36 horas en Santiago: guía definitiva para ver la ciudad como lo haría un auténtico compostelano

VIVIR SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

Un fin de semana basta para llevarse la esencia de la ciudad y disfrutar de su gastronomía con la garantía de quienes pisan sus piedras cada día

05 dic 2022 . Actualizado a las 22:58 h.

Santiago es infinita. Está claro que ni el compostelano de pro se la conoce por completo, que para eso cada piedra de sus calles esconde su historia. Ahora bien, un buen picheleiro sí puede hacer un resumen de qué ver en su ciudad si se lo piden, que para eso lleva dando indicaciones al peregrino más de un milenio. Desde la redacción de La Voz de Galicia hacemos la guía que cualquier turista desearía tener a su lado, la que hace todo un equipo de periodistas que se saben de memoria las calles de la Zona Vieja (y de la Nueva) de tantos zapatos que se han dejado en ellas.

Un fin de semana, con llegada a la ciudad el viernes a la noche o el sábado a primera hora y partida el domingo por la tarde, es un tiempo más que aceptable para llevarse lo mejor de Compostela y disfrutar de dos días inmejorables en la capital de Galicia. Esa es la propuesta que presenta, en este caso, La Voz.

Mañana del primer día

Como no podía ser de otra manera, el plato fuerte es el primero. Para ello, comenzaremos nuestro viaje en la Zona Vieja de la ciudad, la monumental. Las pilas se cargan desayunando y la parte antigua de la ciudad es idónea para ello, con sus innumerables terrazas y pequeños locales por aquí y por allá. La Carrilana, local de moda en Compostela, puede ser una buena alternativa, aunque para desayunar con vistas está el hotel Costa Vella, con su jardín, o el café Literarios, si queremos disfrutar de la Catedral cuanto antes. Aunque si queremos comenzar cuanto antes a empaparnos de Santiago, es una opción para los impacientes pedirse el café para llevar y comenzar el día sin dilación.

Un café entre flores en la terraza-jardín del Hotel Costa Vella.
Un café entre flores en la terraza-jardín del Hotel Costa Vella. XOAN A. SOLER

Ahora, con energía, ya estamos en condiciones de gastar suela sobre la piedra compostelana. Nos emplazamos en el Obradoiro, la plaza que construyó la Catedral al servir, como su nombre gallego indica, de taller para sus obreros. Hace posible lo imposible, pues se trata de una plaza con cinco estilos arquitectónicos y cuatro fachadas, toda una joya del arte europeo ya solo por la cara barroca de la imponente Catedral. Tras ella se esconde otra, románica, donde se esculpía hace 850 años el pórtico de la Gloria, que completa el truco. Cierran el cuadrado otras tres: la tardogótica del Hostal dos Reis Católicos, la renacentista (a pesar de su portada de aires góticos) del Colexio de San Xerome y la neoclásica del Pazo de Raxoi. En conjunto, estas cuatro portadas representan las facetas de la ciudad: la Iglesia en la fachada de la Catedral y con toda ella, la universitaria del Colexio de San Xerome (el rectorado de la Universidade de Santiago), la acogedora y peregrina que tenía el antiguo hospital y hoy Hostal dos Reis Católicos y la política y administrativa del Pazo de Raxoi, que es la sede del ayuntamiento de la ciudad y del gobierno gallego.

Saldremos de la Plaza del Obradoiro por su cara norte, colándonos por el arco del Pazo de Xelmírez, donde siempre un músico nos alegrará el paso. Subiendo la cuesta llegaremos a la plaza da Inmaculada, conocida popularmente como Praza da Acibechería por trabajar allí este gremio. A la derecha tendremos la fachada norte de la Catedral y final del Camino Francés, de estilo también barroco tras haber sido derribada la original románica para construir esta, al estar «pasada de moda» según el cabildo catedralicio de aquellos mediados del siglo XVIII. Con la vista hacia la izquierda encontraremos el monasterio de San Martiño Pinario, el otro gran representante del barroco gallego tras la fachada de la Catedral y que es totalmente visitable a través de visitas guiadas. Los monjes que lo habitaban en su origen, benedictinos, acudían a misa en la capilla Corticela, hoy integrada en la Catedral y que diferenciaremos en nuestra ruta hacia la Praza da Quintana por representar un visible añadido a la Catedral con su bajo tejado bordeado por una puntiaguda reja.

