaciones no es un lujo, sino una necesidad. «Nuestro cerebro no está diseñado para sostener un estado de alerta continuo y el descanso profundo nos permite resetear procesos emocionales, físicos y cognitivos. Así, unas vacaciones bien gestionadas mejoran el estado de ánimo, regulan los niveles de cortisol (la hormona del estrés) y potencian la creatividad», sostiene.
Además, ese descanso no solo es necesario durante largos períodos de tiempo espaciados, también más cortos, aunque sean más pequeños. «Aunque tengamos un trabajo monótono de oficina, nuestros sistemas de alerta están activados. Durante la jornada laboral, mi cerebro y mi cuerpo pueden sobrellevarlo, el problema se da cuando llega a casa y sigo igual, y al día siguiente, y el siguiente. El cuerpo no está hecho para esa activación o alerta sostenida. Ahí es donde vienen luego los problemas de salud mental y físicos. No es casualidad que se estén haciendo muchas investigaciones sobre cómo aumenta la incidencia y prevalencia de trastornos gastrointestinales, como la enfermedad de Crohn o el síndrome del intestino irritable. Son cuestiones que tienen mucha relación con el estrés», indica Pedro Altungy, psicólogo, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y colaborador del Consejo General de la Psicología de España (COP).
No hacer nada también es hacer algo y la trampa de las vacaciones activas
Niksen es una tendencia holandesa de bienestar que significa no hacer nada, también conocida en italiano como «dolce far niente» (el arte de no hacer nada). No es pereza ni procrastinación, sino una pausa intencional. «En psicología hablamos del "no-hacer productivo". Ese espacio en el que simplemente somos, sin metas ni rendimiento», asegura Daprá.
Un respiro de la presión por la productividad constante que tiene múltiples beneficios para nuestro cuerpo. «Se activa el sistema nervioso parasimpático, responsable de la reparación, la calma y la introspección. No hacer nada es, muchas veces, hacer lo más importante: cuidar tu equilibrio interno», explica la psicóloga.
El problema se da cuando aparece la culpa por esa desconexión. «Debemos permitirnos el descanso como acto de amor propio, la pausa no es un fallo del sistema, es parte de él». Con ese sentimiento en mente pueden aflorar las «vacaciones activas», que no son aquellas en las que el viajero participa en actividades físicas y deportivas como parte de su experiencia vacacional, sino a las que se recurre porque nuestro cerebro siente que no debemos «perder el tiempo» con tareas que disfrutamos, como ver una serie, ir a la playa o dibujar, porque no son «lo suficientemente productivas».
Altungy lo considera un «contrasentido», pero admite que el fenómeno existe: «Los períodos de descanso son "para no hacer", no para hacer. Eso no significa que tengas que estar como una ameba en el sofá durante todas las vacaciones, pero sí no imponerte metas u objetivos que te van a costar un esfuerzo. ¿Que te gusta ir a la playa? Las vacaciones son para ir. ¿Que te impones leer tres libros mientras estás en ella porque si no haces cosas, sientes que no aprovechas las vacaciones? Ahí está la parte peliaguda que deberíamos evitar», expone.
Las «vacaciones activas» pueden ser enriquecedoras, «pero si mantenemos el mismo nivel de exigencia, control y agenda que en el trabajo, el cerebro no se recupera. Hacer deporte, explorar nuevos lugares o aprender algo nuevo es maravilloso, siempre que dejemos también espacio para la descompresión emocional y el vacío fértil», concuerda Daprá. Para saber en qué dinámica nos encontramos, propone preguntarnos si estamos disfrutando o rindiendo: «Ajustemos el foco, a veces, el mejor plan es no tener ninguno».
Cuántos días de vacaciones son necesarios para desconectar
Cuántos días son necesarios para desconectar completamente es algo que ha sido (y sigue siendo) estudiado por la ciencia. Así, las investigaciones sugieren un mínimo de días de vacaciones para poder experimentar beneficios significativos y reducir el estrés. Altungy propone quince, mientras que Daprá, entre siete y diez.
