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Eran auténticos oasis perdidos en un país de carreteras secundarias. No existía la cartografía de autovías que fueron unificando la oferta culinaria de locales estratégicos donde detenerse. Nos guiábamos para almorzar por el número de camiones aparcados. Eran las estrellas Michelin de la época en ventas y mesones donde se elaboraban las mejores tortillas y los bocadillos.
El menú del día ofrecía lo mejor de los productos de la zona a un precio razonable como para repetir al siguiente viaje. Y hábilmente colocados, camino de los baños, se exponían los dulces y postres de la comarca, según la vía radial que transitaras. A saber: Miguelitos de la Roda, corbatas de Unquera o mantecadas de Astorga, por citar tres ejemplos. Muy cerca se ofrecían al viajero los casetes y cedés con los éxitos del verano, lo mejor de Camela o Georgie Dam y la selección de «boleros inolvidables» en las voces de viejas glorias latinoamericanas. Los últimos años coincidieron con la exposición y venta de lo más selecto de navajas y cuchillería albaceteña, así como carteras y monederos de «legítima piel de Ubrique».
Ahora que durante julio y agosto la llamada operación salida es un viaje vacacional continuo, quiero que mi recuerdo nostálgico sea un pequeño homenaje a los lugares que en sus paradas oportunas nos han acortado el camino. Y cito al albur el hotel Landa, próximo a Burgos; Juanito, en La Roda, en dirección Alicante; Casa Consuelo en Otur, en el occidente asturiano con su fabada legendaria; el Área 280, cercana a Zaragoza con sus famosos torreznos, y el amigo en Ocaña Despeñaperros, en Jaén con un genuino paté casero de perdiz, y así podíamos enumerar aquellos que están en su memoria y donde han sido moderadamente felices. Después, en un tiempo impreciso, llegaron a establecerse junto a las autovías cadenas de restaurantes con una oferta lineal que alcanzaron un importante éxito y supusieron la desaparición de muchos de los típicos figones de carretera.
Yo sigo siendo fiel a un complejo que está en el pórtico de Galicia, donde el Bierzo termina. Me doy un mínimo homenaje en el bar-restaurante de carretera de Vega de Valcarce. Un cita puntual con los añorados bares que guardo en mi memoria.