Cúpula de la iglesia de San Martiño Pinario.
Cúpula de la iglesia de San Martiño Pinario. XOAN A. SOLER

En la plaza de A Quintana es muy posible que nos encontremos tocando a la Berenguela, la campana que da nombre a su torre y que marca las horas de todo Santiago. La amplia explanada que representa se forma de dos niveles, el superior, por donde entraremos, llamado «Quintana de Vivos» y el inferior, la «Quintana de Mortos», donde tendremos acceso a la puerta oriental de la Catedral si es año Xacobeo, como el presente, al tratarse de la Puerta Santa. Dejándonos caer y bordeando el templo llegaremos a la plaza de Praterías, con su fuente de cabezas de caballos, y nos daremos de bruces con la Casa do Cabido, un estrecho edificio de metro y medio de ancho y con acentuado carácter barroco cuyo único objetivo era, en su día, embellecer la plaza. Tendremos tiempo de ir al Museo das Peregrinacións, también en Praterías, pero antes saciaremos las ganas de ver la Catedral por dentro accediendo por la portada de esta plaza, la sur. Muy románica, la sobrecarga de relieves que padece se debe a que parte de los que figuraban en la portada norte, la ya mencionada de la Acibechería, fueron trasladados para esta tras su derribo. Esta joya románica por la que en origen no entraban tantos peregrinos se salvó de las modas barrocas y sigue siendo, con orgullo, uno de los máximos exponentes de la base románica de la Catedral.

Ya en su interior, pasado el proceso de restauración que se ha realizado durante los últimos años en la Catedral, podremos pasear bajo los arcos románicos de sus naves, sentarnos a tomar un respiro y, por supuesto, descender a la cripta del Apóstol bajo el altar mayor. Son muchos los menores, pequeñas obras de arte arquitectónicas correspondientes a los más variados estilos europeos de los últimos cientos de años. Un libro abierto, que se completa al visitar el Museo Catedralicio, los tejados del templo o el pórtico de la Gloria, que sin lugar a dudas es la representación más exquisita del románico en Galicia, y más completada su reciente restauración al compás de la del resto del edificio.

Una visita guiada por los tejados de la Catedral es lo mejor obtener una visión diferente de las plazas aledañas al templo.
Una visita guiada por los tejados de la Catedral es lo mejor obtener una visión diferente de las plazas aledañas al templo. PACO RODRÍGUEZ

Llegada la hora, que la mañana ha sido completa, es momento de volver a alimentarse. La oferta compostelana es de lo más variada, desde los restaurantes de comida tradicional hasta la moderna vanguardia internacional, pasando por las tapas. Para este primer encuentro con la mesa y el mantel aconsejamos acudir casi a cualquier restaurante de la rúa do Franco o aledañas. Cualquier opción es buena y sus mariscos y carnes expuestas en los escaparates no nos dejarán lugar a dudas. Esta calle lleva siglos dando de comer y beber a los visitantes y peregrinos, viviendo sus locales mil y una historias. Hoy son referentes del buen comer, aunque no hace mucho se pisase serrín sobre su piso, dejando patente la evolución que han vivido en los últimos años. No lejos de allí hay una opción de vanguardia al nivel de los mejores paladares, la del restaurante Solleiros, cercano a la plaza de Mazarelos, cuyas piedras pisaremos esta misma tarde.

Tarde del primer día

No hay tarde que comience sin café. Santiago es ciudad de agua y tocará mojarse, pero si llueve no hace falta salir de la Zona Vieja para tener opciones variadas e interesantes bajo sus soportales. En los de la rúa do Vilar, de norte a sur, se concentran tres locales idóneos: el café Airas Nunes, el Paradiso y el Café Casino. Superada la modorra, es momento de acercarse al anteriormente pasado por alto Museo das Peregrinacións, en la plaza de Praterías, para resguardarnos de la lluvia al tiempo que nos empapamos de la infinita historia del Camino.

De estar soleado el día la mejor idea para el café es acercarse a las terrazas de la plaza de Mazarelos y con ellas al entorno estudiantil. A su lado está la plaza da Universidade, cuna de esta con la facultad de Geografía e Historia que todavía sigue al pie del cañón. Su claustro, su biblioteca y sus salones son visitables con guía y previa reserva. Por aprovechar de todo estas visitas, también son recomendables las que se hacen al Pazo de Fonseca, sede de la biblioteca referente de la institución y con uno de los claustros más bellos de Compostela. Su pequeño jardín botánico, si lo visitamos en los presentes últimos días de noviembre, nos sorprenderá con un majestuoso ejemplar de ginkgo biloba totalmente revestido de hojas amarillas, resplandecientes seguro al ser bañadas por el sol.

