¿Están tan desastrosos los pisos de alquiler en Santiago como dicen? Inquilinos, caseros e inmobiliarias responden

Andrés Vázquez Martínez
Andrés Vázquez SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

SANDRA ALONSO

Estudiantes alquilados y propietarios se cruzan acusaciones por el supuesto mal estado de las viviendas, pero una mirada al resto de Galicia, España y Europa puede aportar contexto sobre la situación real de los inmuebles compostelanos

20 abr 2023 . Actualizado a las 12:17 h.

La queja se repite y los ejemplos se acumulan. El parque inmobiliario de Santiago parece ser una ruina y nadie se pone de acuerdo en quien debe llevar el sambenito. Los estudiantes alquilados, quienes más habitan las viviendas descuidadas por su bajo precio, lamentan el tener que vivir entre armarios apolillados, colchones con ácaros que no se cambian desde hace años o ventanas que meten frío en unas viviendas que, por supuesto, carecen de calefacción.

Al preguntar a quienes tratan con pisos a diario, las inmobiliarias, estas ponen el foco más bien sobre el casero, a pesar de que encuentran una responsabilidad compartida con los arrendatarios, para el caso universitarios. Rafael Rey, gerente de la inmobiliaria santiaguesa Rey Xestión y miembro directivo de la Asociación Galega de Inmobiliarias (Agalin), argumenta que tiene que venir un momento de bajada en la demanda para que los caseros se planteen realmente una reparación y actualización integral de las viviendas que alquilan, «como xa pasou a comezos de século», pues de lo contrario la situación seguirá como hasta ahora, «con inmobles avellentados e inestabilidade entre propietarios e alugados».

Fue en aquella época, los años 2000 o 2005, cuando la mayoría de las sustituciones de colchones o cocinas se hicieron, de modo que siguen hasta hoy. «A altísima demanda permite que os caseiros saquen partido, pois saben que aínda tendo un piso en dubidoso estado, este vai ser alugado de igual xeito». En este momento, lo único que puede motivar al arrendador a mejorar su piso es el poder acceder a algunas de las ayudas que la Xunta le ofrece para hacerlo y así ahorrarse unos cientos de euros en las reparaciones que sabe que son necesarias o en actualizaciones energéticas.

Sea como fuere, lo cierto es que existen en Santiago «dúas cidades paralelas: a dos pisos renovados para turismo e a dos descoidados para oferta residencial», tal como dijo el propio Rey en declaraciones a La Voz este pasado verano, en el marco de un reportaje sobre la escasa oferta de alquiler a nivel gallego.

Manuel Couto es uno de esos caseros que han efectuado mejoras en su piso, pero que ahora teme que se vean reducidas a cenizas a causa de unos malos inquilinos, «que non son todos, por suposto, pois ao universitario hai que tratalo con cariño sempre». Ahora bien, él se siente desprotegido por parte de las inmobiliarias, a las que ha dejado de contratar por su inoperancia ante los problemas y se ha lanzado a alquilar su vivienda de manera autónoma. Aquí coincide con el sentir mayoritario de los estudiantes, pues son los primeros que dicen que llamar a la agencia con la que negociaron su contrato ante cualquier desperfecto es igual que ponerse a gritar en el desierto.

El apartamento de Couto ahora está como nuevo tras los cambios, ese que mantiene en alquiler de larga duración frente al otro que ha movido para el turístico. Se queja de que estas reformas quizás lo saquen de un mercado tan inflado ya de precios, «pois eu teño que trasladar o gasto en mobles e obras á renda que recibo, subíndoa, claro, e pode ser que iso remate coa miña relativa facilidade de atopar inquilino».

El piso recién arreglado, con electrodomésticos nuevos, que Manuel Couto tiene en alquiler en Santiago.
El piso recién arreglado, con electrodomésticos nuevos, que Manuel Couto tiene en alquiler en Santiago.

