David Uclés: «No puedo tener mayor regalo que el de que reconozca mi libro la juventud, y de Santiago, la ciudad donde más escribí»
SANTIAGO
El autor, un terremoto literario con «La península de las casas vacías», es uno de los tres galardonados con el Premio San Clemente. «Mi novela tiene un punto de querer fortalecer la memoria democrática y en estos tiempos de ultraderecha es importante que los jóvenes lean sobre lo ocurrido», apunta. «Me siento compostelano. Tengo dos tatuajes en el cuerpo: uno es por la arritmia y otra es una cruz de Santiago», añade
24 oct 2025 . Actualizado a las 21:35 h.Pese a que es imposible desligar al escritor David Uclés (1990) de su Úbeda natal y de Jándula, el pueblo imaginario, trasunto del jienense de Quesada, de donde parte su monumental novela, La península de las casas vacías (Siruela), hay otro enclave que, literalmente —con un tatuaje—, lleva en su corazón. Y ese es Santiago, la localidad donde el joven autor, para muchos ya el terremoto literario del siglo, admite que «más escribió». «Fue en la biblioteca de Fonseca, en la Conchi y, sobre todo, en la Facultade de Xeografía e Historia», evoca con cariño, pocas horas después de conocerse que, junto a Ledicia Costas y a Lídia Jorge, ganó la 29.ª edición del Premio San Clemente, uno de los galardones más especiales al estar su jurado formado por alumnado de diez centros educativos de Galicia, Madrid, Reino Unido, Francia y Alemania. Ayer varios miembros del mismo se reunieron en el IES Rosalía de Castro de Santiago —impulsor de la iniciativa— para fallar el galardón en cada una de su tres categorías. La novela La península de las casas vacías se impuso en la de lengua castellana, valorando el jurado su «ambición total», así como la originalidad de la propuesta.
En la obra, un acontecimiento literario, con 20 ediciones en 20 meses, David Uclés asume con maestría la épica de recrear, de una forma nunca contada, en clave de realismo mágico, toda la Guerra Civil a partir de la descomposición de una familia y de un país. Una meta que le llevó 15 años de trabajo —«La empecé en el 2009 y la reescribí en cinco ocasiones»— y 25.000 kilómetros recorridos por toda España, llegando también a Santiago, donde quiso residir dos años, volviendo también en diez veranos, y donde escribió gran parte del libro. Publicado finalmente en marzo del 2024, fue durante el pasado otoño cuando la obra ya no dejó de coger vuelo, encadenando ediciones, y aupándose en sucesivos ránkings, con su humor, lírica, imaginación y prosa desacomplejada, como una de las grandes de los últimos tiempos. «Eso es casi como realismo mágico», bromeaba en una entrevista el autor.
Nada más conocerse que era el ganador del premio San Clemente, David Uclés no dudó en celebrarlo en sus redes sociales, valorando también para La Voz su emoción. «Para mí es una inmensa alegría hacerme con ese premio, principalmente por dos motivos. El primero, más obvio, es por el jurado porque mi novela tiene un punto de querer fortalecer la memoria democrática del país y el futuro está en los jóvenes; y en estos tiempos de ultraderecha es importante que lean sobre lo ocurrido», reflexiona el autor. «El segundo motivo es porque yo me siento compostelano. Tengo dos tatuajes en el cuerpo: uno es por la arritmia y otra es una cruz de Santiago. Es la ciudad donde más he escrito. Junto a Úbeda es la que más conozco. Cuando me compre un piso querré que sea allí. Que los gallegos y los compostelanos me reconozcan el esfuerzo y la calidad del libro... De verdad, estoy muy contento», destaca el escritor.
Su vínculo con Santiago
Fue en el 2024, durante uno de los veranos que David Uclés no dudaba en pasar en Santiago, cuando recordaba para La Voz cómo había llegado desde su Úbeda natal a Compostela.
«Yo había empezado a escribir la novela en el 2009. A pesar de que en el 2011 ya tenía 500 páginas escritas, la reescribí hasta en cinco ocasiones. En el 2015, llegó un momento en el que necesitaba encerrarme un año para avanzar, y a pesar de que yo no había pasado nunca de Madrid hacia el norte, decidí coger una maleta y plantarme en Galicia, una comunidad que, por la forma de ser de sus gentes, por su mitología, cuadraba muy bien con el realismo mágico buscado. Necesitaba, sobre todo, un lugar donde sentirme tranquilo, y Santiago me dio eso y mucho más», afirmaba, aclarando, entre risas, que a sus padres ya no les sorprendió. «Ellos querían que opositase. A mí se me daba bien estudiar, los idiomas, pero yo tenía claro que quería escribir esta novela», reafirmaba.
«En ese momento alquilé un piso en el barrio de Vista Alegre, cerca del lugar Lermo, un sitio al pie del Monte Pedroso que me enamoró. De hecho Lermo, en cuyo banco tengo escrito mucho, sale en otra novela que escribí, en Emilio y Octubre», deslizaba. «Llené las habitaciones de anotaciones y avancé mucho. Escribía por el día en la biblioteca de Historia, que para mí es una de las más bonitas del país, o en la Ánxel Casal y, por las noches, en la Conchi. Le cogí tanto cariño a la ciudad que me quedé viviendo dos años. Desde entonces, vuelvo aquí cada verano», remarcaba, aclarando que, durante los tres meses de la época estival también se sufragaba los gastos de afrontar una obra tan magna y continuada en el tiempo, cantando y tocando por la noche en el Arco de Xelmírez, junto a la Catedral compostelana.
Con sinceridad se refería a una dolencia que padece desde hace una década y que, de alguna forma, también le vinculó a Santiago.
«Yo padezco una arritmia, controlada, pero en el 2016, sufrí un episodio severo que me coincidió estando en Úbeda, donde me hospitalizaron. Ante el miedo a que se parase el corazón, le pedí a mi padre que entrase y le dije que si eso finalmente pasaba, quería que mis cenizas se echasen en el Monte Pedroso. Él, que aún nunca había venido a Santiago, me dijo: ''¿Pero, dónde está eso?''», confesaba. «Tengo un tatuaje, una cruz de Santiago, al lado del corazón», añadía. El autor anunció en los últimos meses que será en noviembre cuando deba pasar de nuevo por el quirófano.
«En la novela, y a pesar de que Galicia no es una de las zonas donde, a nivel estratégico, sucediesen grandes cosas durante la Guerra Civil, tenía claro que Santiago tenía que salir sí o sí en ella. Hice que el encargado de coger las llaves del Pazo de Meirás pasase por la ciudad para llevárselas a Franco. Aquí escribí buena parte de la obra», remarcaba de nuevo feliz.