El ginkgo biloba de los jardines de Fonseca es una maravilla todo el año, pero todavía más llegado el otoño.
El ginkgo biloba de los jardines de Fonseca es una maravilla todo el año, pero todavía más llegado el otoño. xoan a. soler

La siguiente parada también es vegetal, en la Alameda. Un paseo reparador bajo sus hojas, tropezándonos seguro con más de una, será la excusa perfecta para encontrarnos con las Marías, o al menos con su estatua. Llamadas de mil maneras, este policromado homenaje es para Maruxa y Coralia Fandiño, dos compostelanas singulares que durante los años del franquismo y siempre sobre las dos en punto paseaban por la Alameda con sus coloridas vestimentas, fruto del taller de costura de su madre que luego ellas mismas heredarían.

Vale la pena recorrer el parque empezando por el sendero que se presenta a la izquierda para acabar llegando a su cima, donde está la iglesia de Santa Susana, copatrona de la ciudad. Desde ese punto, y también a lo largo de las calles que tiene la Alameda, obtendremos unas privilegiadas vistas de todo el casco viejo compostelano. En ellas nos encontraremos con dos ilustres de las letras españolas, nada menos que Ramón María del Valle-Inclán, sentado en un banco con la vista puesta en las torres de la fachada catedralicia del Obradoiro, y Federico García Lorca, bajando la escalinata que lleva a Santa Susana.

Valle-Inclán espera a los visitantes en su banco de la Alameda.
Valle-Inclán espera a los visitantes en su banco de la Alameda. PACO RODRÍGUEZ

Pocos metros más adelante, caminando por la parte Oeste del recinto y al pie de un pequeño jardín que es sombrío hasta en agosto, encontraremos otra de las vistas privilegiadas del parque, la que da al campus universitario. Apoyando los codos en la balaustrada se pueden observar los colegios mayores, cuna de lo que hoy es el campus universitario de referencia en Galicia, y los jardines y estanques que los rodean.

No muy lejos de allí, bajando por la empinada escalinata en dirección al campus, se encuentra la carballeira de San Lourenzo, un lugar donde descansar del sol si es que lo hace. Entre sus frondosos robles —carballos, en gallego— se pueden encontrar dos cruceiros, que junto con el pazo aledaño, cuyo nombre honra al mismo santo que el parque, completan el círculo de la galleguidad supina, si se tratase de símbolos arquitectónicos y botánicos. El edificio tiene su origen en el siglo XIII en forma de monasterio, por lo que se trata de una estructura que ha visto crecer, desde fuera de sus muros, a la ciudad de Santiago. A día de hoy, y aunque no aparezcan en este itinerario, abundan los parques y las zonas verdes, como el jardín del Auditorio de Galicia, el cercano parque de Vista Alegre, el de Belvís o Bosque de Galicia, que bordea a la Cidade da Cultura y que puede ser la excusa perfecta para visitar su museo y su moderno conjunto arquitectónico.

Dando ya la vuelta a la Alameda, tras este alto en el camino, y poniendo rumbo de nuevo al centro de la ciudad, encararemos la avenida central del parque. A mano derecha, la capilla del Pilar enfrente de los estanques, a la izquierda, el palco de la Música, que por su parte superior esconde el Asento dos Susurros, un banco «antisecretos» que es uno de los misterios mejor guardados de Compostela. Para descubrirlo, basta con sentarse en uno de los extremos de la estructura, con un acompañante enfrente y justo al otro lado del semicírculo que forma, y hablarle a la pared. Efectivamente, susurrarle al muro que tendremos a nuestro lado, por raro que parezca.

As Marías, con sus coloridas ropas, inmortalizadas en la Alameda.
As Marías, con sus coloridas ropas, inmortalizadas en la Alameda. Sandra Alonso

Tanta aventura genera hambre, o al menos sed. En el primero de los casos, a pocos metros de la Alameda, justo enfrente de la Policía Nacional, se encuentra el restaurante Marte, famoso por su tortilla y su tarta de queso que nos harán olvidar el abundante banquete del mediodía con algo más ligero. Otra buena idea, y quizás aún más cerca del parque que la primera, se encarna en A Táboa de Picar, una de las ventanas a la Catedral más conquistadoras de toda la ciudad. Si el apetito todavía no aflora, estamos ante una buena oportunidad para empezar la noche en alguno de los locales de copas de Santiago. Para este momento el más indicado es el Momo. Paseando hasta él podremos ver el otro lado de Santiago, su parte nueva y la plaza de Galicia, antes de encarar la calle de Virxe da Cerca hasta llegar al destino.

