La alta velocidad sale cara en Santiago, cuya conexión de tren con Madrid se acerca a los cien euros por viaje

Andrés Vázquez Martínez
Andrés Vázquez SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

Usuarios del tren comprando billetes en la estación de Compostela, en una imagen de archivo.
Usuarios del tren comprando billetes en la estación de Compostela, en una imagen de archivo. PACO RODRÍGUEZ

Sus precios hacen que salga más rentable usar el avión cuando se contrata con tiempo y que algunos viajeros se planteen utilizar el coche para desplazarse hacia la Meseta

21 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Los usuarios compostelanos de la línea de tren que une Santiago con Madrid llevan meses acumulando sorpresas cada vez que abren la web de Renfe con la idea de comprar un billete de tren. Desde que comenzó el 2022 los precios se han mantenido disparados, sea por la inflación energética derivada de la guerra de Ucrania o por la irrupción de empresas más allá de la estatal en el negocio del transporte por vía férrea. Justo en este sentido, mientras que en la mayoría de los corredores ferroviarios españoles los precios comienzan a bajar por los impactos de la competencia, el que une Galicia con Madrid no ha empezado hasta el mes pasado los trámites para la liberalización.

Es sencillo encontrarse con usuarios que padecen este problema nada más que con acercarse a la estación intermodal compostelana. Álvaro, un joven madrileño que trabaja en Santiago, es uno de los afectados. Él renuncia a visitar a su familia porque los viajes no le salen por menos de 130 euros sumando la ida y la vuelta y haciendo uso del descuento del 30 % para jóvenes, «hasta el punto de que compensa el avión si la reserva se efectúa con tiempo». También está el autobús, «pero con las nueve horas que tarda me parece que no es una opción, pues me reduce la estadía en casa muchísimo».

Roberto Hermida, de Ribeira, viaja a Madrid con asiduidad al tener su empleo allí. Se dedica a la consultoría de banca, por lo que maneja el mercado de los abonos y los billetes con solvencia y también comprende a la perfección cómo funcionan los cambios en los precios. Comprobado lo que explica por La Voz, se expresa este trabajador de maletín y corbata: «Para que nos entendamos, los precios de los billetes en un tren van variando en función de las plazas que quedan libres. Cuando las más baratas se ocupan se pasa al siguiente umbral, igual que en la venta de entradas para un festival como O Son do Camiño, por ejemplo». De esa manera, al abrirse la posibilidad de tener abonos que abaratan el viaje, se está comprando mucho más «y los viajes baratos se barren muy pronto».

Al haber más demanda y solamente quedar las plazas caras libres, el precio sube como la espuma. «Quien tiene la suerte de poder tener claro cuando viaja puede hacerlo por mucho menos precio, como ocurre con los aviones». De la misma manera que liga este problema de los precios a los abonos, le parece que otra de las grandes claves puede estar también en lo que se ha encarecido el fletar los trenes gallegos, que ahora son AVE al menos hasta Ourense. Asimismo, no cree que el asunto tenga que ver con la inflación derivada de los precios de los combustibles, aunque las fechas coinciden con la subida de los precios del ferrocarril compostelano.

Aun así, para Roberto, no hay nada como el tren en cuestiones de comodidad, pues «ahorras todo el engorro del aeropuerto y además el tren te deja en pleno centro de Madrid o de Santiago, según se mire». Por sacar alguna pega más, Roberto reclama poder tener conexión a internet en los vagones, además de que se instaure alguno de ellos como silencioso, «para poder dormir o trabajar». Se nota que su frecuencia más utilizada es la que sale de Compostela a las cinco de la madrugada, para estar trabajando antes de las nueve en la oficina.

Desde la propia Renfe asumen que el problema de los precios está ahí, en la mayoría de las conclusiones de Roberto. Como él dice, la demanda se ha disparado y los billetes baratos vuelan más rápido. No en vano, la línea gallega desde Madrid es de las que más llenas va, de las que más viajeros reúne en comparación con el número de trayectos.

Ante este problema, «puramente de oferta e demanda», el presidente de Facua Galicia, Víctor Muñoz Meilán, reclama como solución la implantación de más frecuencias. «Se ademais, como din en Renfe, a liña que conecta Madrid con Galicia é das demandadas, parece un pouco absurdo que non poñan máis trens, como levan prometendo dende hai meses cos Avril», lamenta Muñoz, que considera que los problemas ferroviarios para los gallegos tienen mucho más calado que la lenta llegada del AVE.

Viajeros en la estación compostelana a punto de subirse a un tren, en una imagen de archivo.
Viajeros en la estación compostelana a punto de subirse a un tren, en una imagen de archivo. PACO RODRÍGUEZ

Muchos bolsillos doloridos

Otra menor de 30 años, que puede acceder al servicio que enunciaba Álvaro al comienzo de este reportaje, es Raquel. Ella es de Boiro, por lo que Santiago es su estación de referencia al no tener su villa natal una conexión ferroviaria, igual que la Ribeira de Roberto y como sí tiene la próxima Catoira. «Para cogerlo allí, rumbo a Santiago, me voy directamente a la capital en coche y así ya tengo todos los enlaces a mi disposición». Del mismo modo, se queja también de la situación de la provincia de Lugo y de todo el norte de España, «cuya conexión ferroviaria es muy mala y más todavía desde Compostela».

Hace seis años que va y viene a Madrid con regularidad, «pues hice la carrera universitaria allí y actualmente me tengo que desplazar a veces por trabajo». En aquellos años de estudio, cuenta Raquel, no le costaba más de 50 euros desplazarse entre Madrid y la capital gallega, «un precio que casi se ha triplicado a día de hoy, pasados seis años». Es por ello que comienza a plantearse el viajar en avión, «a pesar de que si se coge con poca antelación puede salir todavía mucho más caro».

Ese es uno de los motivos por los cuales Marta Maseda, viajera más ocasional que estos últimos, no se plantea abandonar el tren. Señala que es mucho más cómodo que el avión y que, todavía en el peor de los casos, «non sae moito máis caro e ademais afórranse moitos problemas, como baixar de Lavacolla ao centro de Santiago no autobús, o prezo do taxi ou os longos protocolos de seguridade dos aeroportos». Además, el precio de los aviones sí resulta volátil, llegando a variar cientos de euros dependiendo de la antelación que tenga la compra.

Gerardo, de Viveiro, lo tiene aún más difícil. En su caso, para palpar lo que le cuesta desplazarse a Madrid, donde trabaja, hay que sumar las casi dos horas de transporte por carretera hasta Compostela. Apunta que si viaja en autobús, en lugar de en un coche compartido, el trayecto asciende a las tres y no baja de los trece euros.

Una vez en la capital, ha de irse al tren o al avión, dependiendo de con cuanta antelación haya comprado los billetes del segundo, se va al primero. «Sinceramente, estoy comenzando a plantearme el usar el coche, compartiendo gastos creo que me saldría mejor, y sin hacerlo quizás también, que entre gasolina y peajes con setenta euros».