
El BCE trabaja desde hace años para poner en marcha el euro digital, una divisa que permitirá ganar independencia de gigantes como Visa, pero cuyo riesgo pasa por la pérdida de privacidad
04 ago 2025 . Actualizado a las 13:08 h.Las posibilidades para afrontar el pago de cualquier objeto (ya sea a través de las redes o en comercios físicos) se ha ido multiplicando de manera exponencial en los últimos años. Los ciudadanos ya no abren la cartera únicamente para sacar monedas y billetes. A los métodos más tradicionales se han sumado otros como el dinero plástico (tarjetas de crédito y débito), las transferencias y, de manera más reciente, el pago con móvil o incluso relojes o herramientas como el Bizum. El objetivo es simple: ofrecer a los consumidores la mayor comodidad de pago posible. Y en esto, los medios digitales ganan sin duda la partida.
Eran pocas... y parió el Banco Central Europeo (BCE), que hace unos años se propuso incluir una nueva variable en la ecuación con lo que ha bautizado como el euro digital. Esta nueva divisa pretende ser un equivalente a su hermano efectivo, pero en formato electrónico. Y lo que es más importante, estará totalmente controlada y garantizada por el regulador europeo.
Habrá que esperar un tiempo para que el euro digital forme parte del día a día de los clientes, ya que el proyecto todavía tiene muchos flecos que amarrar. A lo largo del año que viene se decidirá si se lanza o no y, en caso de que los socios del Viejo Continente den su visto y plácet, se irá implementando de forma gradual a lo largo del 2027.
Son muchas las razones que decantan la balanza a favor de su aprobación. La primera, pasa por la comodidad que traería pareja para los ciudadanos de la eurozona. No en vano, actualmente los europeos contamos con diversas opciones para pagar sin usar dinero en efectivo, como el Bizum, pero esta herramienta, por ejemplo, no siempre se acepta en todos los países o en todos los comercios. Además, no todos los métodos son gratuitos para los consumidores o para los comerciantes, y la mayoría de ellos suponen una dependencia de grandes empresas privadas que, en muchos casos, son extracomunitarias, como es el caso de Visa o de Mastercard.
«En paralelo, hay que tener en cuenta que en los últimos años se va desarrollando dinero digital privado, con el respaldo de grandes empresas tecnológicas y bancos extranjeros. Actualmente sirve sobre todo para invertir y especular, aunque poco a poco, y según los casos, va siendo aceptado como medio de pago», explican desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Allí señalan así a las criptomonedas, como el bitcóin, o las stablecoins, cuyo valor (en teoría) va de la mano del de una moneda de referencia como puede ser el dólar. «Ahora bien, quien garantiza el valor de esas monedas es una empresa privada, que puede ser incapaz de mantener su promesa, quebrar o cometer un fraude, como ya ha pasado en muchas ocasiones, provocando grandes pérdidas a los inversores», resumen desde la OCU.
Funcionamiento sencillo
Ante la competencia que está surgiendo en los entornos digitales, la institución que capitanea Christine Lagarde pretende ofrecer a todos los ciudadanos de Europa la posibilidad de operar con dinero digital usando una herramienta que ellos prometen como pública, fiable y aceptada en todos los países que forman parte del club de la UE. Además, aseguran que el euro digital tendrá un valor estable y permitirá a todo el territorio ganar autonomía estratégica.
A pesar de que todavía falta por perfilar cómo serán los métodos que permitirán usarlo, la idea del BCE es facilitar la operativa para hacerla accesible a todos los consumidores sin importar su edad o su formación digital. Por ello, el funcionamiento del euro digital será muy parecido a lo que conocemos hoy en día.
Explican desde la OCU que los consumidores tendrán que abrir en cualquier banco una cuenta en euros digitales, cuyo saldo estará almacenado en los servidores seguros del BCE. Una vez hecho este paso, se podrá operar a través de una aplicación instalada en el teléfono móvil —que podrá ser la oficial del organismo regulador u otra que nos proporcione nuestro banco— o, como segunda opción, con una especie de tarjeta precargada, como las que ya usamos habitualmente, que estará pensada para quienes no tengan, no puedan o no quieran utilizar un teléfono inteligente. «En principio, los pagos con euros digitales se harán online y se descontarán del saldo de la cuenta. Pero podrás descargar y llevar en el móvil o la tarjeta una cantidad no muy alta para usos offline, por si la cobertura no existe o falla. Ese dinero ya no estará en los servidores del banco central y te quedarás sin él si pierdes el teléfono o la tarjeta, como perderías los billetes de una cartera», resumen desde la OCU.
Los riesgos
No es oro todo lo que reluce y el euro digital tiene sus riesgos. La pérdida de privacidad es, quizás, el que más detractores ha propiciado. «La tecnología en que se basa el dinero digital permite controlar todas las transacciones y de hecho está previsto que no sean anónimas, para prevenir el blanqueo de capitales. Por lo tanto, los pagos quedarían registrados y las autoridades podrían examinarlos si así lo decidieran. Además, se abre la posibilidad de programar limitaciones de los pagos o incluso vetos, permitiendo así que el gobierno europeo impida comprar tal o cual cosa», resumen desde la OCU, quienes piden al BCE y al resto de autoridades que se comprometan a evitar este tipo de vicisitudes.
Habrá que tener cuidado con todos los riesgos asociados a la exclusión digital, porque todo este proceso de innovación no puede servir a las entidades como excusa para restringir servicios cruciales para los más vulnerables. Recuerdan desde la OCU la importancia de mantener una infraestructura física adecuada para prestar los servicios bancarios esenciales.
Las monedas y billetes aguantan el tipo
La pregunta que ha rondado estos últimos meses en la mente de muchos de los que han analizado la salida del euro digital es precisamente si esta divisa será capaz de asestar a los métodos tradicionales la estocada mortal. Organizaciones como la OCU advierten desde hace ya un tiempo de la importancia de mantener el efectivo, puesto que, a pesar de lo sucedido durante la pandemia (donde se aconsejó evitar el intercambio de monedas y billetes para reducir el contagio) sigue siendo el método predilecto en nuestro país. Según un estudio del BCE, más de la mitad de las operaciones que se realizaron en comercios físicos en el año 2024 —concretamente el 57 %— se hicieron con dinero en efectivo.
No es el único dato que afianza la prevalencia de esta fórmula. Según otro informe del Banco de España, en el 2024 el efectivo fue el medio de pago principal para nada más y nada menos que el 78 % de los mayores de 65 años y para el 77 % de las personas con estudios básicos: «Es importante que, a medida que avanza la digitalización, aumentan los riesgos de exclusión financiera para las personas mayores y para quienes tienen un nivel educativo básico», advierten desde la OCU.
La organización lleva un tiempo insistiendo en garantizar sin cortapisas el derecho de los consumidores a seguir utilizando el dinero en efectivo sin ningún tipo de restricción. Es más, la OCU va un paso más allá y pide sancionar a los comerciantes que le pongan obstáculos, como establece la Ley para la Defensa de los Consumidores y Usuarios: «El acceso al efectivo debe ser un servicio universal del que nadie quede excluido, como ocurre por ejemplo con el servicio postal», resumen desde esta asociación de consumidores.