Para cenar, tras el refrigerio y el merecido descanso de los pies, tenemos la posibilidad de acudir de nuevo a la rúa do Franco y sentarnos en aquel restaurante que tanto nos gustaba a mediodía pero que rechazamos por otro que nos gustaba todavía más. Pero si el atracón nos llega hasta la hora de cenar, y pasar sin nada no se contempla, existen alternativas a mansalva en esta capital del buen comer. Sus tapas son célebres, de todos los tipos y tamaños y siempre gratis junto a la consumición, por lo que hacer buen uso de ellas está más que recomendado. Como si se tratase de una ruta, pedir una bebida basta para obtener recompensa en muchos locales, aunque hacerse con una ración de orella (oreja de cerdo) en el bar Orella (una fantástica redundancia), unos mejillones tigres en La Cueva, una de tortilla en La Tita, unos cocodrilos (filetes de cerdo) en el Abellá o un poco de todo en O Xa Chegou. Esta última, veteranísima tasca de la Zona Vieja compostelana, encarna los valores de la típica taberna santiaguesa y los marida con lo mejor de nuestra gastronomía.

Su tortilla hace al Bar La Tita una parada obligada en las rutas de tapas por Compostela.
Su tortilla hace al Bar La Tita una parada obligada en las rutas de tapas por Compostela. PACO RODRÍGUEZ

Como aguante el cuerpo tras este día, hay que darle más, que por algo será. Los siglos que tiene la Universidad le han otorgado a Santiago la eterna juventud, por lo que su vida nocturna es más que activa prácticamente todos los días de la semana, para cuanto más un jueves, un viernes o un sábado. Hay opciones para aburrir, todas talladas en la piedra de la ciudad vieja y alguna también en la nueva: para tranquilidad y conversación, el Medusa; para vanguardia con ambiente único, el Modus Vivendi; para tener terraza y no perder el aire libre, el Xuntanza; para modernidad, el Riquela; para tradición y sorpresas, el Filandón; para música en directo, A Gramola… La lista es infinita, aún sin hablar de pubs.

 Mañana del segundo día

El día comienza con los productos más frescos, los de la plaza de Abastos, que representan sin duda el mejor recuerdo que uno se puede llevar de Santiago: alegría para el paladar aun tras el regreso a casa. No será difícil encontrar en esa zona alguna terraza para desayunar, sea en la cercana plaza de Mazarelos o en los aledaños de la iglesia de San Agustín, tuerta de una torre y en pleno barrio de Altamira. Si por un casual estamos en fin de semana, la zona estará más que animada, con turistas y compostelanos dando cuenta de un buen vermú conforme avance la mañana.

Siguiendo la rúa da Oliveira llegaremos a la Porta do Camiño, entrada a Compostela de los peregrinos que hayan seguido el itinerario francés del Camino. Hoy ya no queda puerta, tan solo en el imaginario con el notorio cambio de piso que viviremos, despidiéndonos de la piedra momentáneamente. Ante nuestros ojos se alzará la rúa de San Pedro, uno de los barrios santiagueses con más encanto. Desde allí, accederemos al parque de Bonaval, que guarda la iglesia homónima, que sirve de panteón de las figuras más destacadas de Galicia, y el Museo do Pobo Galego, donde se guardan siglos de nuestra cultura. Como un corazón abierto, esta galería guarda desde material de trabajo, como embarcaciones, hasta fotografías del más alto valor antropológico.

Un laberinto convertido en escalera, ascensor central del Museo do Pobo Galego y joya barroca de toda Galicia.
Un laberinto convertido en escalera, ascensor central del Museo do Pobo Galego y joya barroca de toda Galicia. PACO RODRÍGUEZ

Una de las joyas que alberga este edificio es la escalera helicoidal, directa al cielo. Se proyecta desde abajo como una enredadera, en la que cada una de sus ramas deposita a quienes las recorren en un piso distinto del edificio, que antiguamente era el convento de San Domingos. De estilo barroco, una vez más, estas escaleras se suman a la torre de la Berenguela como obras cumbre de Domingo de Andrade, precursor de la variante compostelana del barroco, cuya cumbre alcanzaría Fernando de Casas Novoa con la fachada de la Catedral. La mañana se irá (o debería irse) por los pasillos del museo. Recorrido sin prisa, dará buena muestra al turista de lo que fue y de lo que es Galicia.

