El papa que dice no a los catocapitalistas

OPINIÓN

CONTACTO vía Europa Press | EUROPAPRESS

15 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace 12 años que los cardenales eligieron a Jorge Mario Bergoglio para suceder a Benedicto XVI. El primer latinoamericano y el primer jesuita en recibir este encargo. Recuerdo con intensidad sus primeras palabras desde el balcón central de la basílica de San Pedro y ese gesto de inclinarse para implorar la oración del pueblo sobre su persona antes de impartir su primera bendición papal. Un lenguaje inédito, acompañado bien pronto por el viaje a Lampedusa, toda una declaración de principios: Bergoglio iba a ser el papa de las periferias, geográficas y existenciales.

Francisco ya no está en peligro inminente de muerte, aunque la situación sigue siendo complicada. Tampoco se sabe cuándo le darán el alta hospitalaria. La pregunta que se plantea ahora es en qué condiciones saldrá, si podrá llevar una vida normal, porque, ciertamente, pudiera no tener las fuerzas suficientes para sujetar el timón de la barca de Pedro. No me preocupa, todo está en las manos de Dios.

El pontificado de Francisco está siendo una consciente puesta en tela de juicio de una Iglesia que estaba bloqueada por una pantalla ideológica, claramente autorreferencial. Esto ha llevado a un replanteamiento profundo de la agenda eclesial y de las prioridades pastorales, con un claro denominador común: el primado de la misericordia y del diálogo por encima de una dimensión dialéctica de la política y de la religión, por encima de cualquier batalla cultural de carácter maniqueo, así como el énfasis en proponer la doctrina social de la Iglesia en toda su amplitud frente a los catocapitalistas norteamericanos.

Su acción de gobierno se ha estructurado desde el principio en torno a cinco grandes principios: el tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es superior a la parte y, por último, todo está conectado. El bien común y la esperanza aparecen, entonces, como horizonte de discernimiento, como imaginación prospectiva para orientar la acción; una acción al mismo tiempo humana y trascendente.

A lo largo de estos 12 años Francisco ha insistido por activa y por pasiva en que no se puede defender el embrión humano y al mismo tiempo admitir la pena de muerte, las guerras preventivas (y, por consiguiente, invertir en la industria armamentística), rechazar la cuestión ecológica, rechazar a los inmigrantes. Sus enemigos no se lo perdonan (un papa peronista, un papa comunista): no solo no ahorran críticas, incluso fomentan las fake news en torno a su pontificado y presionan de manera bastarda (le niegan los donativos necesarios para el buen funcionamiento del Vaticano, el llamado óbolo de san Pedro).

Francisco gobierna sobre la base de una profunda experiencia espiritual: la sinodalidad. Entiende que «somos con otros y somos por otros; y por esto mismo somos para otros». De ahí que, con toda naturalidad, asumiese como magisterio ordinario del sucesor de Pedro el documento final del reciente sínodo sobre la sinodalidad. La fuerza de la comunidad.