Una semana para encontrar piso en Santiago: «No nos pensamos el "sí", dijimos que nos lo quedábamos antes de salir por la puerta»

CARMEN NOVO SANTIAGO / LA VOZ

VIVIR SANTIAGO

Adrián, a la izquierda, y Marcos, a la derecha, encontraron piso en Santiago junto a una tercera compañera, Sofía, después de dos días yendo de inmobiliaria en inmobiliaria.
Adrián, a la izquierda, y Marcos, a la derecha, encontraron piso en Santiago junto a una tercera compañera, Sofía, después de dos días yendo de inmobiliaria en inmobiliaria. MARCOS MÍGUEZ

Acompañamos a dos grupos de universitarios durante los primeros días de julio en la búsqueda de alquiler para el curso

08 jul 2024 . Actualizado a las 18:59 h.

La llamada de una persona de su círculo cercano alertaba a tres compañeros de piso de un anuncio colgado hacía escasos minutos en el portal inmobiliario Idealista. Por las fotografías y las indicaciones de la zona, parecía adecuarse a lo que Marcos Herrero, Adrián Iglesias y Sofía Jiménez llevaban días buscando en Santiago. «Creo que ni siquiera llegué a ver lo que decía la publicación. Nos dijeron que la casa tenía buena pinta, que la estaban enseñando y nos fuimos corriendo. Tienes que adelantarte al resto, sin pensarlo demasiado», explica Marcos, que estudia Psicoloxía en la USC. Por orden de llegada fueron los segundos en subir y, nada más entrar por la puerta, se dieron cuenta de que estaba mejor que todo lo que les habían enseñado antes: «Fuimos avanzando y dijimos: ‘Venga, ya está, nos lo quedamos'». Así fue como estos jóvenes acordaron un contrato de alquiler para el próximo curso antes de salir del propio edificio: «Gana el más rápido, hay que arriesgar».

Era la mañana del 2 de julio y en un punto de la Avenida de Vilagarcía se agrupaban cientos de estudiantes en fila india. Los primeros estaban allí antes de las siete y los últimos, que ya se colocaban subiendo por la Avenida de Ferrol, sobre las diez. Fue una de las imágenes de la semana en Santiago. Esperaban a que abriera la inmobiliaria Julio Gerpe, especializada en alquileres por curso universitario. Marcos, Adrián y Sofía llegaron directos desde A Coruña a las ocho y cuarto, casi dos horas antes de que la agencia levantara su verja, pero no consiguieron moverse de la esquina que une ambas aceras. «Vinimos más pronto que ayer, pero llegamos y ya teníamos a todas estas personas delante», dice Adrián levantando la vista al frente. Lo cierto es que estuvieron en la fila hasta las once, cuando un agente de la inmobiliaria les acompañó a ellos y a otros cinco grupos más a ver dos pisos en Doutor Maceira.

Imagen de la cola este martes en la inmobiliaria Julio Gerpe. Marcos, Adrían y Sofía llegaron a las ocho y media de la mañana, pero no pudieron avanzar de la esquina que une la Avenida de Vilagarcía con la Avenida de Ferrol.
Imagen de la cola este martes en la inmobiliaria Julio Gerpe. Marcos, Adrían y Sofía llegaron a las ocho y media de la mañana, pero no pudieron avanzar de la esquina que une la Avenida de Vilagarcía con la Avenida de Ferrol. XOAN A. SOLER

Unos veinte estudiantes los separaban en la fila de Paula Pardo y de Uxía Pacín. Era el segundo día que salían pronto desde Lugo para llegar a Santiago antes de que las agencias comenzaran a operar. El lunes, que peinaron la zona desde la Rúa do Hórreo, esperaron una hora con unas quince personas delante. Esa mañana vieron cuatro pisos, desde las nueve hasta las tres. Sobre el tiempo empleado, responde Paula: «Quítalle dez minutos entre un e outro, pero non mais». Al final del día, dudan de cuántos vieron por la tarde: «Non lembro se foron dous ou tres. Ao final, entende que rematas saturada de andar dun lado para outro». En el trayecto de vuelta a casa, recuerdan uno de los pisos: «Estaba na Avenida de Vilagarcía e parecía para unha familia, non para estudantes, novo e moi ben decorado. A nós interesábanos, pero o propietario díxonos que tiña en conta o perfil da xente á quen lle alugaba. Ía ensinalo a máis persoas ao longo do día e comentou que despois dicíanos algo, pero chamámolo e non nos volveu a contestar. Por WhatsApp, respondeunos nunha mensaxe que xa o ocupara. Eu non entendo. Os estudantes tampouco somos tan diferentes os uns dos outros».

«Imos volver cedo, a ver se ás oito estamos por aquí. Se din que hoxe devolveron moitas chaves, imaxino que mañá haberá mais pisos e mais xente para velos», adelantaba Paula el lunes. Llegaron a Santiago sobre esa hora, sí, pero la cola con la que se encontraron en Julio Gerpe descuadró todos sus esquemas. «Dixemos: ‘Isto é imposible. Coa cantidade de xente que hai diante nosa non imos chegar aos pisos que queremos», recuerda. Entonces, pusieron en marcha su segundo plan. El día anterior habían visto un piso que estaba «bastante ben». «Bueno, deixémolo en decente. Non ten humidades, os colchóns non están asquerosos e as paredes non están caendo», puntualizaba ella el primer día momentos después de dejar las llaves en la inmobiliaria. Allí, por si acaso, les preguntaron a los agentes si lo podían reservar hasta el día siguiente: «Nos dijeron que si, que lo teníamos hasta que volvieran a abrir por la mañana». 