Las opciones para comer nos devuelven en este caso a la rúa de San Pedro y a sus inmediaciones. Su oferta gastronómica es vanguardista, moderna pero conectada con la tradición, y buenos representantes de ella son el restaurante A Moa, la Casa de Xantar O Dezaseis o A Maceta, con pura cocina de autor. No debe olvidarse el bar Pampín, un clásico que ofrece uno de los postres imprescindibles de Compostela: el coulant de tarta de Santiago. El ensanche de la ciudad, su zona nueva, tiene en este momento su mejor momento para ser recorrida de camino a la arrocería O Tamboril o, mucho más cerca de la rúa de San Pedro al estar en la zona de Fontiñas, al Bodegón Concheiros, donde se puede catar el pulpo «á feira» de toda la vida. En este sentido, hablando de buen pulpo, no hay que olvidar al Mesón do Pulpo, en el barrio de Vista Alegre.

Poniendo por caso que nuestro paso por Santiago forme parte de un viaje itinerante en coche, o que la capital gallega sea nuestro único destino, sus alrededores no dan respiro culinario. Es muy famosa A Casa das Tortillas, en Cacheiras (ayuntamiento de Teo), a escasos minutos de Santiago. Su característico ambiente, con las paredes revestidas de incontables homenajes al fundador del restaurante, no deben distraernos de lo realmente importante, unas tortillas muy económicas y que nada tienen que envidiar a las que más renombre tengan en Betanzos. Ya se ve, los aledaños compostelanos le hacen buena sombra al centro urbano y, además del mencionado, son muchos los ejemplos para poner y aquí van otros tres: la todavía cercana Bodeguilla de Santa Marta, la Raxería San Marcos, el restaurante A Nave de Vidán o el Fogar do Selmo, con ambiente natural e idóneo si nuestro siguiente destino son las Rías Baixas o la Costa da Morte. Desde Cacheiras, o desde donde estemos, a los del coche solo les queda emprender camino, que los que hayan venido en tren, autobús o avión ya se habrán ido de Santiago en el párrafo anterior.

Para concluir, aquello que no se puede olvidar:

 Dónde dormir en Santiago de Compostela:

- Hotel Costa Vella

- Gran Hotel Los Abetos

- Turismo rural: Casa Rural Fogar do Selmo

- Turismo rural: Pazo do Faramello

- Hotel Carrís Casa de la Troya

- Casa da Balconada

- Hotel Jardín Santa Clara

- Hotel Eurostars Araguaney

Dónde comer en Santiago de Compostela

- Restaurante Solleiros

- Casa Marcelo

- Mesón 42

- Milongas

- O Papatorio

- A Noiesa

- Marie Miner Gastroespace

- Restaurante Marte

- A Táboa de Picar

- Bar La Tita

- Restaurante Abellá

- Restaurante A Moa

- Casa de Xantar O Dezaseis 

- A Maceta

- Bar Pampín

- Arrocería O Tamboril

- Bodegón Concheiros

- Mesón do Pulpo

- Pico de Galo

- Bodeguilla de Santa Marta

- Bodeguilla de San Lázaro

- Raxería San Marcos

- A Nave de Vidán

- Casa Rural Fogar do Selmo

- A Casa das Tortillas

Dónde aparcar en Santiago de Compostela

Santiago puede ser un gran destino si se visita como parte de una ruta en coche por Galicia, o para una escapada de fin de semana, si no se reside muy lejos. Para todos ellos, el Campus Sur dispone de una gran cantidad de plazas de aparcamiento es zona azul. De todos modos, durante los fines de semana no hay que pagar y además es un área rebajada. Eso sí, durante la semana es complicado encontrar aparcamiento debido, lógicamente, a la actividad universitaria. Está muy céntrico, a un paso de la Alameda.

Otras opciones puede ser el área de aparcamientos de autocaravanas de Compostela, el Salgueiriños, algo más alejado pero con más opciones de éxito para aparcar.