La casa de labranza de Arzúa con 5 siglos de historia donde siempre vivió un Eduardo y fue pionera en turismo rural
ARZÚA
Casa Brandariz cumple su 30 aniversario alojando a huéspedes en sus habitaciones
05 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.La aldea de Dombodán, en la parroquia arzuana homónima, tiene censadas apenas 10 personas, aunque es visitada por gente de infinidad de países. Hasta allí llegan los huéspedes que se alojan en Casa Brandariz, una antigua casa de labranza familiar con cinco siglos de historia donde siempre vivió un Eduardo. Hace 30 años, Eduardo Brandariz (padre) y su esposa, la melidense Mari Carmen Costoya, decidieron convertir este histórica construcción que data de 1523 en una de las primeras casas rurales de Galicia (fue la primera de la provincia y tercera a nivel autonómico).
«En 1993 mis padres empezaron con este proyecto, cuando yo tenía unos 20 años. Por aquel entonces apenas se oía hablar de turismo rural por estas latitudes, pero salió un programa subvencionado con los fondos europeos Leader para la promoción del turismo rural», cuenta Eduardo (hijo), cuyos padres aprovecharon la oportunidad para dar una segunda vida a la casa familiar, que llevaba unas tres décadas deshabitada. Así resurgió la Casa Brandariz. «Si mi abuelo levantase ahora la cabeza no daría crédito, porque no llegó a ver la casa rehabilitada», comenta el hostelero que cogió las riendas del negocio cuando sus padres se jubilaron, hace un par de años, y lo dirige junto a su mujer, Leyre Aldasoro, nacida en León.
«Este es el inmueble donde nacieron todos mis antepasados por parte paterna, menos yo. Tenemos un árbol genealógico en el pasillo de subida a las habitaciones que se remonta al 1700 y a los huéspedes les llama mucho la atención», dice un hombre que, con dos hijas, admite entre risas haber «roto el esquema» de la saga familiar de Eduardos. Él es, además, el cocinero de un restaurante que algún día da de comer a unas 80 personas, entre las personas alojadas y comensales externos. «Aunque hice cursos de formación, mi maestra en la cocina fue mi madre y seguimos haciendo las recetas de la forma tradicional, como las hacía ella, junto con otras nuevas propuestas que voy introduciendo», aclara el chef. La especialidad de la casa es el galo de corral, que precisamente se sirve en un comedor que antaño fue el corral. Allí está como testigo el abrevadero, convertido ahora en una fuente decorativa, junto con otros elementos que han conservado concienzudamente.
«Se presume que la habitación más antigua es donde está la lareira, en la entrada principal. A la casona original se fueron haciendo añadidos, según las necesidades familiares. Nosotros hemos querido mantener la estructura, conservando los materiales propios que definen la arquitectura, los fregaderos, hornos antiguos... Nuestra mayor preocupación con una casa tan antigua es no meter la pata en nada de lo que hagamos. Intentas arreglar o rehabilitar respetando los elementos originales. Hace 3 años, por ejemplo, se renovó todo el circuito eléctrico de la casa, y para conservar ese espíritu, se pusieron todos los interruptores tipo porcelánico y el cableado de tela, a la vista», indica Eduardo.
Aunque en su día la huerta fue mucho mayor, siguen cultivando una pequeña parte para nutrir la cocina de sus propias verduras y hortalizas de temporada (tomate, puerro...). Lo que no quedan son animales. Las vacas pastaron alrededor de la Casa Brandariz hasta hace 4 años, pero compatibilizar la ganadería de carne de rubia gallega con la casa rural requería demasiado tiempo y decidieron renunciar a ello para no descuidar la atención a sus huéspedes.