Ese mínimo tiempo recomendado tiene una explicación: «Los primeros días, si me voy a algún lado de vacaciones, voy a estar con los preparativos para irme y si no, tengo la sensación de aún no haber desconectado del trabajo todavía», comenta Altungy. Es un período de transición en el que el cerebro todavía está bajando el ritmo y saliendo del estado de alerta. «Es cómo cuando corres a por un autobús. Aunque ya estés en él, tu corazón sigue latiendo a un ritmo acelerado y necesita un tiempo para volver a la normalidad. En este caso es lo mismo, pero teniendo como protagonista al cerebro», añade.
A partir del cuarto día, aproximadamente, el cuerpo y la mente entran en un estado más profundo de desconexión. Si se disponen de más de ocho días, entre dos y tres semanas, se permite una recuperación más profunda y una mejora significativa de la creatividad y la capacidad para resolver problemas.
«Idealmente, se necesitan entre 7 y 10 días de desconexión real para que el cerebro pueda salir del modo alerta y entrar en un estado de relajación profunda. Pero más que la cantidad exacta, importa la calidad de la desconexión: dejar el móvil, frenar la multitarea y no vivir pendientes del reloj», considera Daprá, que añade que el punto clave «es saber que si solo tienes unos días, que sean tuyos de verdad; desconectar de verdad de lo externo y conectarse con uno mismo».
Puede que no hayas descansado lo suficiente: estas son las señales que puede mandar tu cuerpo
No poder descansar los suficientes días o que las vacaciones «activas» se conviertan en una carrera de retos por conseguir puede propiciar que el descanso no haya sido el adecuado. Y en ese caso, el cuerpo mandará señales. «Siempre nos habla y, si volvemos más cansados que cuando nos íbamos a ir de vacaciones, con irritabilidad, apatía, dificultad para concentrarnos o insomnio, probablemente no hemos descansado lo suficiente, solo hemos cambiado de entorno», indica Daprá.
Altungy también menciona esa «falta de fuerzas» para afrontar el día, pero hace un paréntesis en cuanto al sueño. «Habría que diferenciar entre no poder conciliarlo por ese cambio de horarios que puede darse en las vacaciones, ya que es normal que cueste volver a la rutina. No hablamos de ese problema de adaptación de ritmos, sino a que duermas las horas suficientes y te levantes cansado igualmente. Esa es la señal de que a lo mejor tu cuerpo estuvo de vacaciones, pero tu mente no», matiza el colaborador del COP.
¿Y si el cuerpo nos manda esas señales de que el descanso no ha sido suficiente? «Es momento de escucharse. Debemos regalarnos pequeñas pausas diarias. Cinco minutos conscientes valen más que cinco corriendo», responde Daprá.
¿Es posible que la vuelta al trabajo me provoque ansiedad?
A la hora de hablar de estrés, primero se debe hacer un matiz. «Es importante recalcar que este en sí mismo no es bueno o malo. Es una reacción adaptativa que nos permite estar alerta y pendientes de lo que pasa. Pero necesitamos unos niveles óptimos», dice Altungy. Un exceso de este se puede dar por esa sensación de agobio de volver a la rutina, pero paradójicamente, también por sentir que no hemos disfrutado lo suficiente de las vacaciones. «Es la pescadilla que se muerde la cola. Cuando estaba de vacaciones, me exigía desconectar y eso, me genera más malestar, porque he vuelto al trabajo y creo que no lo he conseguido».
Sentir ese estrés o ansiedad ante la vuelta es habitual. «Lo llamamos "síndrome posvacaciones" y se produce por un cambio brusco entre el ritmo relajado y la exigencia laboral. Nuestro cuerpo necesita tiempo para readaptarse y si la ansiedad se prolonga durante más de una semana o interfiere en la rutina, puede ser señal de que existe algo más profundo que necesita revisión», reflexiona Daprá. Ella misma aconseja no ignorar esa incomodidad que provoca volver. «Usa ese malestar como brújula. Tal vez sea momento de replantearse ritmos, prioridades o incluso propósito profesional».