Oporto se transforma en la gran urbe del noroeste con las infraestructuras como motor

Carlos Punzón
Carlos punzón LA VOZ EN PORTUGAL

EL RENACER DE PORTUGAL

VÍTOR MEJUTO

El Ayuntamiento reordena el turismo, al alza, mientras puerto y aeropuerto baten sus registros

26 ene 2018 . Actualizado a las 12:30 h.

El 1 de abril los autobuses no regulares ya no podrán acceder al casco urbano de Oporto. Y desde un mes antes, cada turista que pernocte en la ciudad tendrá que pagar dos euros para contribuir a mantener las infraestructuras públicas. Son dos ejemplos que ayudan a entender cómo el Ayuntamiento de la segunda ciudad más grande de Portugal está poniendo orden a un crecimiento exponencial del turismo surgido de una renovada capacidad de atracción que le ha supuesto además ser reconocida como mejor destino internacional en los años 2014 y 2017.

Pero la captación que está ejerciendo Oporto ni es casual ni es fruto de una moda. Desde inicios de este siglo los poderes públicos portuenses y la iniciativa privada se sentaron para hablar sobre qué infraestructuras querían y cómo las podían acompañar. ¿Resultado? Hoy el puerto de Leixões mueve el doble de las mercancías en contenedor que las que pasan por los cinco puertos de interés general de Galicia juntos. El aeropuerto Sá Carneiro se aproxima a los once millones de pasajeros al año y gestiona casi seis millones más que los tres gallegos sumados, cuando en el 2007 la balanza se inclinaba aún a favor de Galicia.

El alcalde de Oporto, el independiente Rui Moreira, niega que su intención sea la de convertir a su ciudad en el gigante del noroeste peninsular y vencer a las ciudades gallegas. Pero la realidad es que sus dos grandes motores del transporte mantienen un crecimiento constante, incluso en los peores momentos de la crisis, y se alejan cada vez más de las posibilidades que ofrecen las urbes galaicas, ayudando a conformar un epicentro cada vez más incuestionable.

«Sectores privado y público tenemos una estrategia articulada y la verdad es que no perdemos mucho el tiempo en discusiones sobre cómo hacer nuestras infraestructuras», señala Moreira a La Voz en un encuentro para repasar el estado de su ciudad. Para el regidor, Oporto tiene una ventaja sobre las ciudades gallegas: «Nuestro liderazgo en el norte del país es indiscutible, mientras en Galicia siempre ha habido el debate y la pelea entre A Coruña, Vigo y Santiago por las inversiones y los proyectos». Pone así de relieve los efectos de una pugna que desgasta.

El avance de Oporto ha estado presidido por la idea de crear una marca, una imagen que la haga reconocible internacionalmente, un producto compacto en el que además de infraestructuras venda a las empresas que busquen un asentamiento las posibilidades de ocio y cultura para sus técnicos, la potencialidad urbanística que hace que apenas haya stock de vivienda nueva y, a mayores, la modernidad y seguridad que han recobrado sus calles, de la que esta misma semana se hacía eco The New York Times.

Oporto cuenta con una población similar a la de la ciudad de A Coruña, unos 250.000 habitantes. Con los cinco municipios que forman la corona alrededor del distrito central llega a 1,2 millones, y hasta 1,8 millones con las 17 localidades de su área metropolitana. Y se coordinan y reparten tareas: el aeropuerto en Maia y Matosinhos; el puerto en Matosinhos; plataformas logísticas alrededor de las grandes infraestructuras, todas ellas enlazadas por autovías y autopistas, y que en conjunto se van engarzando por un metro que el año pasado movió 60 millones de personas. Para el 2022 está programada la finalización de 5,7 nuevos kilómetros y siete estaciones, que se sumarán a los 67 kilómetros ya construidos en seis líneas que abarcan 7 municipios: Oporto, Gaia, Matosinhos, Maia, Valongo, Gondomar y Póvoa. Una malla sin comparación en Galicia.

Eso sí, la dirección del moderno transporte no está en la capital del área, sino en Lisboa. «Portugal es un país tremendamente centralista, somos el más centralista de Europa, y el área de Oporto es la única posibilidad de contrariar a ese Portugal bipolar de Lisboa y Oporto en el que vive el 45 % de la población del país y trabajan el 55 % de sus empleados», asegura Rui Moreira.

«Me tienen que tener miedo»

El regidor mantiene que la suya es una «anticapital» y que «políticamente el Gobierno central tiene que tenerle miedo al alcalde de Oporto». En menos de cuatro años, insiste, se acabará su vida política, y no la prolongará ni aunque se le presente la posibilidad de ser candidato a la presidencia de la República. «A mí me gusta vivir en Oporto», señala advirtiendo a sus colegas europeos que algún día se conformarán los Estados Unidos de Europa, «y sera el turno de las ciudades». Él e infinidad de analistas del país vecino coinciden en señalar que el cambio de etapa que vive Portugal se debe a una ventaja competitiva: «Somos un pueblo-estado con una misma tradición cultural y una frontera con más de 900 años».

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