Mientras una se quedó en la cola —«non fora a ser que de súpeto ofreceran algo que nos gustara mais», explica Paula, que estudia Psicoloxía—, la otra caminó hasta la inmobiliaria, a cinco minutos desde donde estaban. Subió a ver el piso y, sin pensarlo demasiado, decidieron apostar por lo seguro. Ese recurso que reservaron por si en el peor de los escenarios no encontraban otra cosa, se va a convertir en su casa a partir de septiembre. De hecho, ya tienen el contrato firmado. «Sobre todo, síntese moita tranquilidade. Empezaramos a mirar a finais de maio para ter xa unha idea e levamos un mes con esa preocupación na cabeza. A xente dicíanos que non deixaramos o tema para o 1 de xullo, que por esas datas había moita xente buscando o mesmo», dice la joven. «Ves un piso e ten que ser un "si" ou un "non". Detrás sempre pode vir outra persona que non o pense dúas veces», recalca.

La inmediatez también fue el planteamiento que aplicaron Marcos, Adrián y Sofía. Para estos tres amigos de A Coruña, la calle Doutor Maceiras fue su tesoro. De las dos opciones que les enseñó la inmobiliaria después de haber esperado dos horas de cola salieron con las manos vacías, pero coincidió que el piso encontrado gracias a esa notificación automática de Idealista estaba a unos portales de distancia. Cuadró el lugar y también el momento. Estaban bajando de la última vivienda cuando recibieron la llamada. Por esas dos razones llegaron de segundos al inmueble y, después de que los primeros dijeran que se lo iban a pensar, dejaron sin la opción de tan siquiera visitar el piso al resto de grupo que esperaban para verlo. «Sobre todo, sentimos alivio. Hasta ese momento, la sensación era de estar muy perdidos. Yo daba por hecho que íbamos a tener que volver mañana», explica Marcos. 

Su búsqueda comenzó hace un mes en las aplicaciones. Cuentan cómo tenían alertas activadas para sus criterios de búsqueda: «Tres habitaciones y por la zona del Ensanche». Cada vez que se publicaba algo que coincidía con lo que demandaban, les saltaba una notificación. A Santiago no se desplazaron hasta el primero de julio, fecha en la que se liberaban los alquileres por curso universitario. Ese día vieron un piso a las doce de la mañana, otro a las cuatro y el último sobre las cinco de la tarde. Mientras recorrían las calles de la capital, se detenían en las farolas, en los semáforos y las paradas de autobús. Buscaban anuncios a la vieja usanza, escritos en papel y pegados con celo en la superficie urbana. Cuando veían uno, cogían el móvil y probaban suerte. 

— Hola. Llamábamos por un piso que vimos anunciado en la calle.

— Sí, pero ya está alquilado.

Ese día, volvieron a Coruña con las manos vacías. Con perspectiva, hacen balance de la situación: «En el primero que vimos había humedades y los muebles estaban viejos, pero eso no era lo peor. Tenía un lavadero separado de la cocina y la pileta, en vez de blanca, era negra. En el baño, el váter estaba enfrente del bidé y no nos cabían las piernas. Bajamos pensando que ni de coña nos lo quedábamos». El piso se enseñaba por grupos, de modo que esperaban fuera hasta que todos terminaran de verlo. Entonces, uno de los allí reunidos dijo: «Yo no sé si alguien más lo quiere, pero a nosotros ya nos vale». Las primeras semanas de julio, los alquileres universitarios vuelan en el Ensanche.

Entre los métodos «online» de búsqueda de piso, sobreviven los tradicionales. El cartel de la imagen, anunciando el alquiler en una farola, fue visto en Rúa Santiago de Chile.
Entre los métodos «online» de búsqueda de piso, sobreviven los tradicionales. El cartel de la imagen, anunciando el alquiler en una farola, fue visto en Rúa Santiago de Chile.

Pisos que están «muy mal»

Tanto Paula y Uxía como Marcos, Adrián y Sofía enseñan algunos de los pisos que vieron durante estos días. «Y no te fíes, que en las fotos del anuncio están mil veces mejor», alerta Paula, que intenta trazar un patrón común basado en su propia experiencia. «El salón y el comedor juntos. Las cocinas pequeñas. Prácticamente, las ventanas son todas interiores. Dan a patios pequeños y con poca luz. Los colchones están fatal, todos necesitan un cambio. Hay bastantes con humedades y, por lo general, están sucios. Parece que los enseñan sin pasarles una fregona antes». Saca, por ejemplo, las fotografías con las que anunciaban uno de los pisos que vieron la mañana del lunes. Había una habitación y las otras dos parecían un salón que se dividió con una pared de por medio para tener más sitios donde dormir. «Fumos a ver outro na Avenida de Vilagarcía que, polas fotos, parecía que tiña un salón con cristalera e unha chaise longue. Chegamos alí e atopámonos cun sofá e uns cristais enanos. Era como se puxeran o piso das Pin y Pon», continúa Paula. 

«El primero que vimos estaba en la Praza Roxa, muy buena zona. Pedían por él 850 euros a dividir entre tres, pero tenía humedades, se caía la pintura del techo y los radiadores estaban negros. Entramos y dijimos: "Ni de coña"», cuenta Marcos en la misma línea. «Fuimos a uno en la Rúa do Hórreo que, por las fotos, parecía estar bien. Dentro, apestaba a tabaco. Parecía que estaba impregnado en la pared. Las habitaciones eran muy grandes, eso sí, pero no compensaba», continúa. En el piso con el que se quedaron hace falta cambiar un par de cosas en el salón, pero el propietario se comprometió a solucionarlo antes de que entraran en septiembre. También va a pintar las paredes y no le importa que vayan dejando sus cosas durante el verano. «Tuvimos una suerte enorme», dice Marcos. Curso nuevo y piso nuevo, comienza una etapa diferente para ellos en Santiago.