Cenando con Pablo le da un notable a la mejor croqueta del mundo y prueba otro restaurante de Santiago en el que «el precio está regalado»

C. N. SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

El «youtuber» Cenando con Pablo mientras prueba la croqueta de Simpar, distinguida como la mejor del mundo.
El «youtuber» Cenando con Pablo mientras prueba la croqueta de Simpar, distinguida como la mejor del mundo. YouTube

El popular «influencer gastronómico», con más de medio millón de seguidores en YouTube, se deshace en halagos hacia Indómito y hacia Simpar, aunque cuestiona el hecho de que en el menú degustación de Áxel Smyth sirvan una única unidad de la alabada croqueta: «Que no sea la mejor que he probado no significa que no valga la pena», explica

09 mar 2025 . Actualizado a las 21:33 h.

Galicia es tierra predilecta para el influencer gastronómico Cenando con Pablo. Pasó recientemente por A Coruña, donde alabó, junto a Champi Muros, la carne del que ya es considerado por muchos el «templo» de los chuletones. Se deshizo en halagos hacia el arroz de un restaurante en Outes, que ya ha catapultado hacia los primeros puestos en su lista de los mejores. Su gira por Galicia se detiene ahora en Santiago de Compostela, donde ha probado, a petición de sus seguidores, dos de los locales que más han dado que hablar en la ciudad durante los últimos meses, Indómito y Simpar. Al primero, a cargo de Martín Vázquez, exjefe de cocina en Casa Marcelo, le ha bastado un año para que sus elaboraciones, pensadas cada día en función de los productos de la plaza, estén en boca de todos. Al segundo han sido sus logros —estrella Michelín, premio a cocinero revelación y distinción a sus croquetas y a sus callos— los que llevan a la gente a pensar qué es lo que pasa en ese bajo de la céntrica rúa do Vilar. 

Antes de entrar en el restaurante de Áxel Smyth, Pablo Cabezali soltaba la siguiente plegaria: «Espero que pongan más de una croqueta». La premiada elaboración no se puede degustar en solitario. Se incluye dentro de uno de los dos menús degustación que se preparan en Simpar. Concretamente, en el más largo, que cuenta con catorce platos y cuesta 110 euros. En el corto, que vale 85 euros, la croqueta no está. Cuando a Pablo le llegó el plato a la mesa y vio que, efectivamente, se trataba de una única unidad, se quedó con ganas de más. Pidió, a mayores, otras tres, algo que, según Áxel Smyth, nunca antes les había pasado. «Para probar la mejor croqueta de España tienes que venir a Santiago de Compostela, que pedir el menú largo, que son 110 euros, y te ponen solo una. Me quedo loco. Es de ser un poco tacaño, con todo el respeto y sin faltar a nadie», reflexionaba Pablo sentado en la mesa. 

Aunque no considera que sea la mejor croqueta que ha probado, asegura que está muy buena. Dice que es gelatinosa, con un buena rebozado y una bechamel con mucho gusto a jamón. «Sabe a jamón algo tostado. Si le tuviera que poner una nota, le daría un ocho y medio, pero que no sea la mejor que haya probado no significa que no merezca la pena. Son tan frágiles que están un pelín abiertas, pero no chorrean ni se caen. Son prácticas para comer y están muy buenas», explica ante la cámara. Eso sí, aunque tenga esa pequeña sugerencia acerca de las cantidades y de los sabores de la croqueta, pone el menú en un muy buen lugar. Salvo el arroz de erizo, trufa y portobello, que no le terminó de convencer, recomienda el resto de los pases. De la ensalada con la que comienza la experiencia destaca su frescura, y de la recreación del brunch con la que continúa no puede obviar una imitación del café hecha con consomé de champiñón

Continuó con escabeche cítrico con bonito del atlántico, guisantes lágrima con un pilpil de bacalao, merluza a la gallega con ajada, cuatro elaboraciones diferentes de pichón y los famosos callos, los que se consideran como los mejores del mundo: «Son muy líquidos, en Madrid los hacemos mucho más espesos», reflexiona. La única pega que sale a medida que transcurre la comida es, otra vez, la de las cantidades: «Es muy, pero que muy pequeño. Hay ciertas cosas que, si pones un tamaño superior, la gente no se va a quejar, si no que te lo va a agradecer». De los postres se queda con la tarta de Santiago, una elaboración que prefiere antes de cualquiera de las originales. «Me gusta más que cualquiera que haya probado. En una palabra, bravo», sentencia el influencer

Además de la parada obligatoria en Simpar, Cenando con Pablo aprovechó su visita a Santiago para probar un restaurante que, según cuenta en el vídeo, no le paraban de recomendar. Se trata de Indómito, local con apenas un año de vida y liderado por el chef Martín Vázquez, exjefe de cocina de Casa Marcelo. Llama la atención lo abiertas que son sus propuestas, que fluctúan a diario en función de los productos que mejor estén esa misma mañana en la plaza de abastos. «Al chef le gusta llevar la voz cantante, ser el mandón, el autoritario, un tirano y decirte: “Comes esto o lo otro”. Y va según mercado», bromeaba el influencer al principio del vídeo. Él, por ejemplo, había pedido una sopa de setas, pero ese día la tenían de cigalas. «Hoy no había volandeira. Me dijo —el chef— que habían ido al mercado a verlas, que no estaban finas y que, para traer algo de menor calidad, no estaban por la labor», cuenta. El método, sin lugar a dudas, funciona: «Para mi, la comida de hoy ha sido inolvidable».

Pidió, primero, néctar de cigala. El plato lleva cigala, un falso caviar y el néctar, que se derrama por encima y funciona como caldo que cocina el propio producto. A este plato le siguió un aguacate con jalapeño servido en forma de esfera hueca; una milhoja de foie gras acompañada por brotes, vinagreta de Oporto y un toque de manzana Grand Smith; alcachofa con huevo y trufa; fabas de Lourenzá; jurel asado con salsa de pimientos, merluza de pincho y pato crujiente. De postre pidió los tres que tienen en carta: una carrot cake, uno llamado maracuyá, choco blanco y frambuesa y un macaron de chocolate con dulce de leche. A medida que avanzaba con la cata, ya adelantaba su veredicto: «Estoy comiendo muy, muy bien. Está tan bueno que no quiero que sobre ni un milímetro. No van a necesitar ni lavaplatos», decía, en referencia a que hasta aprovechaba con el pan la salsa de cada plato. 

El precio final fue de 105 euros, algo que, «para la calidad, está regalado». De Indómito destaca también los tiempos, porque los platos llegan sin esperas. «Dice el chef: “Pero como nos vas a conocer, que llevamos un año abiertos y no nos conoce nadie”. Pues espero que con este vídeo los conozca más gente, porque merecen muchos comensales comiendo sus platos», sentencia. Como promesa, la idea de repetir en otra ocasión.