Para Rafael Rey, este argumento es falaz. «Todo caseiro que agora amaña o seu piso xa leva anos cos mobles anteriores amortizados, ou coa cociña, ou coas ventás… Polo que é natural que leve a cabo os cambios oportunos na vivenda sen que isto lle supoña un buraco económico tan grande». Así son los negocios, dice, y cuando un colchón ha pasado nada menos que diez años usándose «xerou o necesario como para ser substituido».

En lo relativo a la reclamación de los caseros sobre los inquilinos que destrozan el piso y que por eso están como están, Rey intenta de nuevo calmar las aguas: «Penso que é un tópico, non creo que moita xente tome en serio iso, nin os propios arrendadores». En su opinión, un piso arreglado es tratado con mucho más respeto que uno que está hecho trizas, «nada máis que porque o inquilino pode sentilo coma o seu fogar, un lugar agradable no que vivir».

Galicia, España y Europa

Para comparar hay que conocer, de modo que La Voz se ha puesto en contacto con tres antiguos compostelanos de paso que ahora viven fuera de la ciudad. Tienen, además orígenes diversos, siendo dos de ellas de Ferrol y un tercero de Viveiro. Silvia Cobelo, Sara Silvar y Brais Baltar han pasado, en total, por decenas de ciudades, entre las que se encuentran algunas de tamaño medio como Girona o Granada y otras descomunales, como Londres o Madrid, pasando también por urbes más cercanas como A Coruña o Lugo.

Quien comienza la tertulia es la ferrolana Sara Silvar: «En Santiago, cuando comencé a vivir allí para estudiar en el 2015, pagaba 200 euros por una habitación con todos los gastos incluidos en un piso compartido pero renovado a más no poder, con ventanas luminosas y ubicado en la zona más céntrica. Hoy sé que eso es imposible en Compostela, pues cuando me fui de ese piso lo vi un par de años después a 300 euros la habitación sin gastos en un portal inmobiliario. La cuestión es que ahora vivo en Madrid y pago 400 euros al mes por un diminuto quinto sin ascensor por el cual me han pedido antes de firmar el contrato mis cuatro últimas nóminas, dos meses de fianza, otros dos de “seguro de impagos” y un mes más para la inmobiliaria “por los servicios prestados”. Y lo peor es que todo el mundo que conozco está igual, cediendo a las presiones de caseros y agencias para poder tener un techo».

Ahora bien, la comparación con ciudades más pequeñas puede ser menos cómoda para la capital gallega. Silvia Cobelo pasó por León durante una etapa de sus estudios, donde se encontró pisos «en mucho mejor estado que los de Santiago y a un precio más razonable». Subraya, de todos modos, que el gran problema de la capital de Galicia es la falta de condiciones de habitabilidad, «a pesar de ser este problema algo generalizado en la mayoría de ciudades universitarias por las que pasé, ya que me pasó lo mismo en Girona hace unos años, donde estudié Biotecnología».

Brais Baltar, por su parte, comenzó su andadura formativa profesional lejos de su Viveiro natal, sino en Lugo, donde encontró «con mucha diferencia la mejor relación entre precio de la renta y estado del piso, siendo muy baratos los alquileres y estando bastante bien las viviendas». Si bien es cierto que esta experiencia data del 2017, Brais ha pasado desde ese instante por otros muchos lares, como Granada, «donde la situación es similar a Santiago», Londres y Liverpool «que poseen precios más caros en general aunque los pisos están impecables» o Bilbao, que es el lugar que habita actualmente «y que tiene las rentas por las nubes a cambio de pisos que que no son para tirar cohetes ni mucho menos, al más puro estilo de Madrid, por lo que decía Sara».

«Nin tanto nin tan pouco», opina al respecto Rafael Rey, de Rey Xestión. En lo tocante al estado de los pisos, este agente inmobiliario relativiza el estado de Santiago en la escala del descontento, «pois está moito peor que vilas de pequeno ou mediano tamaño, como Carballo, Verín ou Noia, pero non hai tanto rocho convertido a vivenda como pode haber en Madrid ou Barcelona… Penso que está nun estado semellante ao da Coruña ou ao de Vigo, que tamén son zonas de tensión no mercado pero nas que aínda se pode atopar unha cantidade de vivendas máis que aceptables».